FRANCIA.- La tortuga Jonathan, la cual nació poco después de la muerte de Napoleón, ahora es oficialmente el animal terreste más viejo del planeta al cumplir, se calcula, 190 años en la isla de Santa Elena, donde el emperador francés murió exiliado en 1821.
Expertos calculan que Jonathan nació en 1832 y cinco décadas después la tortuga fue llevada a ese remoto territorio británico en el Atlántico sur desde las islas Seychelles, de donde es originario, tras revisar la medidas de su caparazón.
Pero su edad es solo una estimación: una fotografía tomada a su llegada en 1882 muestra que entonces ya tenía al menos 50 años, pero seguramente sea más viejo.
Ahora vive una cómoda jubilación en la residencia oficial del gobernador de Santa Elena, donde su cumpleaños se celebra durante todo el fin de semana con actos que incluyen la emisión de un sello especial.
Su imagen ya figura en las monedas de 5 céntimos y los tampones de inmigración de esta isla de 4 mil 500 habitantes.
Los festejos culminan el domingo con una “tarta de cumpleaños” hecha con los alimentos favoritos de Jonathan. Le gustan especialmente las zanahorias, la lechuga, el pepino, las manzanas y las peras, según sus cuidadores entrevistados por la AFP en 2017.
A pesar de su avanzada edad, y de haber perdido la vista y el olfato aunque conserva un oído intacto, tiene predilección por una tortuga hembra llamada Emma, una jovencita de unos 50 años.
“Le oigo regularmente en el césped retozando con Emma. Pero tengo que vigilarlos cuando entran en acción porque las tortugas pueden rodar sobre el lomo y no volver a levantarse. ¡Eso no estaba en la descripción de mi cargo!”, dijo la entonces gobernadora Lisa Phillips.
A principios de este año, Jonathan recibió el récord Guinness de los récords como el animal terrestre vivo más viejo del mundo, y este mes también fue nombrado la tortuga más vieja de la historia.
“Si pensamos que nació en 1832 (…) ¡dios, cómo ha cambiado el mundo!”, exclamó Joe Hollins, veterinario jubilado que es hoy el principal cuidador de Jonathan.
Aunque esperan que siga viviendo muchos años más, las autoridades de Santa Elena ya han hecho planes para la eventual desaparición del venerable quelonio: su caparazón se conservará para la posteridad.
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