ESTADOS UNIDOS.- Un incremento en el número de familias y niños que cruzan el río Bravo hacia el sur de Texas obligó a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) a solicitar aviones que permitan a la administración de Joe Biden transportar migrantes a estados cercanos a la frontera con Canadá para su procesamiento, según dos funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), mencionó The Washington Post.
Estados Unidos no está enviando a los migrantes a Canadá, sino que busca mandarlos a estaciones fronterizas, a lo largo de la frontera con Canadá, donde hay personal y espacio.
De acuerdo con el medio, los funcionarios fronterizos solicitaron el apoyo aéreo del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) porque mil personas, incluyendo a familias y menores no acompañados, cruzaron el Río Bravo el viernes por la mañana, y los agentes fronterizos tienen otros mil migrantes que no han podido procesar desde anoche, muestran las comunicaciones.
El plan de transporte aéreo es la última medida en la lucha de la administración Biden para lidiar con una emergencia cada vez mayor que los funcionarios dicen que no ven como una “crisis”, sino como un “desafío estresante”.
El secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, viajó a El Paso el viernes con senadores republicanos y demócratas para visitar las instalaciones que albergan a menores no acompañados.
CBP ha utilizado aviones de ICE en los últimos días para transportar a familias migrantes desde el Valle del Río Grande, donde las instalaciones tienen un exceso de capacidad, al área de El Paso. Muchas de esas familias serán devueltas a México bajo una orden de emergencia de salud pública de la era Trump, menciona el Post.
El senador Chris Murphy, que fue parte de un grupo bipartidista de senadores que recorrió una instalación de la Patrulla Fronteriza con el secretario del DHS, describió su experiencia en Twitter.
“Acabo de salir de la instalación de procesamiento fronterizo. Cientos de niños apiñados en grandes salas abiertas. En un rincón, luché por contener las lágrimas mientras una niña de 13 años sollozaba incontrolablemente explicando, a través de un traductor, lo aterrorizada que estaba por haber sido separada de su abuela y sin sus padres”.
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