“Tamaulipas en tiempos de la influenza”

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No sé si el resto del país lo esté, pero en el norte de Tamaulipas escandalizados estamos por la noticia que el Servicio Meteorológico Nacional ha anunciado como el frente frío número 14. Sería un frente como cualquier otro si no fuera porque se ha solicitado tener cuidados más que extremos con los niños, los ancianos y los enfermos al pronosticar tormentas severas, fríos congelantes de hasta menos 5 grados y caída de agua nieve. En pocas palabras, por horas hemos vivido visualizándolo como una cruda, horrible y dramática escena de Hollywood en la que las ciudades quedan bajo la nieve luego de compras de pánico y cuerpos muertos por hipotermia regados por todos lados.

Lo bueno que poseemos en el norte de México es el hecho de que nuestros cuerpos se han visto forzados a aclimatarse a temperaturas veraniegas de hasta cincuenta grados centígrados y menos quince en el invierno. Eso no ha vuelto poderosos ante los embates del fuego canicular y lo gélido los principios de año.

Leyendo algunos diarios de circulación regular en Ciudad Victoria y Nuevo Laredo, llama la atención que el pánico por tal noticia en realidad existe. Se evidencia en largas filas de autos proveyéndose de gas doméstico, alimentos, ropa invernal y hasta calentadores de leña. De a poco las clínicas han comenzado a sentir los efectos del naciente invierno con la visita de derechohabientes buscando vacunas contra los resfriados comunes, gripes, faringitis, bronquitis, y neumonías.

Hablando justamente del pánico causado por el SMN, así como el miedo ocasionado hace algunos años por la llamada Influenza H1N1, me viene al recuerdo una de mis aventuras callejeras por Nuevo Laredo. Creo sucedió tres o cuatro días después de que se anunciara con gran alarma que una mortífera enfermedad apodada como Gripe porcina se empezaba a posesionar de todo. Conocí a una linda chica a la que llamaréViviana. La vislumbré una de esas noches en las que la hormona me amenazaba a punta de fusca a salir en busca de algo que me calmara la libido. El reloj marcaba la una de la madrugada. Manejando con carisma llevé mi auto por una de esas avenidas solitarias en las que sin duda podría encontrar algo que apaciguara aquello que de a poco me consumía. A penas volteé por la calle César López de Lara y justo frente a un bellísimo hotel Colón me encontré todo un mercado de sexo. Había de todo, desde sensuales gorditas hasta flacas candorosas; desde grotescos homosexuales hasta chicos de apariencia tan provocativa que hasta el más macho desearía solicitar sus servicios.

Tardé en dar con algo que me convenciera y es que todo hice menos extraviar la fe en que aquella podría ser una buena noche. No sé cuántas vueltas di pero justo cuando opté por tomar el rumbo de retorno a casa vi frente a una enorme casona rústica de la avenida Reforma una linda chica que avanzaba con aire sombrío y melancólico. Bajé la velocidad. Volteó a mirarme. Por mi parte respondí a su tímido atisbo con un ligero saludo de mano a distancia. Sin más preámbulos se acercó topándome sorpresivamente con un símil de chica hindú cubriéndose medio rostro, sólo que ésta con un cubrebocas.

Era una damita que por su aspecto llegué a pensar en el por qué siendo tan bella vino a terminar como dadora de caricias y no como una distinguida secretaria o alta ejecutiva.

Es muy común que con este tipo de servidoras públicas uno no tenga que utilizar un vocabulario muy amplio para conseguir sus servicios. Parecen ser omnisapientes, comprenden de inicio nuestras miradas descifrando en cuestión de segundos hasta las más profundas intenciones. Ven en cada movimiento lo que ha de seguir. Hasta podría asegurar que con sólo vernos pueden saber a conciencia si hemos de servirles en la cama o no. Desde que abordan el auto la tarifa va subiendo como taxímetro e irá cuesta arriba según sea lo que de ella se solicite.

En segundos nos presentamos, planeamos, abordó el auto, medio aceleré y le ofrecí una de mis cervezas. No se hizo del rogar. Limpió con un pañuelo la lata, medio se subió el tapabocas y se satisfizo a fondo.

Circulamos por Donaldo Colosio y justo al llegar al zoológico me dijo: Voltea por aquí porque por ahí vive mi marido. Me hice el sordo con respecto a lo último mas no con lo primero. Reversé y opté por conducirme de una vez por todas hacia un conocido hotel ubicado en las afueras de la ciudad.

─¿No piensas quitártelo?─Le pregunté a quemarropa y refiriéndome al cubrebocas.

─No me lo pedirías si te dijera que no eres el primero de la noche.

─…

─Es tiempo de prevención─advirtió.

─Mírame, evidentemente no tengo ningún síntoma de la influenza─expuse medio ofendido.

─No se presenta de inmediato─Rebatió sabiondamente─pero no te preocupes prometo dejarte satisfecho terminado el tiempo─ cerró.

Arribando al hotel nos recibió un joven que al igual que mi compañera portaba un cubre bocas y guantes. Sonreí limitándome a pagar el acceso, escuchar el número de la habitación a ocupar y recibir de su parte la llave. Sin perder tiempo nos dimos un duchazo y cuando salí del baño con toda la tibieza del mundo sobre mi ardiente cuerpo, la encontré tirada sobre la amplia cama y boca abajo como toda una maja desnuda. Con toda mi virilidad a flor de piel me acerqué con la única intención de pasar la mejor de mis noches.Al sentir mi proximidad volteó el rostro topándome con la cruda pesadilla de que portaba el cubre bocas, un par de guantes y sobre el buró un gel antibacterial.

─Junto al gel está lo tuyo─me dijo.

Simplemente no lo podía creer y confieso que me sentí un completo estúpido poniéndome todo aquel conjunto de cosas apestosas a hospital frente a la chica más bella del mundo.

Apenas me metí entre las sábanas me dijo:

─No olvides el condón.

─ ¡Demonios!─Pensé con ira y para mis adentros por todas aquellas arbitrariedades.

Muchas veces escuché decir, bueno, yo mismo llegué a decirlo, que con condón no se sentía igual. Créanme que besar sin sentir los labios, tocar sin sentir la fina textura de la piel, tampoco. Concluida esta historia cualquiera diría que fue un encuentro de muerte y desazón, sin embargo, aquella noche disfruté al máximo del placer compartido y que aunque pagado y siguiendo todas las precauciones fue sin duda una manera muy singular de hacer el amor. Nunca le vi completamente el rostro, nunca sus manos, pero lo que me permitió ver, lo que me dejó hacer, fue indudablemente mágico aun cuando el amor en tiempos de la influenza acá en Tamaulipas pareciera por esos días casi imposible.Adieu.

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