CIUDAD DE MÉXICO.- Cada año, además de los ciclones tropicales, llegan a nuestro país nubes que no son de agua, sino de arena que viene desde muy lejos; estas nubes están formadas por polvo del desierto del Sahara, en África y llegan hasta hasta la región del Mar Caribe, Centroamérica y el Golfo de México, al otro lado del mundo, debido a una masa de aire muy seca y cargada de polvo que se forma sobre el desierto más grande del mundo durante el verano.
Esta masa de aire se mueve hacia el océano Atlántico cada tres a cinco días y es tan grande que puede extenderse a una altura de entre 1,500 y 6,000 metros, y cubrir un área equivalente a la de Estados Unidos.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) refiere que cuando las nubes de polvo del Sahara se encuentran con un ciclón tropical, suprimen sus corrientes de aire ascendentes y modifican la dirección del viento que lo transportan; esto podría reducir la formación de nubes y eventualmente incidir en una menor posibilidad de que se desarrollen los ciclones tropicales en el océano Atlántico.
¿Qué personas están en riesgo?
No obstante este potencial beneficio del polvo que recorre más de 6,000 kilómetros de océano, las nubes saharianas también pueden ocasionar un impacto en la salud de las personas. El Cenapred afirma que, de manera muy general, este fenómeno no representa algún riesgo significativo para la población, aunque sí es un factor de riesgo para personas que padecen enfermedades de las vías respiratorias, como Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) o COVID-19
Asimismo, explica que ante ante la presencia de polvo del Sahara, los adultos mayores, mujeres embarazadas y niños deben usar protectores respiratorios como mascarillas o un pañuelo de tela húmedo que cubra la nariz y la boca.
¿Cuáles son los impactos a la salud?
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos señalan que investigaciones recientes vinculan la presencia de polvo del Sahara con una mayor incidencia y exacerbación de enfermedades pulmonares, como el asma y e EPOC, especialmente entre los meses de noviembre y marzo.
“Las partículas pueden inhalarse y acceder a los pulmones y al torrente sanguíneo, lo que podría desencadenar ataques de asma en personas que padecen este trastorno y agravar otras enfermedades respiratorias. El polvo del Sahara empeora la calidad del aire y aumenta los niveles de partículas (en inglés) en el aire”.
Asimismo, refieren un artículo en revisión que evalúa estudios epidemiológicos y analiza estrategias de salud pública para mitigar los efectos adversos para la salud de ese fenómeno.
Dada la complejidad de las interacciones entre las partículas de polvo atmosférico y la salud respiratoria, esta revisión también destaca lagunas críticas en la investigación que requieren atención para comprender y gestionar mejor los riesgos para la salud asociados con el polvo sahariano.
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