ESTADOS UNIDOS. – Los socios comerciales de Estados Unidos en gran medida no han logrado tomar represalias contra los amplios aranceles impuestos por la administración de Donald Trump. Esta respuesta tímida del resto del mundo le ha permitido a Trump, un presidente criticado por “siempre acobardarse”, recaudar casi 50 mil millones de dólares adicionales en ingresos aduaneros a bajo costo político y económico, de acuerdo con el diario británico Financial Times.
Cuatro meses después de que Trump lanzó la primera salva de su nueva guerra comercial, solo China, Brasil y Canadá se han atrevido a contraatacar a Washington. Mientras tanto, Estados Unidos impuso un arancel global mínimo de 10%, gravámenes del 50% al acero y al aluminio, y 25% a los automóviles, elevando sus barreras comerciales a niveles no vistos desde la década de 1930.
Como resultado, los ingresos estadunidenses por derechos de aduana se dispararon a un récord de 64 mil millones de dólares en el segundo trimestre del 2025, 47 mil millones más que en el mismo período del año pasado, según datos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos publicados el viernes. Tan solo en mayo, el gobierno estadunidense recaudó cerca de 23 mil millones de dólares en aranceles, un incremento de 270% interanual, lo que contribuyó a reducir el déficit fiscal mensual.
En contraste, los aranceles de represalia de China contra importaciones estadunidenses, que han sido los más sostenidos y significativos de cualquier país, no han tenido el mismo efecto recaudatorio. Los ingresos totales por derechos de aduana en China fueron solo un 1.9% más altos en mayo de 2025 que el año anterior, señal de que sus contraataques han tenido un impacto limitado.
Sumadas a las represalias muy puntuales de Canadá (que aún no ha publicado datos aduaneros del segundo trimestre), las tarifas impuestas a las exportaciones estadunidenses por países de todo el mundo representan una fracción minúscula de lo que recauda Estados Unidos en ese mismo período. Varios otros socios comerciales de Estados Unidos han preferido no responder con aranceles equivalentes mientras negocian con Washington, con la esperanza de evitar gravámenes aún más altos.
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Temor a una escalada económica y respuestas cautelosas
La Unión Europea, el mayor bloque comercial del mundo, inicialmente planeó contraatacar con sus propios aranceles, pero ha postergado repetidamente su implementación. Ahora la UE vincula cualquier represalia a la fecha límite del 1 de agosto fijada por Trump para lograr acuerdos negociados.
Trump elevó la apuesta al anunciar en julio la imposición de aranceles del 30% a las importaciones de la UE y México a partir del 1 de agosto si no hay acuerdo. Sin embargo, esa decisión no provocó una reacción contundente en Bruselas. Altos funcionarios estadunidenses, incluido el secretario del Tesoro, Scott Bessent, se comunicaron entre bastidores con líderes europeos para aconsejar cautela, según fuentes confidenciales al FT.
Incluso dentro de un bloque unificado como la UE, los intereses encontrados de sus Estados miembros y el temor a que un enfrentamiento abierto con Trump pueda socavar las garantías de seguridad de Estados Unud hacia Europa, han generado una intensa prudencia.
Expertos en cadenas de suministro señalan que el costo de los aranceles de Trump no recae únicamente sobre los consumidores estadunidenses. Muchas marcas internacionales han buscado distribuir el impacto de los aumentos de costos en distintos mercados para minimizar el golpe en Estados Unidos. Simon Geale, vicepresidente ejecutivo de la consultora de abastecimiento Proxima (propiedad de Bain & Company), explica que grandes compañías globales como Apple, Adidas o Mercedes intentarían mitigar el efecto de los aranceles.
“Las marcas globales pueden intentar absorber parte del costo arancelario mediante abastecimiento inteligente y ahorros de costos, pero la mayoría tendrá que distribuirse entre otros mercados, porque los consumidores estadounidenses podrían absorber un aumento del 5 por ciento, pero no del 20 o incluso del 40”, dijo Geale.
Paradójicamente, a pesar de que los aranceles estadunidenses han escalado a niveles no vistos desde la Gran Depresión, la tibia respuesta internacional ha evitado por ahora una espiral de represalias como la que diezmó el comercio global entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Economistas apuntan a que la posición dominante de Estados Unidos como mayor mercado de consumo del mundo —sumada a las amenazas de Trump de redoblar los aranceles contra los países que lo desafíen— significa que para la mayoría de las naciones la decisión de “acobardarse” ante Washington no es cobardía, sino sentido común económico. Un modelo de la consultora Capital Economics concluyó que una guerra comercial altamente escalada, en la que la tasa arancelaria recíproca promedio llegara al 24%, reduciría el PIB mundial en un 1,3% en dos años. En cambio, si las tarifas se mantienen en torno al 10% actual, el impacto estimado sería de solo 0.3% en el PIB.
“A diferencia de la década de 1930, cuando los países tenían relaciones comerciales más equilibradas, el mundo actual se caracteriza por un sistema radial con Estados Unidos como centro”, afirmó Marta Bengoa, profesora de Economía Internacional en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CCNY).
“Eso hace que las represalias sean económicamente menos deseables para la mayoría de los países, incluso cuando podrían ser políticamente satisfactorias”. Alexander Klein, profesor de historia económica en la Universidad de Sussex al FT, añade que consideraciones de corto plazo —reducir la exposición a los aranceles y minimizar el riesgo de inflación— están guiando la mayoría de las negociaciones con Trump, lo que le ha dado a la Casa Blanca la ventaja. “Me gustaría pensar que los líderes estaban aprendiendo las lecciones de la historia, pero me temo que es optimista. Lo más probable es que la UE, Canadá y muchos otros gobiernos teman el impacto de la escalada en los vínculos de suministro global y la inflación —dijo—. A Trump le importa menos eso, así que se está aprovechando de ello”.
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América del Norte entre la negociación y la presión
El principal socio comercial de EE.UU., México, optó por no tomar represalias después de que Washington impuso en marzo un arancel del 25% a exportaciones mexicanas no cubiertas por el T-MEC. Desde el inicio de las conversaciones con Trump, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum dejó claro que prefería alcanzar un acuerdo negociado en vez de entrar en una guerra arancelaria.
Tras el anuncio de Trump de aplicar un arancel general del 30% a los productos mexicanos a partir de agosto, Sheinbaum expresó esta semana su confianza en lograr un arreglo antes de la fecha límite. Durante su conferencia matutina, subrayó que su gobierno trabaja para evitar que el arancel del 30% “dañe la economía mexicana y sobre todo los empleos”, y aseguró que continuarán las negociaciones para llegar a un pacto el 1 de agosto.
La incapacidad del resto del mundo para unirse y enfrentar colectivamente las amenazas arancelarias de Trump también le ha dado al presidente estadunidense más margen para apuntar a países de forma individual. La semana pasada, por ejemplo, Trump impuso un arancel del 50% a Brasil, alegando justificaciones principalmente políticas para castigar al gigante sudamericano por la “persecusión” de su aliado, el expresidente Jair Bolsonaro.
“Trump ha dejado claro que está dispuesto a aumentar aún más los aranceles ante las represalias”, señaló Bengoa, de CCNY. “Muchos países aprendieron de la guerra comercial de 2018-2019 que las represalias a menudo conducen a contrarrepresalias en lugar de soluciones negociadas”.
Incluso Canadá, uno de los pocos que sí respondieron a Trump, ha sido cauto al antagonizar a Washington. En febrero y marzo, Ottawa impuso aranceles de represalia por casi 155 mil millones de dólares canadienses (unos 120 mil millones de dólares), incluyendo gravámenes al acero y autopartes estadunidenses. Sin embargo, en las últimas semanas Canadá dio marcha atrás en algunas medidas ante la intensa presión de Estados Unidos, a pesar de las promesas de campaña del primer ministro canadiense Mark Carney de confrontar a Trump.
Dado que el comercio con Estados Unidos representa el 20% del PIB canadiense, frente al 2% del estadounidense, Carney ha calibrado cuidadosamente sus respuestas. Por ejemplo, descartó un impuesto a los servicios digitales bajo presión de la Casa Blanca y se abstuvo de igualar la decisión de Trump el mes pasado de duplicar los aranceles al acero al 50%. “La retórica de Carney, que buscaba mantener la calma, funcionó durante la campaña electoral, pero no podemos confrontar a Estados Unidos”, reconoció Dan Nowlan, ex asesor del primer ministro canadiense Stephen Harper. “Ahora es un enfoque mucho más realista”.
Diplomáticos dicen que si el mundo finalmente logrará unirse para enfrentar a Trump dependerá, en parte, de dónde se estabilicen los niveles arancelarios alrededor de la fecha límite del 1 de agosto.
El comisario de Comercio de la UE, Maroš Šefčovič, declaró esta semana que un arancel del 30% a las exportaciones europeas no dejaría al bloque sin nada que perder, ya que el comercio transatlántico sería prácticamente inviable bajo esas condiciones. Añadió que la UE estaba en conversaciones con socios comerciales afines sobre posibles medidas conjuntas de respuesta, en caso de que la situación escale.
A más largo plazo, la falta de represalias también daría a las empresas estadunidenses un pase relativamente libre en las cadenas de suministro globales, mientras que los fabricantes de Europa y Asia todavía enfrentan aranceles elevados para vender en Estados Unidos, apunta Creon Butler, director de economía global en Chatham House. “El cálculo es a corto plazo versus a largo plazo”, explicó Butler a Los Angeles Times. “Tiene sentido no tomar represalias a corto plazo, pero a largo plazo, hay un cálculo para otros países sobre hasta qué punto vamos a luchar por las cadenas de suministro globales fuera de Estados Unidos”.
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