CDMX.- Al año, la Biblioteca de México “José Vasconcelos” de La Ciudadela, brinda servicio a alrededor de 600 mil usuarios, de los cuales 90 mil aproximadamente utilizan los servicios de las bibliotecas personales y 10 mil acuden a recorrer esos espacios bibliográficos en visitas guiadas.
Su par en la Ciudad de México, la Biblioteca Vasconcelos en Lindavista, también perteneciente a la Dirección General de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura, recibió el año pasado un millón 965 mil 819 visitantes; en promedio al día recibe 5 mil 649 personas en promedio, incluso está por encima de la Biblioteca Central de la UNAM, que recibe 5 mil 479 usuarios en promedio diariamente.
Según datos ofrecidos por Jorge von Ziegler, director general de Bibliotecas, las bibliotecas personales de José Luis Martínez y de Carlos Monsiváis, son las que tienen un mayor número de usuarios. “Las bibliotecas personales con mayor número de usuarios son las de José Luis Martínez y Carlos Monsiváis, que en julio superaron los mil 700 visitantes cada una; les siguen las de Antonio Castro Leal y Alí Chumacero, con alrededor de mil 300, y la de Jaime García Terrés, con 830. En conjunto, las bibliotecas ofrecieron más de 340 visitas guiadas, con casi mil 300 participantes. Por la propia naturaleza de los acervos, el tema más consultado es literatura”, señala el funcionario federal.
Situada en el plano internacional, los usuarios a las cinco bibliotecas personales de acceso público también se quedan cortas. La Biblioteca de Amsterdam recibe 5 mil personas diariamente, al igual que Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá; en tanto que la Biblioteca del Congreso, en Estados Unidos que recibe un millón 700 mil visitantes al año.
Donar mejor que vender
Vicente Quirarte, quien fuera director de la Biblioteca Nacional de México, dice que efectivamente se repiten los ejemplares pero lo importante de “La Ciudad de los Libros” es que no sólo están allí los ejemplares sino la voluntad de quien armó las bibliotecas. “Yo como director de Biblioteca Nacional, cuando lo era, siempre se nos acercaban con acervos, por ejemplo se nos ofreció la Biblioteca de Antonio Castro Leal, y no la podíamos comprar porque casi todos los libros que contenía los tenía la Biblioteca Nacional ya, hubiera sido reiterativo”.
El doctor en letras mexicanas asegura que a él le costó mucho tiempo entender esta idea de comprar bibliotecas que se repetían pero “una biblioteca no sólo compra un acervo sino también la energía y el entusiasmo de quien formó esa colección”.
Sin embargo, reconoce que a él le interesa donar más que vender. “Yo quiero que mis libros y los de mi padre, los que conservo, donarlos a la Biblioteca de la Academia Mexicana de la Lengua, Donarlos. No venderlos. Eso de vender los libros me parece una cosa terrible, porque los libros desgraciadamente valen mucho pero cuestan poco. Nunca le van a dar el valor auténtico, económico que tienen los libros y por eso es que hay disfrutarlos y gozarlos en vida”, afirmó el escritor.