La obesidad, que afecta a más de 600 millones de personas en todo el mundo, puede dañar la memoria y el aprendizaje, sugieren investigadores que estudiaron ratones obesos y encontraron que la enfermedad mata las células nerviosas en el hipocampo.
Una de las consecuencias menos conocidas de la obesidad en humanos es su efecto nocivo sobre la cognición, un impacto que ha sido documentado. Sin embargo, un equipo de científicos estudió más a fondo los mecanismos celulares que subyacen al declive cognitivo asociado a esa enfermedad crónica.
Investigadores del Instituto de Neurociencia de Princeton y del Departamento de Psicología de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, utilizaron la obesidad inducida por dieta en ratones machos para tratar de entender cómo impacta la enfermedad sobre el cerebro.
Los resultados mostraron que en los cerebros de ratones obesos, las células inmunes rebeldes mapean las conexiones de las células nerviosas que son importantes para el aprendizaje y la memoria, afirman los investigadores en la revista estadunidense Journal of Neuroscience.
Al igual que las personas, los ratones que comen mucha grasa engordan rápidamente y después de 12 semanas de una dieta alta en grasas, los roedores pesaron casi 40 por ciento más que los que fueron alimentados con comida estándar.
Los ratones obesos mostraron signos de disminución de la capacidad intelectual, señala Elizabeth Gould, neurocientífica de la Universidad de Princeton, y refiere que éstos tuvieron menos capacidad para escapar de laberintos y recordar la ubicación de un objeto que los roedores de peso normal.
Los científicos explican que en las células nerviosas, las protuberancias microscópicas llamadas espinas dendríticas reciben señales, pero en los ratones con obesidad se detectó que tenían menos de éstas en varias partes de sus hipocampos, estructuras cerebrales importantes para el aprendizaje y la memoria.
La destrucción de la espina dentrítica proviene de células inmunes llamadas microglía y en los ratones obesos un mayor número de microglías activas asechaban entre estas conexiones de células nerviosas más dispersas en comparación con los roedores de peso normal.
Cuando los investigadores interfirieron en la microglía de los ratones obesos, protegieron las espinas dentríticas y se mejoró su rendimiento en las pruebas de pensamiento, así concluyen que con fármacos se podría detener esa destrucción y proteger al cerebro del ataque de las células inmunes.
Descubrir formas de detener el daño de la microglia podría algún día proteger contra problemas cerebrales relacionados con la obesidad, una preocupación relevante para los 650 millones de adultos obesos que se calcula existen en todo el mundo.
Las personas obesas también tienen un mayor riesgo de demencias, como el Alzheimer, y algunos investigadores sospechan que la microglia puede ser un culpable en las enfermedades cerebrales en general.
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