La pluma del viajero

0
105

“Quinto malo”

 Caía la tarde y siempre era lo mismo con mi agotado y pesado cuerpo tirado al borde de la cama de sábanas revueltas. No había nada mejor para una mujer tan defectuosa que había nacido linda, pero no hermosa. Tenía ojos bonitos, pero mucha carne y grasa recubriéndome los huesos. Por eso valoraba cada segundo invertidos en mí por ese hombre que dejaba esa cama como un sangriento campo de batalla en el que se vivían epopeyas que ningún autor bélico sería capaz de describir.

Eva, soy Eva y lo bastante voluminosa. Dicen que si quieres domesticar tus deformidades debes congratularte con ellas, jugar con tu miseria y adoptarlas a tu favor si es que no quieres morir en tu intentona de ser feliz en un mundo que te mira, señala, acusa y comenta sin compasión. Por ello me recuerdo tirando la carcajada en la universidad al decir que como Eva no me había comido una manzana del jardín del Edén, sino una sandía entera. En mi adolescencia y amante de la pornografía gráfica como uno de mis gustos culposos, nunca vi a una obesa siendo tocada por un fortachón. Siempre creí que todos los placeres de la vida, en particular los de cama, eran para mujeres de cuerpo perfecto. Me tocaba imaginándome delgada y agradar así al hombre en turno que llegaba a mis fantasías.

Literal, cansada de irme de reventón con mis amigas y terminar sola en medio de la pista y sin nadie que quisiera bailar conmigo, me fui, ahora sí, con el primero que se me cerró el ojo. Acepto que me enamoré de ese idiota sólo porque me dijo que mis ojos eran como ópalos extraídos de unas apretadas conchas marinas. Estúpida yo e ignorante él pues son perlas y no ópalos las que están en esos nácares. Pero estaba idiotizada y a la media hora sintiéndome la modelo más bella siendo poseída por ese desconocido que sin más, me había llevado al primer monte para hacerme suya. Pero no importaba, ese monte era para mi jardín de Edén con mi primer y único Adán que me tocaría. Seguro me casaría con él. Estúpida y aparte ingenua. A los cuarenta y cinco minutos se había ido dejándome una herencia líquida chorreándome las piernas y nada más.

Mi segundo hombre lo conocí a los diecinueve en una feria del pueblo y al igual que el primero, me sopló el oído, me habló bonito y no sólo eso, me hizo ponerme en contra de mi familia para finalmente renunciar a ella e irme a vivir un calvario junto a él. El tercero y el cuarto fueron golpeadores y así llegué a mi edad muy mayor luego de más de diez años de estar sola y creyendo que ni el amor ni los hombres eran para una gorda asquerosa como yo.

Tadeo destapaba la alcantarilla que vaciaba sobre el pavimento toda mi mierda diaria. Hastiados de la situación mis vecinos me ponían el dedo en el trasero para que actuara y yo, sin muchos recursos, hice lo que pude para conseguirme un albañil, el más barato, el que tuviera el valor de meterse entre las aguas negras y convertirse en el héroe… y Tadeo se metió entre la bazofia de una mujer más vieja que madura que como dije, solo buscaba alguien que le destapara el caño.

Tadeo, tan simple y sin pretensiones, trabajador y aunque nadie que lo viera lo creyera, muy soñador. No me había dado flores ni soplado en el oído, simplemente me había invitado unos tacos con lo que le había pagado por su trabajo y al día siguiente todo se convirtió en una historia en la que luego de aquella taquiza y tres cervezas, terminé vomitándole sus botas mil veces lustradas.

─Quita las manos de ahí─ me dijo al verme cubrir mis pequeños pechos.

─No, apaga la luz y sosiégate─ le respondí desde la cama.

─¿Sosegarme ante una cosota tan bonita como tú?

─No digas tonterías, Tadeo.

─Tontería la que hicieron toda esa bola de babosos que me antecedieron. Tú tan mujer, tan buena persona, tan todo.

─Eso me dices porque me quieres.

─Te amo, Eva.

A los cuarenta me había dicho ya nunca más y me había vuelto una funda sin uso. Diez años pasaron siendo nada, nadie, la vecina obesa de jeta malhumorada, la que corría a los Testigos de Jehová y mormones, la amargada que nunca era requerida en las fiestas del barrio… pero uno pone y Dios dispone, y Dios dispuso que por esos días cagara de más, tapara la cañería y requiriera ahora sí, de un enviado por el mismísimo Diosito, el buen Tadeo, un hombre curtido por los trabajos asoleados y de mirada brillante y lastimera.

Era la víspera y siempre era lo mismo con mi débil y bruto cuerpo tirado al borde de la cama de sábanas zarandeadas. Cansada de la guerra de cama, con una suave sonrisa de satisfacción, me sentía afortunada que a mis cincuenta y tres, tuviera a mi lado a un chamaco de veintinueve, tan lleno de vigor y expresiones de cariño y amor. En ocasiones me ganaba la duda cuando me miraba tan horrenda en el espejo, pero al verlo ahí tan ensimismado y metido entre mis carnes, me sentía valorada. Estaba ahí, junto a mí, ahí cuando bien podía haber estado con otras tantas de muchísima menor edad, pero no, le había apostado a la ¿experiencia? No, no a la experiencia pues yo no la tenía. Venía de cuatro relaciones tan turbulentas y desagradables que no se podía hablar más que de la experiencia del dolor. Tadeo estaba ahí, de pie, tan fuerte y mirando por la ventana de cortinas suaves y traslúcidas. Su cuerpo era perfecto y sus piernas dos columnas de carne perfectamente alineadas y clavadas al suelo. Su musculatura nada exagerada lo hacía verse un guerrero de la vida.

Dicen que no hay quinto malo, y no lo hubo. No lo hubo porque siendo ahora ya muy vieja, ese hombre que sigue tan hermoso, no sólo me da mis medicamentos, baña y cambia de pañal cuando mi enfermedad crónica lo requiere, también juguetea conmigo pues sabe que siendo tan vieja, me siguen gustando sus manos entre mis piernas, sus manos sobre mis agotados pechos y sus labios sobre los míos tan arrugados. Valorarme es lo mío, soy gorda y no pienso planteármelo, moriré así viviendo a plenitud y sin el mínimo deseo de romantizar y mucho menos normalizar mi peso. Tadeo es mi pornografía, mi gusto culposo, mis deseos nunca reprimidos, mi todo. Yo, la más gorda y grotesca para el mundo, soy lo que él más ama, y no lo digo yo, sus acciones lo gritan.

AUTOR: JUAN DE DIOS JASSO AREVALO
EL VIAJERO VINTAGE

Mantente informado las 24 horas, los 7 días de la semana. Da click en el enlace y descarga nuestra App!