Alejandro González Iñárritu, ¿un cineasta “mamón”?

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CD. DE MÉXICO.- En Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, inspirada en experiencias propias, el director Alejandro González Iñárritu califica a su alter ego en una de las secuencias como un cineasta “mamón”, ¿pero así es él en la vida real el ganador del Oscar?

Francisco Rubio, quien da vida al periodista que critica al protagonista por su supuesto sentimiento nacionalista y búsqueda por la justicia, cuenta su experiencia en el set.

“Quizá ser así formó parte de su pasado porque como la película juega un poco con los recuerdos, quizá en algún momento se sentía así, De repente yo siento que Alejandro es una persona muy sensible, muy abierta, que de repente si lo abordan demasiado puede sentirse introvertido y molesto, pero no es que sea mamón, quizá por eso se habla así en la película. Pero no, es a toda madre”, asegura.

Bardo, que recién se quedó en la short list en busca del premio Oscar como película en Lengua Extranjera, se encuentra ahora disponible en Netflix, tras su paso en pantalla grande.

Se filmó mayoritariamente en la Ciudad de México durante la primavera de 2021, contando la historia de un documentalista mexicano afincado en EU, mientras hace una revisión de la historia y actualidad de su país natal.

Rubio interpreta a su excompañero laboral de juventud, que no necesariamente ahora piensan igual.

“Es el juez interior de Silverio, el periodista frontal, incisivo, desgraciado que le va cuestionar su propio interior; es el demonio encarnado de envidia que viene a absorber su luz.. Todas las personas en el mundo tenemos luz y oscuridad, lo que hice fue observar a conductores de televisión de cómo hablan y yo hice mi propia versión de ella, pensé cómo sería si fuera un conductor hijo de put…”, detalla.

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El histrión de La Doña y Narcos: México ingresó al proyecto disponible en Netflix tras un largo casting. Y luego con el resto del equipo esperó a que pasara lo fuerte de la pandemia, cosa que obligó a la producción a posponer casi un año los trabajos.

“Fueron cinco meses de casting, fueron ocho etapas, y en cada una de ellas iba yo diciendo ‘hasta aquí llegué’. Me soltaron tres escenas de tres personajes diferentes y al final sólo del que me tocó. Después fue hacer pruebas de química con Daniel (Giménez Cacho, el principal)”, recuerda.

Indica que, como se ha dicho, nunca leyó el guion. Su única referencia era platicar con colegas sobre sus respectivos papeles, para intentar armar la historia en que estaban inmersos.

“Pero al final de nada sirvió, basta ver la película para saberlo”, comenta de buen humor.

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