Colombia ya no sabe qué hacer con los hipopótamos de Pablo Escobar

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BOGOTÁ.- Bogotá. Uno de los animales más peligrosos de África pasa frente a una docena de curiosos en una calle del pueblo de Doradal, en Colombia, donde los hipopótamos llegaron por capricho del narcotraficante Pablo Escobar.

Esterilización, traslados internacionales, cacería: todas las posibles soluciones están sobre la mesa ante la peligrosa “invasión” de unos 160 animales que se reproducen sin control en esa zona del departamento de Antioquia, en el noroeste del país.

La bestia de enormes colmillos y más de dos toneladas camina a sus anchas y es ahora atractivo de miles de turistas que llegan seducidos por la que fue la extravagante hacienda del barón de la cocaína.

Tras la muerte de Escobar a manos de la policía durante un intento de fuga en 1993, la pequeña manada de hipopótamos que había llevado a su zoológico privado quedó abandonada a su suerte en una zona donde abunda el alimento y no hay grandes predadores.

Hoy son decenas de ejemplares, temidos y adorados por igual en la región.

Figuras de hipopótamos decoran el parque central del pueblo, la fachada de muchos negocios y otras se venden como recuerdos turísticos. Existe además un tráfico de crías que se ofrecen como mascotas, se rumorea entre pobladores.

Ante la que podría ser la mayor manada de hipopótamos fuera de África una “tragedia” es inminente, advierten expertos.

Hace unos meses, uno de ellos interrumpió un encuentro de niños y padres en el jardín de la escuela Balsora, en una zona rural de Doradal.

“Las mamás se asustan mucho al ver un animal de este tamaño (…) percibimos el peligro y nos trasladamos” a las aulas, relata a la AFP la profesora Dunia Arango, habituada a dar clases con el ruido gutural de los hipopótamos de fondo.

Aquella vez, el animal se alimentó de los frutales que rodean la escuela y luego siguió su rumbo hacia un mercado.

Una nueva manada se está consolidando en un pequeño lago a unos 20 metros de la escuela, explicó David Echeverri, funcionario de la autoridad ambiental local (Cornare).

“Hay como 35 niños jugando, se pueden acercar mucho y generar una tragedia”, advierte el experto. A sus espaldas una familia de tres hipopótamos se mueven en el agua plácidamente sin ninguna clase de encierro.

“Si bien los ves muy tranquilos, en cualquier momento, en su comportamiento tan impredecible, pueden atacar, como ya ha pasado”, agrega.

De su lado, el pescador John Aristides (33 años) recuerda muy bien aquella tarde de octubre de 2021 cuando lanzó su caña a la orilla de un riachuelo:

“Me arrancó el brazo”

“Cuando estiré la mano (…) (el hipopótamo) se me tiró y me dio en la cabeza con los labios”, evoca Aristides, quien resbaló en su huida y no pudo evitar que el animal le mordiera el brazo izquierdo.

“Me apretó y me lanzó por ahí a dos metros (…) no me arrancó el brazo porque tiene los dientes muy gruesos”, agrega el sobreviviente que pasó casi un mes hospitalizado.

Es lo más cercano a un encuentro fatal en Colombia, pero “si no hacemos nada lo que nos espera son miles de hipopótamos deambulando”, anticipa Echeverri, quien hace un par de semanas enterró a uno arrollado por un conductor.

Otro pescador, Álvaro Díaz (40), ofrece recorridos turísticos para avistar al pesado mamífero en las riberas del Magdalena, el río más largo de Colombia y por donde se expande la presencia de los hipopótamos.

Cuando los nota “molestos” se mantiene a unos 30 metros, aunque a veces llega a estar a diez.

“Los vemos muy frecuentemente (…) convivimos con ellos pacíficamente”, sostiene Díaz en su canoa.

El corpulento pescador aboga por un “control poblacional” como solución, con castraciones y anticonceptivos.

La Cornare ha probado ambas estrategias, pero según Echeverri resultaron “costosas y poco efectivas”.

El año pasado el Ministerio de Ambiente declaró a los hipopótamos “especie invasora”, abriendo la puerta a eventuales cacerías de este animal.

Echeverri anota que sacrificarlos “sin dolor, con una metodología técnicamente correcta, tampoco es fácil” ya que implica capturarlos y sedarlos para realizar una especie de eutanasia.

Una investigación de la estatal Universidad Nacional estima que para 2035 la población podría llegar a mil hipopótamos y plantea la posibilidad de una eliminación con armas de fuego, pero Echeverri y vecinos lo rechazan.

En un esfuerzo por “salvar su vida”, la gobernación de Antioquia reveló a comienzos de año un plan para trasladar unos 70 hipopótamos a santuarios de fauna en México e India. Solo falta el visto bueno de autoridades de Colombia y demás países.

Echeverri ya lideró la captura y envío de siete ejemplares a zoológicos dentro del país y dice que el plan es “posible y necesario”.

Biólogos también advierten que la invasión de estos animales desplaza a la fauna local, incluido el manatí, un mamífero herbívoro que está en la lista de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Los ganaderos reniegan por los daños que ocasionan, pero los demás pobladores se han encariñado:

“No se los lleven todos. Ya es cultura de nosotros convivir con ellos y tener esta población que nos acompañe es bonito”, justifica la profesora Arango, con un ojo puesto en sus alumnos.

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