Hace justo una semana una pequeña de tan sólo 6 años perdió la visibilidad en uno de sus ojos al recibir tremendo golpe a manos de un compañero de aula. Según los padres de la menor y bajo testimonial de la misma violentada, el también alumno de la escuela tenía por costumbre agredirla casi a diario ante el silencio de compañeros y maestros que no dieron importancia a las diversas actitudes y señales negativas del provocador.
Esta trágica y desagradable experiencia es una de las incluidas en las 18 millones, 1875 que según la OCDE dice, se viven en nuestro país. Tal cifra nos ha catapultado como los emperadores del abuso escolar a nivel mundial. El despotismo y la persecución infantil no es algo nuevo. Ha existido desde que existe la vanidad y el orgullo en el alma humana, o sea que desde siempre. Invariablemente existenpersonas que se creen seres superiores o que tras haber sido vejado en cierto momento de su vida, piensan que deben vengarse de los más débiles para reivindicarse.
En el pasado se le denominaba “Carrilla” y hoy, con todo que hayan agringado nombre, no se diferencia en nada. Agresión es agresión en el pasado, en el presente y lo seguirá siendo en el futuro. Las redes sociales evidencian cada vez más lo que en el pasado era casi imposible por falta de aparatos electrónicos tan sofisticados como los de hoy. Es impresionante la cantidad de evidencias que circulan en redes sociales en las que pequeños son abusados por compañeros de clases. Somos tan ridículos que condenamos las masacres estudiantiles en extranjero, pero permitimos que nuestros hijos se tornen violentos. Les concedemos el derecho a abusar por el simple hecho de que les hemos enseñado a defenderse. Con vergüenza hemos visto a alumnos dando de bofetadas a maestros o maestros apáticos frente a un alumnado violentándose frente a sus ojos.
La persecución infantil es una vergüenza que hemos solapado desde el hogar. Ningún ser humano nace violento ni convertido en un criminal. No es desconocido a nadie, ni siquiera a quien ahora me lee, que se ha caído en el gravísimo error de proveer diversiones a los hijos en lugar de lecciones. “Entretener” ha suplido al “educar”. No hay hogar en el que un hijo por más chico que sea, no se encuentre literalmente echado en el sofá con un aparato móvil mientras que el padre limpia el patio y la madre lava ropa o hace de comer. La evolución se ha tornado tan violenta que hoy los padres de familia somos “castigados” por nuestros vástagos cuando no cumplimos sus caprichos. La derrota viene cuando por no estar disconformes con ellos nos acercamos ya no a dialogar para buscar remedio a la diferencia, sino a ver qué les podemos dar para que nos levanten el castigo de su frío silencio.
Somos una máquina de niños abusadores cuando optamos por llenar las arcas de nuestro hogar con comodidades para unos hijos que lejos de ser gratos exigen más y más; cuando creemos que debemos festejarlos cuando cumplen con sus tareas siendo que es su responsabilidad. Es como si se festejara al padre por trabajar o a la madre por hacer los quehaceres domésticos. Una cosa es la motivación y el aliento a los buenos resultados y otra muy diferente verse obligado a premiar con artículos costosos.
La tecnología mal empleada ha incrementado los abusos, pues el bullyinges tan mortal en las redes como físicamente. Son innumerables los casos de suicidios a causa de persecuciones en redes sociales. El bullyingha traspasado la frontera de la criminalidad llegando, como en varios casos recientes, al homicidio en escuelas públicas en estados unidos.
No hace mucho un tonto adolecente imitador de los gringos en Chiapas, amenazó a sus compañeros con asesinarlos portando una carabina de balines. Nunca activó el arma, pero el hecho de causar pánico a sabiendas de los muchos casos sangrientos ocurridos, es más que dañino. Lo peor viene cuando los directivos minimizan la situación y tratan a toda costa con eliminar las evidencias.
México es el principal abortivo de monstruos perseguidores que como una ley natural por falta de enseñanza familiar, terminan en las calles, ya no sólo abusando de personas inocentes, sino afiliados a células del narcotráfico para ahora sí saltar al siguiente paso de lo que se ha aprendido en su infancia con el bullying, el crimen organizado.
Mire ahora a sus hijos, ¿no los ve? Claro que no, están idiotizados en sus recamaras con los aparatos móviles. ¿Tareas? Dúdelo, de verdad póngalo en tela de juicio. Piense en la posibilidad de que sean causantes de violencia social en su escuela. Nunca demos por hecho que nuestros hijos son lo que vemos en casa pues más de un padre de familia se ha dado cuenta que el angelito que mira televisión en su sala, en su aula de escuela insulta a los maestros y abofetea a los compañeros de clase.
Hoy por hoy somos responsables de que nuestros hijos enderecen la senda si esta se ha torcido. No hay mejor batalla contra el abuso a los demás que enseñando el respeto a los abuelos, a los hijos, a los padres o sencillamente a todos aquellos que caminan a nuestro lado. Adieu.
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