“El altar”
-No me friegues, Emma, please, no me salgas con esto.
-¿Crees que fue a propósito? Ya iba para las compras cuando Tino me llamó para decirme que papá se había caído. Me fui allá y como en el hospital no me lo atendían rápido nos fuimos con un particular, y pues tú sabes que hay qué pagar.
-¿Con mi cash? ¿Y ustedes? Ya me cansé, Emma, dontworry, años cargando con papá mientras que ustedes nomás a todo dar barriendo los dólares que les mando. Te dejé bien claro que ese dinero era exclusivamente para flores y decoraciones para el altar de mamá.
-Te lo pagaré, Liz, ni tengas pendiente, mira la prioridad, lo de papá es grave. El altar y todo eso lo dejamos para el otro año.
-¡Ah, no!, mamá no se queda sin su altar, allá ustedes paguen lo de papá… ¿con qué me pagarás, sister? Apenas te mantienes sola de gata, no, no no, a mí no me la haces.
-¿Por qué me dices así, Liz? Voy a hacer de cuenta que no oí eso… ¿Acaso tú no haces lo mismo allá?
-¿Cómo vas a comparar ser una householdworker a una gata cualquiera?
-Pos no sé qué sea eso, pero te estás pasando. Siempre te he respetado, Liz, siempre. No sé por qué me ofendes así.
-¡Ay, no, chilladeras, no! Vete a conseguir mi dinero mientras me quedo a cuidar a papá aquí. Dramas a mí no, por favor.
-Pero, Liz, usé tu dinero precisamente porque no tenía a quien pedirle. Todos aquí en Villa Agujita saben que mi trabajo no me daría para pagar una atención como esta.
-¿Qué prisa había, Emma? Papá tiene derechos en el hospital. Se hubiera aguantado el dolor, ¿Qué tiene? Todos tenemos dolores y hay que soportar.
-Es papá, Liz, ¿te estás escuchando? ¿Me estás escuchando?
-Lo hubieras cubierto con su pensión, no con lo que te mandé para la lápida de mamá y su decoración, con eso no debiste meterte.
-Liz, eres la adoración de papá, aunque me duela, no te comportes como una niña. Lo he cuidado con mucho amor aunque todo el tiempo me compare contigo, aunque me hable todo el tiempo de ti y me esté preguntando cuándo vienes.
-¡Ya, Emma, quiérete! ¡chillar, chillar, no te sabes otra!
-Ya basta de esto, Liz, intentaré buscar tu dinero.
-No intentes. Se te ha ido la vida intentando cosas, Emma.
-Liz, por años he cuidado a papá. Su parálisis requiere atención, ¿cómo hago para trabajar y cuidarlo? Tú bien fácil, te fuiste a hacer dólares y me dejaste aquí, pero mírate, mírame.
-Te miro, me miro, no hay comparación.
-No la hay.
-¡Claro que no la hay! Yo soy ciudadana norteamericana y tú la misma chanclosa viviendo seguramente de lo que mandaba, primero a mamá, y ahora a papá.
Cuando vi salir a Emma di un respiro. Miré el reloj junto a la televisión y salí a solucionarlo todo porque mi hermanita seguramente se haría idiota dizque buscando dinero. Llamé a Lauro, amigo de confianza. Era enfermero y sin chistar me cuidó a papá en lo que me fui a la marmolería para ver lo de la lápida de mamá que ya estaba terminada y sólo faltaba liquidar, y claro, a ver lo del altar. En medio día me pusieron la lápida y sin tener que poner el altar en la casa, lo armé enorme en su tumba nueva. Los metiches apestosos de los lados me miraban con envidia pues sus muertos muy apenas tenían unas cuantas flores y coronas. Cuando llegaron mis hermanos a visitar la tumba al momento les dejé bien en claro que sus flores de cempaxúchitl no estropearían mi decoración. Nos hicimos de palabras, pero como siempre he sido de expresiones certeras y voz recia, terminaron yéndose.
El día nueve llegué a ver a papá, sin embargo la casa estaba sola. Al marcarle a Emma y preguntarle dónde tenía a papá, me dijo que Tino lo tenía en su casa, pero que ni me acercara por allá.
Tino me abrió la puerta y sin pedirle permiso intenté entrar.
-Aquí no entras Liz, y hazle como quieras.
-Vengo por papá, Tino. Me lo llevaré a Dallas y lo internaré en una buena clínica.
-De aquí no sale papá, entiéndelo. Lo mejor es que te vayas. Ve y llórale a los muertos, a esos que te gusta adornar mientras que a los vivos abandonas, ¿o ya te olvidaste que hace años le echaste la migra a papá para quedarte con sus cosas en San Antonio? ¿Olvidaste que a mamá nunca le enviaste ni tus saludos y la pobre se murió mencionándote? Papá está igual, tiene días preguntando por ti, pero, ¿qué crees? Le decimos que tú nomás no quieres verlo.
-Déjame entrar, Tino. Si no te quitas…
-¿Qué me harás?
Y lo empujé tumbándolo a un lado de la puerta, pero él, tan rápido, me tomó del tobillo y me sacó de la casa. Por mucho rato le grité maledicencias. Harta de ver a tanto frijolero chismeando por las ventanas, comencé a apedrear la casa con piedras grandes. En un momento llegó una ambulancia y sin saber qué pasaba mi hermano abrió la puerta y sacaron a papá bañado en sangre. Enseguida llegó la policía y terminé encerrada por más de diez años por asesinato. Papá había muerto camino al hospital.
Cuando salí de prisión Tino y Emma ya habían muerto. Mi situación migratoria se había perjudicado y terminé viviendo en casa de mamá, una casa casi en ruinas y llena de recuerdos. Mi hermano tenía razón, es fecha que le sigo llorando a los muertos, adornando sus tumbas y pidiéndole a Dios les de su eterno descanso cuando, estando ellos en vida, les hacía la vida miserable. Lloro por Tino, por Emma, que fueron buenos hijos. Lloro por mamá y papá, pero a qué le tiro si yo misma sé que siempre fui una mala alma.
AUTOR: JUAN DE DIOS JASSO AREVALO
EL VIAJERO VINTAGE
@derechosreservadosindautor
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