El próximo 2 de octubre, Río de Janeiro va a votar por un nuevo alcalde. Eduardo Paes, del PMDB —el partido del presidente interino Michel Temer—, deja la ciudad luego de siete años intensos en los que, además de los Juegos Olímpicos, hubo un Mundial de Fútbol, Juegos Militares, un concierto de los Rolling Stones y una visita del papa Francisco.
Muchas voces críticas se alzan en torno a los perjuicios que vienen con esta cadena y una de las más oídas es la de Marcelo Freixo, quien en 2014 fue el diputado estatal más votado de Brasil y que ahora está en segundo lugar en la disputa por la alcaldía de Río, detrás del obispo evangélico Marcelo Crivella.
“Con estos megaeventos, la ciudad de Río se convirtió en un producto en sí misma”, dijo en su búnker del antiguo barrio de Glória.
Freixo, quien lleva nueve años como diputado estatal, comenzó su carrera en el PT de Lula pero rompió con él tempranamente y se fue al PSOL (Partido Socialismo y Libertad), más a la izquierda. Luego, en 2008, lideró una comisión investigadora parlamentaria contra las milicias (parapoliciales que ofrecen “protección” en las favelas) y detuvo a más de 200 personas. Con ese episodio inspiró un personaje de la película “Tropa de élite 2”, la más vista de la historia del cine brasileño, al tiempo que era seriamente amenazado de muerte. “Él es la principal novedad de la izquierda de Brasil en los últimos años”, admitió un hombre del PT que pidió el anonimato.
¿Cómo se discutió, en los últimos años, el tema de los Juegos Olímpicos en la Asamblea Legislativa del estado de Río de Janeiro?
—Con una preocupación muy grande frente a las posiciones del PMDB. Hemos tenido una agenda internacional muy cargada para una ciudad que se ha convertido en un negocio con muy poca participación de la gente.
Pero a pesar del negocio, el estado está tan endeudado que decretó en junio la emergencia económica. ¿Cómo se llegó a eso?
—La ciudad tiene una geografía muy positiva y recibe muchas inversiones, pero no sirven para equilibrar la balanza: el estado siempre pone más. En 2007, la deuda estatal era de 40 mil millones de reales. Hoy, de 110 mil millones. El estado pide préstamos y gasta más de lo que recauda. Luego, la mentalidad es reducir al sector público y buscar eficacia tercerizando. Esa lógica viene acompañada con represión. Por eso Río es violento, desigual y caro.
¿Qué análisis hace de lo que está ocurriendo mientras los Juegos Olímpicos se desarrollan?
—A la población brasileña le gustan las Olimpiadas, pero sabe que la ciudad tiene inconvenientes: gravísimos problemas de transporte, precios caros… Río tiene 6.5 millones de habitantes, pero es una ciudad que sólo disfruta el 20% más pudiente. Las zonas norte y oeste parecen no existir y las favelas tienen un nivel de pobreza muy grande. El barrio de Gavea tiene un índice de desarrollo humano similar al de Noruega, pero el de la favela de Rocinha es como el de Botswana. Y Gavea y Rocinha están separadas por 500 metros.
Las protestas políticas tuvieron su auge en 2013. ¿Para qué sirvieron?
—Fue un año de mucha movilización, con una agenda progresista. Pero las cuestiones que entonces fueron planteadas todavía no tienen respuesta.
¿El “impeachment” de la presidenta Dilma Rousseff puede ser considerado una consecuencia de 2013?
—Más o menos. El “impeachment” es una reacción de un grupo muy conservador ante un gobierno muy malo. En la era de Lula hubo avances importantes, como la reducción de la pobreza y el aumento del salario mínimo, pero también faltó una reforma agraria. El gobierno de Dilma siguió una agenda desastrosa. Y ahora estamos peor. Brasil vive una crisis política muy grande.
¿Cuál va a ser el legado de los Juegos Olímpicos?
—Entiendo que será el deseo de la gente de participar más en las decisiones del poder público.