DOONBEG, IRLANDA.- En un trozo de costa azotado por el viento en el oeste de Irlanda, una aldea somnolienta está preparándose para festejar a lo grande la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 20 de enero.
En el pub de la calle principal de Doonbeg, el propietario Tommy Tubridy ha desarrollado la habilidad de escribir las iniciales “DT” en las pintas de Guinness para celebrar al héroe local.
En las afueras de la aldea, Trump posee un campo de golf de lujo en el que invirtió millones y creó puestos de trabajo en una parte de Irlanda golpeada duramente por la crisis.
“Es muy popular en la zona, el 99.9% de la gente de aquí hubiera votado a Trump”, dijo Tubridy mientras secaba vasos y mostraba su talento para “escribir” en la espuma de la cerveza irlandesa clásica.
En gaélico, Doonbeg significa “pequeña fortaleza”, y en muchos sentidos esta zona remota golpeada por el océano Atlántico se ha convertido en el feudo irlandés de Trump.
Su complejo da trabajo directo a 300 personas en la temporada alta de verano y negocio a tiendas, bares y restaurantes, en el pueblo y más allá.
Los visitantes pueden esperar un viaje difícil por las estrechas y accidentadas carreteras que conducen al complejo, junto a una mala cobertura telefónica.
La mala infraestructura siempre ha sido una gran barrera para el progreso económico del lugar, y los lugareños elogiaron la decisión de Trump en febrero de 2014 de comprar la propiedad en las afueras de la aldea.
Aquel terreno es ahora conocido como “Trump International Golf Links and Hotel Ireland”.
Un complejo turístico que “es poca cosa”
John O’Dea, presidente de una organización sin fines de lucro que tiene como objetivo promover el comercio local, dijo que era “muy difícil” atraer nuevos negocios y la llegada de Trump fue considerada “una gran noticia”.
“Es muy importante para todo el condado de Clare, no sólo para Doonbeg”, dijo.
Durante la campaña de las elecciones presidenciales, Trump se refirió al complejo como “poca cosa”, pero ha invertido hasta 53 millones de euros (56 millones de dólares) desde que lo compró por un precio de 8.7 millones de euros durante el “crash” inmobiliario irlandés.
La victoria de Trump aumentó las esperanzas de nuevas inversiones, incluyendo una piscina y un centro de conferencias, aunque su declaración de que dejará sus negocios ha creado incertidumbre.
El estado de ánimo en el resto de Irlanda, un país con vínculos históricos con Estados Unidos debido a su gran diáspora, es mucho más oscuro.
Después de las elecciones de noviembre, Pat Leahy, corresponsal político en The Irish Times, capturó el sentimiento sombrío. “El mundo despertó el miércoles siendo un lugar más oscuro, más aterrador, más amenazador”, escribió.
“Primero Brexit, ahora Trump, el mundo está cambiando rápidamente de una manera que casi seguramente lamentaremos: no hay ningún lado bueno en esto”.
“Doonbeg en el mapa”
Doonbeg no ha escapado a las tensiones, sobre todo por la propuesta de construir un muro de 2.8 kilómetros de longitud y 4.5 metros de altura en una playa pública contigua a su propiedad para proteger el campo de golf de las tormentas de invierno.
Los críticos de Trump señalaron la ironía de que su demanda de permiso contuviera una referencia a los efectos del cambio climático en la costa, a pesar de que el magnate es conocido por dudar de este fenómeno.
Después de meses de batalla con los ecologistas y las autoridades de planificación, se vio obligado a dar marcha atrás a principios de diciembre a favor de una barrera subterránea más modesta.
Joe Russell, gerente general del complejo Trump, dijo a la agencia de noticias AFP que la razón principal era la falta de tiempo. “No nos sobra tiempo, necesitamos hacer algo rápido y esperamos conseguir la aprobación con esta propuesta”, dijo.
Fergal Smith, un surfista de la playa afectada que hizo campaña contra el muro, dijo que era una “victoria del sentido común”, describiendo el plan original como “ridículo”.
Es improbable que esta marcha atrás modere el entusiasmo por las celebraciones con ocasión de su toma de posesión y la de su vicepresidente,Mike Pence, cuyos bisabuelos proceden de Doonbeg y que todavía tiene relaciones de parentesco lejanas con la población de 900 habitantes.
La aldea espera que la inauguración anime a la gente a visitar y a extender la temporada festiva hasta finales de enero, según la hija de Tubridy, Suzanne, que lo ayuda a dirigir el negocio.
“Esto realmente ha puesto Doonbeg en el mapa, será el lugar donde estar ese fin de semana, eso es seguro”, dijo.
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