CD. DE MÉXICO.- Por las calles de la ciudad de México, esas calles que recorre el oficinista apresurado, donde el mendigo pide la limosna y el organillero comparte sus sonidos, en 1989 una banda supo comenzar a colarse.
Primero en los bares, en los tugurios escondidos donde la gente se juntaba a escuchar rock, después en los localitos de la capital, hasta que comenzó a pegar en la radio, se pusieron Café Tacvba, como un lugar en el centro de la ciudad.
De esa misma manera, con los mismos cuatro integrantes, y con muchas de esas primeras canciones, la banda supo colarse de nuevo durante su primera de cuatro fechas en el Auditorio Nacional, a las 10 mil almas que vibraron con su música.
Durante sus 34 años de trayectoria, han logrado capturar, como si se tratase de una fotografía, las cotidianidades de la capital, como en canciones como “Bar Tacuba”, “Chilanga Banda”, hasta “Las batallas”, o “El baile y el salón”, todas canciones que siguen formando parte de su repertorio, y del repertorio habitual de su público, que las sigue cantando sin cesar.
Ojeando esas realidades también se encuentran otras, como “Diente de león”, “La muerte chiquita”, o “Olita de altamar”, todas retratos de realidades que si se comparan con nuestros días, pareciera que siguen siendo las mismas, quizá por eso retumban igual en el público cuando en compañía de una banda oaxaqueña, Café Tacvba las canta y las goza.
Así como el tiempo no ha pasado por encima de sus composiciones, parece también hacer muy pocos estragos en la banda, con un Rubén brincando de un lado a otro como cuando inició con 22 años, un Meme igual de apasionado en los teclados, Enrique bailando con el contrabajo y Joselo cambiando de guitarras cada dos por tres, e incluso montando algunas coreografías con pasitos simples que su público igualmente agradece con un aplauso.
Pero aunque muchos de sus seguidores han crecido con ellos, y saben que canciones esperar en su show, también se suman nuevos, jóvenes, adolescentes, y hasta niños ya también disfrutan de temas un poco más actuales como “Quiero ver”, “Volver a comenzar”, o “El outsider” que como no queriendo ya también cumplen los 16 años de antigüedad.
Y para no sonar igual a otros tantos shows, la banda sumó toda una orquesta, conformada por violines, percusiones, y vientos, además de un audaz trompetista que de vez en cuando ofreció solos con sordina durante el show.
Los discursos largos también quedaron de lado, intercambiados por bromas de Rubén al público: “Esa ya la tocamos diferente pero que chido escuchar la antigua versión con ustedes”, lanzó una vez Albarrán, cuando terminaron de tocar, “Esa noche”.
Cuando intentó hablar de inteligencia artificial, se dio rápidamente por vencido, y mejor anunció la siguiente canción: “Hoy que está de moda la inteligencia artificial, y los humanos seguimos trabajando, yo ya no entiendo nada, ni quiero entender, mejor vamos a bailar”, dijo huyendo un poco de la polémica antes de sacar brillo a la tarima con “El puñal y el corazón”.
Cuando parecía que se despedían volvieron con “Eres” y “Avientame”, dos temas interpretados por Meme, con eso parecía que se iban oficialmente, y a muchos los agarraron entre los pasillos cuando tocaron su última canción “Ojalá que llueva café”, para así cerrar su repertorio de 27 temas, en su primera noche de regreso en la capital.
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