Así se gestó la caída de Tenochtitlan

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El 13 de agosto de 1521, después del intenso acoso militar español, Tenochtitlan cayó. ¿Cómo se originó la derrota del pueblo más poderoso de Mesoamérica? ¿Cuál fue la reacción de los mexicas al enterarse de la presencia en este mundo de unos extraños seres? Miguel Pastrana, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, responde a estas preguntas y reflexiona sobre un proceso que duró poco más de dos años.

“Al principio, los mexicas trataron de entender qué pasaba. Lo descubrieron en la medida en que los españoles actuaron en las esferas política, cultural, diplomática y militar”, dice.

Los españoles estaban presentes en las Antillas desde 1492; sin embargo, su primer contacto con Mesoamérica fue en 1517. Los mayas de la costa del norte de Yucatán tenían comunicación con gente de las Antillas, por lo que fueron los primeros en contar con información de su presencia.

En 1517 se dio también el avistamiento de la expedición de Francisco Hernández de Córdoba, quien recorrió parte de la costa de lo que hoy es el golfo de México. Estableció contacto con indígenas en la zona de Tabasco y Veracruz y, seguramente, con los pochtecas, un grupo que se dedicaba al intercambio de productos.

Encuentro

Durante la segunda expedición de Juan de Grijalva en 1518, gente enviada desde el centro de México ya estaba atenta a lo que sucedía en la costa del Golfo. Entonces ocurrió el primero de los encuentros entre los pueblos del centro y los españoles.

“Los mexicas quisieron obtener información de ellos y tratar de ubicarlos en su propio marco cultural. Pensaban que podían ser personas extrañas, pero, a fin de cuentas, personas, o bien seres distintos de los humanos, no necesariamente divinidades, quizás algún tipo de tzitzimime”, señala el investigador.

Los mexicas y los españoles buscaron comunicarse mediante su respectiva lengua y señas, pero el resultado fue ambiguo. ¿Qué hicieron los mexicas? Utilizar el código gastronómico. Les ofrecieron a los españoles dos diferentes tipos de comida para descubrir qué tipo de seres eran: carne de guajolote, tortillas, atole, carne de xoloizcuintle, chapulines…, pero también humo de copal, sangre…, es decir comida divina, por si eran dioses.

Cuando vieron que los españoles comían las viandas, los mexicas supieron que estaban tratando con personas, aunque extrañas, en cuyos navíos traían animales muy raros, como caballos y perros entrenados para matar, distintos de los xoloizcuintles, que eran mansos y comestibles; asimismo, les llamó mucho la atención que casi todos fueran varones.

El diálogo con Hernán Cortés se pudo llevar a cabo gracias a que éste tenía como intérpretes a Jerónimo de Aguilar, quien hablaba maya y español, y a Malintzin, una mujer inteligentísima que se convirtió en la gran traductora, pues hablaba náhuatl y yucateco, y pronto aprendió español.

“Malintzin se convirtió en la gran traductora no sólo en términos lingüísticos, sino también culturales. Les explicó a los españoles las instituciones, los elementos religiosos, las costumbres del mundo mesoamericano. Cabe decir que su interpretación no siempre fue atinada; además, no siempre la entendieron.”

Shock

Cuando los mexicas conocieron las armas de fuego, sufrieron un shock porque no había nada similar en el mundo mesoamericano. Los españoles eran poco más de 450, pero disponían de artillería ligera y transportable, arcabuces, ballestas y caballos, los cuales les permitían tener una gran movilidad.

Los mesoamericanos estaban acostumbrados al combate cuerpo a cuerpo; así, frente al combate a distancia de los españoles con artillería y caballos, su experiencia guerrera resultó inefectiva.

Cada grupo indígena perseguía sus propios intereses en función de ciertas tácticas y estrategias. ¿Qué hicieron los mexicas? Seguir observando. Ellos eran los más poderosos y, como tales, los que tenían más que perder. Adoptaron una actitud de reserva, comprensible porque juzgaron que poseían el poder suficiente para vencerlos. Ahora sabemos que esto fue un error.

“La Conquista no fue un conflicto sólo entre Tenochtitlán y Hernán Cortés, sino entre todos los grupos indígenas. Algunos intentaron pasar inadvertidos, otros estar en primer plano y otros más aprovechar a los extraños. Se trató de un juego complejo. La decisión de los tlaxcaltecas es el mejor ejemplo de ello. Se aliaron a los españoles, suponiendo que los podían aprovechar, en especial para controlar el Valle Puebla-Tlaxcala y eliminar a sus enemigos”, comenta Pastrana.

Es significativo que la primera gran acción que emprendió Cortés después de su alianza con Tlaxcala haya sido la matanza de Cholula. Esta acción terrible convenía mucho a los tlaxcaltecas, pero poco a los españoles. Los primeros fueron los ganones de momento, si bien luego quedaron en segundo plano. De hecho, varias fuentes indígenas insisten en que los tlaxcaltecas manipularon a los españoles para asestar un golpe a Cholula, del cual no se repuso.

“A partir de la matanza de Cholula, los mexicas quedaron más impactados, aunque tardaron en advertir que los españoles estaban desarrollando una guerra distinta de la que se hacía en Mesoamérica, en la que buscaban inhabilitar al contrincante lo más rápidamente posible, sin concederle tiempo para reaccionar”, indica el investigador de la UNAM.

Grupos opuestos

Los indígenas esperaban pactar la guerra. Hay que recordar que estaban obsesionados con el prestigio del guerrero, que no se obtenía matando al enemigo, sino capturándolo para llevarlo al sacrificio. En cambio, la tradición renacentista dictaba que había que liquidar al contrincante.

“Ahora se sabe que fue un error político de los mexicas permitir la entrada de los españoles en Tenochtitlan. Había una fracción dentro de la Triple Alianza que consideraba que debían combatirlos de inmediato o impedirles la llegada. Pero se impuso la propuesta de dejarlos entrar y, en caso necesario, sitiarlos dentro de la propia ciudad.”

Se ha visto a Motecuhzoma Xocoyotzin como un emperador autócrata que no hacía caso a nadie, pero esto no era así. Había un consejo compuesto por dignatarios y representantes de las ciudades más importantes del centro de México: Tetzcoco y Tacuba, Ecatepec e Iztapalapa.

Pero mientras el gobernante de Iztapalapa, Cuitláhuac, se oponía a la llegada de los españoles a Tenochtitlan y era partidario de una reacción más enérgica y violenta en contra de ellos, el gobernante de Tetzcoco, Cacamatzin, sí deseaba que arribaran. O sea, los representantes de las ciudades no formaban un grupo monolítico, tenían diferencias entre sí.

“Esta situación ejemplifica los mecanismos políticos que los distintos grupos indígenas pusieron en marcha para determinar la naturaleza de los recién llegados, su grado de peligrosidad y si podían o no ser utilizados en su propio beneficio. La apuesta tlaxcalteca destacaba por ser la más audaz, sin duda”, apunta Pastrana.

Regalos

En el mundo mesoamericano, los regalos eran una prueba de poder, categoría, autoridad y riqueza. Quien poseía estos atributos estaba obligado a dar los regalos más suntuosos. Al enviárselos a los españoles, los mexicas les decían: “Nosotros tenemos riquezas, ustedes no. Nosotros somos poderosos, ustedes son nadie.” Por lo contrario, los españoles pensaban: “Nos están esperando, nos consideran seres superiores.”

El 8 de noviembre de 1519, Motecuhzoma Xocoyotzin y Cortés se vieron por vez primera en lo que hoy es el Hospital de Jesús, en la calzada San Antonio Abad. Cortés se presentó como embajador de un gran gobernante y habló del papa y de la religión cristiana. Cabe preguntarse cómo pudieron haberse traducido estos conceptos a la lengua náhuatl.

“Poco después, Cortés se dio cuenta de que su posición era endeble, por lo que echó mano de un recurso de guerra mediterráneo: tomar prisioneros. Esto generó en la sociedad mexica un profundo odio y rencor hacia los españoles y sus aliados indígenas.”

Es pertinente señalar que los mexicas se concebían a sí mismos como un pueblo destinado a hacer la guerra y dominar a los demás, y no como un pueblo segundón o llamado a pactar.

Al capturar a Motecuhzoma Xocoyotzin y varios gobernantes y dignatarios de Tenochtitlan y del resto de la Cuenca de México, los españoles cortaron la cadena de mando de los mexicas, lo cual limitó sus probables reacciones.

Los mexicas tenían una conciencia clara de que los españoles eran unos enemigos sumamente peligrosos que, además, recibían el apoyo de varios miles de indígenas de Zempoala y Tlaxcala a los que se les fueron sumando gente de otras poblaciones (algunos cálculos indican que por cada español había 100 indígenas respaldándolo).

“Se ha dicho que los mexicas veían a los españoles como entidades superiores. Pero las acciones que emprendieron con ellos fueron muy humanas. Su ritualidad fue la que se aplica entre humanos, no para entidades supuestamente divinas”, finaliza el investigador.

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