BUENOS AIRES, Argentina.- Este sábado se cumplen 200 años del 9 de julio de 1816, cuando 33 diputados enviados a San Miguel de Tucumán desde todas las provincias del país más austral del continente declararon su independencia con respecto a la monarquía española.
Por entonces, Argentina no era Argentina, sino las Provincias Unidas del Río de la Plata. Eran tiempos de gestas autodeterminativas en toda América, influidas por la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, y Argentina se había liberado del virrey español el 25 de mayo de 1810. Pero los patriotas de 1810 no rompieron con el rey Fernando VII, depuesto en 1808 por José Bonaparte, y sólo lo hicieron luego de que éste regresó al poder en 1813.
Por eso, hasta hoy este país celebra dos fechas nacionales, y el 25 de mayo de 2010 hubo grandes celebraciones en un primer Bicentenario, que ahora tiene su epílogo.
Desde 1816, Argentina atravesó sucesos, aventuras, tragedias y glorias. En el sur del continente, se convirtió en un país peculiar que siempre fue visto por sus vecinos con algo de amor y algo de resquemor. Pero: ¿cuáles son hoy sus déficits y sus virtudes?
“Políticos se ven ombligo”
Felipe Pigna. Historiador, autor del best-seller Los mitos de la historia argentina (que tuvo cinco continuaciones) y otros libros. Las aspiraciones de 1816 eran bastante modestas: soberanía y ampliación de derechos. Mucho tiempo después, esos derechos crecieron. Argentina es hoy un país donde el derecho al estudio universitario gratuito es muy importante, y también son amplias las garantías de las minorías.
El modelo neoliberal del presente, que es de mentalidad patronal, parece ver a la gente como enemiga, como si fuera un retroceso a 1955, el año en que fue derrocado Juan Domingo Perón. El gobierno anterior fomentó la industrialización y proclamó derechos, pero también dejó cosas por hacer, especialmente en la salud pública y en el transporte público. Argentina tuvo una red ferroviaria de 30 mil kilómetros: la más grande de América Latina. Pero hoy está resquebrajada. La política debe ser un fin y no un medio, y aquí la clase política se mira el ombligo y sólo habla de sí misma. En 1816 también hubo algunos retardatarios que dijeron que era inconveniente proclamar la independencia. Por eso, lo que se hizo entonces fue un acto de coraje.
“Es un país sin xenofobia”
Ricardo Forster. Doctor en Filosofía y ensayista, ex secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional. Es difícil viajar 200 años en el pasado. Aquellos patriotas eran herederos de la Revolución Francesa y hoy los redefinimos de acuerdo a nuestro presente. Estamos en un punto problemático con respecto a las ideas de emancipación, soberanía, libertad, igualdad y fraternidad. Es una época de restauración neoliberal en Argentina y la pobreza está en aumento. En 1816, José de San Martín y Simón Bolívar pensaban en la emancipación continental, pero hoy Argentina se está acercando a la Alianza del Transpacífico, liderada por Estados Unidos.
Argentina viene bregando por una nación inclusiva y democrática. El país tuvo varias dictaduras entre 1930 y 1983. Ésta es una tierra sin xenofobia y sin guerras civiles, un país de una gran diversidad cultural, con nombres propios que han impactado a nivel universal como Evita, Perón, Borges, Maradona y Che Guevara. Y tenemos una idiosincrasia argentina: nos ven como soberbios. Pero el tema es más complejo. Es un país de hibrideces donde lo europeo predominó por mucho tiempo, pero, el país tiene una matriz igualitarista.
“El Poder Judicial, débil”
Alejandro Grimson. Doctor en Antropología, autor de Mitomanías argentinas y otros textos. Argentina está volviendo a un debate sobre la relevancia que se le da a lo nacional y, en cierto sentido, no ha terminado de construir una idea de nación anudada a democracia.
Uno de los grandes desafíos que tenemos es entender que la democracia requiere de soberanía nacional, y viceversa.
Otro desafío es poder salir de la guerra verbal entre los argentinos, que se da por la debilidad de un Poder Judicial que no es transparente. Eso le hace mucho daño al país: más allá de las diferencias ideológicas, tiene que haber un poder que sea un árbitro inmaculado para establecer verdades y justicias.
Del proyecto de 1816 queda la idea de que somos nosotros quieren tenemos que definir nuestro propio destino. El año de 1816 también representa el cruce de los Andes de San Martín, que terminaría con la liberación de Chile y de Perú, y en el encuentro con Bolívar. Esa es la vocación de integración latinoamericana que ahora, cuando este tipo de vínculos son más necesarios, parece estar debilitándose.