Talibanes se enfrentan a civiles por bandera; reportan 2 muertos

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AFGANISTÁN.- Los talibanes reprimieron este miércoles su primera revuelta civil desde que el domingo proclamaran su victoria en Afganistán, al enfrentarse a cientos de manifestantes que pedían mantener la bandera nacional y no sustituirla por la insurgente.

La protesta por la bandera tuvo lugar en Jalalabad, capital de la provincia oriental de Nangarhar, cuando “los manifestantes quisieron colgar la bandera tricolor nacional, en vísperas (del aniversario) de la independencia de Afganistán del Imperio Británico”, explicó a EFE un testigo, que pidió el anonimato.
Los talibanes reaccionaron “disparando al aire” y golpeando a algunos de los presentes, entre ellos a periodistas, mientras pedían que la substituyesen por la bandera blanca inscrita con la declaración de fe islámica, que representa su Emirato Islámico.

Pero tras la mediación de líderes tribales, los insurgentes aceptaron finalmente que se colgara la bandera “hasta que se establezca el nuevo gobierno” talibán, resolviéndose así un conflicto que dejó al menos dos muertos y varios heridos, según recoge la prensa local afgana.

Tras la caída de Kabul el pasado domingo en manos de los talibanes, como parte de una rápida ofensiva que en poco más de una semana logró hacerse con el control de casi todo el país, muchos afganos se sorprendieron de que en un principio los insurgentes mantuvieran la bandera tricolor afgana ondeando.

Sin embargo, parece que no ha sido más que un espejismo, y poco a poco avanza la bandera blanca talibán en Afganistán, como se pudo ver ayer en la primera rueda de prensa en público en dos décadas de guerra del principal portavoz insurgente, Zabihulla Mujahid.

Mientras los talibanes se asientan en el país, el depuesto presidente afgano, Ashraf Ghani, defendió este miércoles su rápida huida de Afganistán, al asegurar que lo hizo para evitar un “derramamiento de sangre”, y negó las acusaciones de que hubiera escapado con grandes cantidades de dinero, como se ha comentado.

“Si me quedo, hubiera sido testigo de un derramamiento de sangre en Kabul. Mi misión era que, por ansias de poder, Kabul no iba a convertirse en otro Yemen o Siria”, aseguró Ghani, en su primer intervención pública desde que huyó el domingo de Afganistán.

Tras muchas especulaciones, el depuesto presidente afgano también confirmó que se encuentra en Emiratos Arabes Unidos, como había anunciado este país solo unas horas antes, después de que se especulara con la presencia de Ghani en Tayikistán, que hace frontera con Afganistán, Uzbekistán e, incluso, Omán.

El expresidente afgano aseguró también que su marcha del país fue muy rápida y sin poder de reacción, en la que “las fuerzas de seguridad tuvieron todo en sus manos, bajo su control”, por lo que apenas le dio tiempo a llevar nada consigo y “lamentablemente” incluso tuvo que dejar tras de sí “documentos confidenciales”.

Así, que se diga “que me llevé dinero, es algo que no tiene ningún tipo de fundamento, son mentiras, y se puede averiguar su falta de fundamento por los funcionarios de aduanas y otras autoridades”, remarcó, después de que se llegara a decir que se llevó consigo en la aeronave baúles repletos de dinero.

Caos en el aeropuerto de Kabul

A los que les cuesta mucho más tomar un vuelo de evacuación es a los miles de afganos que se concentran en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, víctimas del caos y la falta de organización, que hacen casi imposible entrar en el recinto, incluido para aquellos que han sido convocados por las embajadas.

“Estoy pasando aquí los días y las noches más difíciles de mi vida”, reconoce a Efe entre lágrimas Bashir, de 41 años, y padre de seis hijos. Cada vez que intentan acercarse a la puerta, dice, los guardias de seguridad les empujan de vuelta.

Miles de personas, entre ellas niños y ancianos, llegados de Kabul y de otras provincias afganas, pasan los días y las noches frente a las puertas cerradas del aeropuerto, para que solo unos pocos, tras largas horas bajo el sol con empujones, caídas y un volver a levantarse, logren entrar.

Y es que cada pocos minutos, una estampida hace que decenas de personas, debilitadas por el calor y las largas horas de espera, caigan inconscientes empujadas por la multitud, mientras los niños gritan y lloran y sus familiares tratan de evitar que los pisoteen.

En la entrada solo unos pocos soldados estadounidenses y afganos, que se negaron a rendirse a los talibanes, evitan que la muchedumbre se abalance sobre la puerta, pero nadie trata de facilitar el paso por un cuello de botella por el que es casi imposible acceder.

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