CDMX.- A los ocho años ya tocaba en la guitarra a Elvis Presley, Credence y The Doors; ahora, a los 15, Isolde Santana acaba de ganar el mayor reconocimiento a jóvenes músicos en la tierra de Wolfgang Amadeus Mozart, Austria. El pasado 4 de junio, la mexicana obtuvo el primer premio en guitarra clásica del concurso austriaco Prima la Musica 2016, en el que participaron en total 5 mil jóvenes intérpretes.
Sólo necesitó 40 minutos para convencer a uno de los públicos melómanos más exigentes del mundo. Obtuvo la mejor calificación para todas las categorías de instrumentos (guitarra, piano, cello, violín…), 25 puntos de 25 posibles, un récord que sólo tres jóvenes en la competencia lograron. Su programa obligatorio incluyó obras de Antonio Lauro, Mauro Giuliani, Fernando Bustamante, Miguel Llobet, Francisco Tarrega, Michael Langer, Robert de Visée, Domenico Cimarosa y Baden Powel de Aquino.
Isolde celebró así sus 15 Años (nació el 5 de mayo de 2001), no en Viena, como sueñan muchas quinceañeras mexicanas, sino en la Brucknerhaus de Linz. Recibió su premio de manos del gobernador de Alta Austria, Josef Pühringer, y de Paul Roczek, presidente del jurado del concurso auspiciado por la organización Musik der Jugend desde 1995. Además, la joven Santana ofreció el día de la premiación un recital en esa sala que inauguró en 1969 la Filarmónica de Viena con Herbert von Karajan. Y, como parte del reconocimiento que incluyó medalla y diploma, grabó también su primer disco compacto.
Hace dos meses ya se había presentado en el Instituto Cultural de la embajada mexicana en Viena. Terminó su recital con un arreglo a “Cielito Lindo”. Ahora quiere aprender obras de Manuel M. Ponce y también concursar en certámenes en México e Italia. Hasta hoy todo sin becas, sólo recursos familiares.
Igual que su compatriota y coetánea, la pianista Daniela Liebman, de 14 años, el entorno artístico familiar y social influyó de manera fundamental en la inmersión de Isolde en la música. Su madre es la mezzo soprano Eva María Santana, quien por su trabajo tuvo que llevarse a Viena en 2012 a la niña, que estudiaba hasta entonces en el colegio Reyna Elisabeth de Santa Mónica, Tlalnepantla (Estado de México), donde sus compañeros se burlaban de ella por el trabajo de su mamá. En ese colegio, desde el kínder se le impulsó también su gusto por la guitarra en talleres de música… Y empezó con palomazos en algunas fiestas.
“La música siempre ha estado conmigo, desde antes incluso de nacer. Mi mamá siempre estudia en casa arias o canciones, eso me ha influido mucho musicalmente. Cuando tengo la oportunidad de estar con ella, estudiamos juntas. Mis maestros me enseñan técnica, mi madre musicalidad. Mis padres querían que primero estudiara piano o cello, yo preferí la guitarra, tuve mi primera a los seis años”, dice Ellen Isolde Olvera Santana, quien decidió llevar como nombre artístico Isolde Santana.
Con 11 años llegó a la capital austriaca en enero de 2012 y comenzó a estudiar en el Musikgymnasium Wien y en la Musikschule Margareten bajo la tutela de Marion Langer. Allí conoció otra cultura, en la que la sensibilidad al arte no es un motivo de bullying. Isolde dejó así por el momento el rock y comenzó a estudiar guitarra clásica. Sin parentesco con el guitarrista rockero Carlos Santana, Isolde abandonó a Elvis por Andrés Segovia, a Tom Fogerty por Ana Vidovic, a Robbie Krieger por Mozart.
Cuatro años después, la mexicana fue una de las pocas extranjeras que lograron ser aceptadas en el Prima la Musica 2016 y en febrero pasado superó la final estatal en Viena, con 24 puntos de 25, que le dio derecho a participar en la final nacional en Linz, donde les ganó a unos 800 guitarristas austriacos.
De hecho, la mexicana representaba a Viena en el certamen, su nacionalidad ya era mera anécdota.
Vía telefónica desde su casa en la Davidgasse vienesa y luego durante sus vacaciones en México este julio, Isolde cuenta que ensaya a diario al menos cuatro horas que acomoda entre las dos escuelas a las que asiste, sus ensayos con el coro escolar, con el que tiene que participar obligatoriamente cada año en el festival musical en el Musikverein vienés, sus clases de alemán e inglés, sus hobbies como la natación y, en general, la vida de toda adolescente. En Viena, además de la música, puede hacer deporte, caminar con seguridad en las calles, mirar y nadar en el Danubio durante el verano, comenta con fruición Isolde. El transporte es muy eficiente, añade.
Ríe cuando responde sobre qué extraña de México: a sus abuelos, los tacos y las fiestas en las que tocaba rolas rockeras como “Jailhouse rock”, “Have you ever seen the rain?” o “People are strange”.
Volvió este mes a México y aprovechó para visitar con sus padres Coyoacán y la Casa de Emilio El Indio Fernández, que con sorpresa describió como un lugar que acoge muchas de las expresiones culturales del país. Isolde también manifestó su deseo de algún día tocar para sus paisanos. No obstante, con el desenfado y franqueza de la juventud, la joven guitarrista da su opinión sobre la cultura hoy en México.
“La cultura está mal en México, pero todavía se puede hacer algo para que los jóvenes se interesen en la música clásica. Por ejemplo, mis compañeros me decían: ‘Ah, ¿tu mamá es cantante de ópera? Ah, sí, canta como gallina porque canta ópera’. Y eso a mí me molestaba mucho. Al llegar a Viena me di cuenta de las grandes diferencias. En mi salón tengo compañeros que ya están en el taller de la Staatoper de Viena y ya saben mucho de ópera a su edad. Pero tengo la esperanza de que en México ese pensamiento sobre la música se pueda cambiar, que los jóvenes se interesen más en la música”, confía.