Cuánta razón tuvo el político y célebre potosino Librado Rivera al expresar que si la patria fuera como una madre cariñosa que da abrigo y sustento a sus hijos, que si se les diera tierras y herramientas para sembrar, nadie, pero nadie abandonaría su patria para ir a mendigar el pan a otros países en donde se les desprecia y se les humilla.
La historia de la migración hacia los Estados Unidos es tan antigua como yo que ahora escribo y como usted que ahora lee. La migración es el resultado de una reacción muy humana, esto es, la necesidad de sobrevivir al caos. Es una reacción muchas veces desesperada por encontrar aunque sean migajas en un país que de segurolo discriminará por una causa o por otra. Obviamente esto no aplica únicamente en América. A lo largo de la historia de la humanidad toda Europa y Asia ha contado con gigantescas migraciones.
Las personas se abalanzan y pierden toda cordura cuando luego de días un convoy de la cruz roja llega con alimentos y medicinas. El hambre no perdona y la dignidad es lo que menos importa cuando en casa alguien espera.
La escritora chilena Isabel Allende, ha dicho que el exiliado siempre mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance.
Somos prejuiciosos cuando damos por hecho que una caravana de migrantes viene a destruirlo todo; codiciosos cuando opinamos en redes sociales que ojalá y perezcan en el camino antes que vengan a consumir nuestro maíz, nuestros animales; orgullosos cuando decimos que lo que tenemos lo hemos ganado y que nadie, por más hermano nuestro que sea, puede venir a arrebatárnoslo.
Cada vez son más los mexicanos que cruzan a los Estados Unidos. Muchos son abatidos en la frontera por la migra y otros muchos perecen en las turbulentas aguas del Rio Bravo. Claro, sin contar con los eliminados por los cárteles de la droga. Sentimos tristeza por los ahogados, pero coraje por los muertos a manos de los de migración.
Odiamos y no deseamos otra cosa que venganza. Los nuestros se han ido por mejorar sus vidas y en el intento han muerto, muchas veces, de manera onerosa. Existen historias de mujeres violadas, niños secuestrados y hombres desaparecidos. Odiamos al gringo cuando humilla a uno de nuestros. Nos pavoneamos de ser hospitalarios y ajenos a contiendas bélicas. Apoyamos la paz y cantamos el himno nacional con mucha pasión… ¡Fatuos que somos!Falsos y desvergonzados al no creer que alguien en realidad busque un futuro más prometedor para su familia. Alguien dijo por ahí que los delincuentes no llevan a sus hijos en brazos. No podemos juzgar que el cien por ciento de la caravana de migrantes son personas incultas.
La inmigración en masa no es selectiva. El terror y la necesidad de huir hacen que tomes lo más necesario y vayas sin pensarlo dos veces. La caravana seguramente trae consigo mecánicos, soldadores, amas de casa desesperadas. Qué idiotas solemos ser cuando presumimos que México es nuestro cuando nuestra depravada actitud diaria únicamente lo devasta con nuestra falta de cultura y sociabilidad. México es libre y todos cuantos vengan a él lo serán. Al menos eso es lo que deseamos de los nuestros en el extranjero. Porque eso sí, deseamos que Donald Trumpacoja alos nuestros, los mime, les de becas, oportunidades de trabajo y estudio ¿pero nosotros que hacemos? ¡Sáquenlos! ¡Son delincuentes! ¡México es nuestro!, y muchas otras frases emergieron de nuestras inmundas bocas en un afán de abrazar a nuestra patria como si estuviera amenazada de muerte. Acogemos al narco y no decimos nada. Acogemos a los chinos matando nuestro comercio, mimamos a los turistas gringos que vienen a ensuciar nuestras playas, etc. Hacemos esto y hacemos lo otro pisoteando el verde, blanco y rojo sin vergüenza.
La desesperación ciertamente llevó a muchos caravaneros a cometer el único ilícito de cruzar una línea divisoria. Señores, las fronteras separan a los seres humanos.
Queremos que Trump renuncie al muro, pero nosotros elevamos un cercado. Claro, esto no esuna invitación ni un llamado a la inmigración en masa, pero consideremos que América en sí eslibre. No busquemos imitar a nuestros vecinos del norte asesinando a quien brinca la empalizada.
No juzguemos antes de tiempo porque nunca sabemos en qué momento nuestros pies serán los suplicantes en la frontera de cualquier país. Pensemos que un día bien podríamos ser nosotros lo que solicitemos asilo a Honduras o a cualquier otro país extranjero.
Nosabemos si un día el destino nos pondrá un alto, un hasta aquí, para hacernos saber que el orgullo, la vanidad, el despotismo, la miseria, la brutalidad verbal que estamos utilizando contra nuestros hermanos inmigrantes es vergonzoso y que es nuestro turno de padecerlo. Adieú.
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