Un enemigo de prioridad para Estados Unidos

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Las amenazas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a Corea del Norte han despertado una nueva preocupación por la relación entre ambos países. Desde hace décadas la tensión entre Washington y Pyongyang es una constante, en la que el reto estadounidense es evitar que los norcoreanos, ese régimen hermético con alta presencia de la idiosincrasia militar, desarrollen un programa nuclear que los acerque a la bomba atómica.

La relación, al menos en la era moderna, nunca tuvo puntos álgidos. Ya había una gran dosis “de desconfianza y tensión entre ambos países incluso antes de que Trump fuera presidente”, asegura a Lisa Collins, asociada del programa sobre Corea del Center for Strategic and International Studies (CSIS), a EL UNIVERSAL. Sólo hay un elemento que habría cambiado el panorama: la urgencia por solucionar la escalada armamentística, militar y nuclear de Pyongyang. “La situación es más urgente y Corea del Norte es una prioridad mayor que con la administración de Barack Obama”, explica a este diario Scott Snyder, director del programa de políticas EU-Corea del Council on Foreign Relations (CFR).

Según los datos del CSIS, hace tiempo que se preveía que esta primavera iba a haber nuevos tests de misiles balísticos y armas nucleares (ayer se registró un lanzamiento fallido de misil).

Para Collins, lo que ha cambiado en la relación entre EU y Corea del Norte son las declaraciones públicas del presidente estadounidense. En las últimas siete décadas, explica, “ha habido momentos en los que hubo serias crisis”, e incluso se flirteó durante la administración Bill Clinton con un ataque preventivo. Finalmente se descartó y se optó por el diálogo y la diplomacia. “Las tensiones inmediatas, pero los retos más amplios de la relación se mantuvieron”, recuerda Snyder.

Trump, en cambio, es mucho más frontal, no tiene reparo en mostrar públicamente a través de Twitter o entrevistas televisivas su preocupación sobre la situación norcoreana. Algo que da alas a la “propaganda” de Pyongyang. “Creo que el presidente Obama estaba probablemente igual de preocupado que el presidente Trump sobre el problema norcoreano, pero no era tan explícito sobre sus preocupaciones y la política estadounidense hacia Corea del Norte”, argumenta.

El miedo real es que, con el aumento de la tensión y la escalada militar, termine estallando un conflicto armado en la península de Corea o en la región asiática. Collins descarta esa opción porque los países que estarían involucrados (EU, Corea del Sur, China, Rusia, Japón) tienen “demasiado que perder”. Snyder, en cambio, dice: “Sí, puede haber un conflicto militar”.

Sin embargo, los expertos son cautos, en parte por lo imprevisibles que han sido los primeros pasos de la nueva administración estadounidense. “Tenemos muy poca información concreta sobre la política de Trump hacia Corea del Norte y no sabemos todavía qué pasos va a dar para implementar esa política una vez se formule”, resume Collins.

El republicano ha pasado toda la presión de la resolución del “problema” a China, principal socio de Corea del Norte. “Espero que China continúe jugando un rol constructivo en animar a Corea del Norte a abandonar sus armas nucleares y transformar su economía”, confía Collins. Eso significa involucrarse en la alianza internacional preocupada por la amenaza norcoreana, la aplicación estricta de sanciones y el fin de la connivencia en términos económicos y comerciales, que han permitido que el régimen de Kim Jong-un se haya podido abastecer de material para acelerar su carrera nuclear.

Más pesimista es el experto del CFR. “No creo que China vaya a hacer lo que EU le ha pedido”, se resigna Snyder. De ser el caso, Trump ha prometido que está dispuesto a actuar de forma “unilateral”, pero con sus socios internacionales.

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