“♫♪Arrastrando la cobija…♪ y ensuciando la doctrina♫♪”

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No hace muchos meses venía acompañado de un buen policía ministerial con quien había hecho buena amistad luego de un largo recorrido por la Región Carbonífera, esto por lo del pago de programas sociales. Durante la conversación tocamos algunos temas, entre ellos las razones que ha de tener la iglesia para no permitir que quienes han sido llamados a ser sacerdotes o pastores de un grupo de fieles, no puedan contraer matrimonio. El que una persona se case y tenga relaciones sexuales no le quita la pureza, al menos es lo que un servidor piensa al estar unidos y bendecidos por la misma iglesia. Dos personas que se unen en matrimonio siendo ambas castas no tienen que dejar de serlo únicamente por el acto del coito. Si un día se encontrara un texto escondido en alguna catacumba de Arabia donde diga que Cristo se casó y tuvo hijos, eso no me escandalizaría, igual seguiría siendo puro y limpio porque quien lleva un matrimonio dentro de las reglas morales que esto implica, conserva su integridad y perfección. El problema surgió siglos atrás cuando un deschavetado cura se le ocurrió reglamentar que la castración masculina era lo ideal para que el hombre pensara únicamente en Dios.

Hoy, luego de muchos siglos de que la iglesia determinara que para ser sacerdotes los candidatos tenían que hacer ciertos votos, han sucedido tantas cosas aberrantes que ni con todo su resultado se han retractado de tan semejante opción. Existe, de hecho, un pasaje bíblico en el que se dice que llegará el día en el que los pecados de los hombres serán develados desde los techos de las casas y todo ello para su vergüenza.

La difusión que han dado las redes sociales hoy en día han permitido que ahora sí los pecados de los hombres puedan develarse desde cualquier ángulo y sin que nadie pueda o desee hacer algo para cambiarlo.

A últimas fechas cada vez son más y más las denominaciones religiosas que han sido avergonzadas al evidenciarse sus malsanos actos. Lo peor del asunto es que los fieles, principales promotores de las riquezas en las que viven sus líderes, los defienden a capa y espada contra la mismísima justicia.

Volviendo a la amena charla con el ministerial, llegó al punto de comentar que en cierta ocasión un sacerdote había intentado sobornarlo para que no lo detuviera cuando, sumido en sus bajezas, compartía amoríos con un joven y entre los matorrales. La parejahacía tiempo que compartían caricias y hombre de sotana le expuso que de ser evidenciado su delito, tu carrera eclesiástica estaba en riesgo. Se sucederían tantos problemas como no tenía idea. En momento alguno se habló del menor de edad, emocionalmente afectado. En todo momento el cura luchó por mantener blanco su manto aunque el alma de su compañero estuviera en riesgo.

Gracias a que mi buen compañero había cedido al soborno, hoy por hoy el sacerdote sigue oficiando y arreando  a una grey que sigue creyendo que Dios existe en su pastor. Casos de impunidad como este existen muchos hoy en día.

En la actualidad y desde hace ya algunos años, el Vaticano se ha visto bombardeado por innumerables quejas contra sacerdotes. Desafortunadamente y para mala suerte de quienes profesan el catolicismo, estas denuncias no progresan debido a que el que toma el cetro en lo más profundo de los pasillos del Vaticano, está manchado por el mismo pecado.

Hoy el planeta entero está lleno de personas que profesan y gritan a voz en cuello, que poseen la verdad. Con esta posesión, van recolectando cientos y cientos de hombres y mujeres que, víctimas de seductora palabrería, van convirtiéndose en presas de ladrones de guante blanco.

El cristianismo lleva una carga muy pesada encima. Dicha carga es justamente el poco valor que se le da a la doctrina de su fundador. Hoy los pasillos de los templos están contaminados por los sucios pies de quien se dice puro. Los altares están manchados por la sangre de machos cabríos sacrificados en lugar de corderos. Hoy el hombre que se dice de dios, pero que pertenece a la maldad, deambula por las calles arrastrando su cobija y ensuciando el cristianismo.

Al final de todo esto, el origen de toda esta tragedia está en el hecho de creer que para ser puro, es necesario el celibato. El cuerpo humano, tanto del varón, como el de la mujer, fueron creados por Dios o por evolución para desempañar una sagrada misión: Nacer, crecer, reproducirse y morir. Querer hacerse los astutos por meros caprichos doctrinales, lo único que causa es un natural desequilibrio y el resultado, ese ahí lo tienen, hombres llamados pastores arrasando su cobija empapada de pecados y de paso, ensuciando la doctrina, adieu.

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