MÉXICO.- Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) tienen causas múltiples: factores socioculturales, psicológicos, hereditarios e incluso neuroquímicos.
No obstante, en el contexto actual, la fuerte presión social por alcanzar un cuerpo “ideal”, impulsada por los mensajes que circulan en las redes sociales, se está convirtiendo en un factor decisivo en el desarrollo de estas conductas.
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Cómo las redes sociales influyen en la autoimagen de jóvenes
Las plataformas digitales han transformado la forma en que adolescentes y jóvenes construyen su autoimagen.
Un estudio publicado en PubMed, encontró que pasar más tiempo en redes, compartir muchas fotos, usar filtros y sentirse incómodo con imágenes sin editar fueron predictores relevantes de una mayor «conciencia de la apariencia» y de una peor percepción de la propia imagen corporal.
Por otro lado, una revisión de la Universidad de São Paulo concluyó que el uso de redes sociales puede influir negativamente sobre la percepción corporal de estudiantes universitarios.
Esto indica que la autoimagen no solo se ve afectada por los contenidos específicos, sino también por la dinámica de validación social (me gusta, seguidores) y la exposición constante a ideales de belleza.
Ambas investigaciones subrayan que la vulnerabilidad no está solo en el contenido (por ejemplo, imágenes muy idealizadas) sino también en la duración de exposición, el tipo de uso y la comparación social que se establece en el entorno digital.
Por ejemplo, plataformas centradas en la imagen fomentan más la auto-observación que aquellas basadas solo en intercambio de texto.
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Plataformas clave y su contribución a conductas alimentarias de riesgo
Diversos trabajos (por ejemplo en revistas asociadas a BioMed Central y SpringerLink) señalan que ciertas redes sociales están más implicadas en la aparición o agravamiento de conductas alimentarias de riesgo.
Algunos hallazgos destacados:
- En adolescentes de 16 a 19 años, quienes usaban redes como Instagram y TikTok reportaron mayores niveles de presión por la apariencia, y al mismo tiempo presentaban más síntomas de trastornos alimenticios.
- En estudiantes universitarios se encontró que un uso más intenso de redes se asoció con mayor “hambre hedónica” (es decir, deseo intenso por alimentos muy sabrosos) y comportamientos alimentarios alterados.
- Asimismo, un estudio reveló que ver solo 7-8 minutos de contenido “pro-anorexia” era suficiente para alterar negativamente la imagen corporal de las jóvenes.
Estos datos permiten observar que no es solo la red social en sí, sino también el tipo de contenido (idealizado, restrictivo) y la dinámica de consumo (tiempo, comparación social) lo que incrementa el riesgo.
Factores de riesgo: ¿Quiénes están más vulnerables y por qué?
Al analizar quiénes resultan más susceptibles, los estudios recientes identifican diversos factores de riesgo clave:
1. Género
Las investigaciones ya mencionadas, alertan de que las mujeres adolescentes tienen mayor riesgo de verse afectadas por el uso de redes sociales en su autoimagen y comportamientos alimentarios.
Por ejemplo, un estudio de Universidad Pompeu Fabra (UPF) y la UOC encontró que las chicas reportaban peor bienestar psicológico al usar Instagram y TikTok, en comparación con los chicos.
2. Edad/etapa vital
En un estudio publicado en MDPI se encontró que los estudiantes de secundaria tenían un riesgo mayor (56,6 %) de presentar trastornos alimentarios si comparaban frecuentemente su cuerpo en redes, frente a otros grupos.
Percepción del peso corporal y comparación social
Otro artículo de BMC mostró que la internalización del sesgo de peso (“weight bias internalization”) estaba asociada al uso de redes sociales, pero esta relación se moderaba según la edad y la propia percepción del peso.
Tiempo y tipo de exposición
Estar muchas horas en redes, utilizar filtros, preocuparse por los “me gusta” y el seguimiento, son variables que aumentan tanto la conciencia de la imagen como el malestar corporal.
En conjunto, estos factores permiten perfilar los “grupos de riesgo” y entender mejor por qué ciertos jóvenes son más vulnerables a que el uso de redes sociales derive en un trastorno de la conducta alimentaria o en una autoimagen distorsionada.
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¿Qué podemos hacer? Una mirada hacia la prevención
Para mitigar estos riesgos y fomentar hábitos saludables, tanto a nivel individual como colectivo, las investigaciones sugieren considerar varias estrategias:
- Educación en alfabetización digital: Enseñar a jóvenes y familias que las imágenes en redes son muchas veces editadas, filtradas o altamente seleccionadas, y que no representan la realidad completa. Esto reduce la comparación automática.
- Promover contenido body-positivo: Estudios recientes muestran que la exposición a contenido que celebra la diversidad corporal y que evita la mirada de “cuerpo perfecto” tiene efectos positivos en la percepción corporal.
- Limitar el tiempo y la intensidad de uso de plataformas basadas en imagen: Fomentar pausas digitales, reflexionar sobre el motivo de uso de la red social y prestar atención a cómo nos sentimos después de usarla.
- Fortalecer la identidad y valores propios: En particular en jóvenes, vincular su valoración a atributos que no estén únicamente centrados en la apariencia física (habilidades, relaciones, inteligencia, creatividad).
- Apoyo profesional y comunitario: Detectar señales de alerta en conductas alimentarias (restricción, eliminación de comidas, ejercicio excesivo) y buscar ayuda especializada cuando sea necesario. También promover entornos escolares y familiares que refuercen la salud integral más allá del aspecto estético.
En definitiva, el uso de redes sociales tiene un papel cada vez más relevante en la forma en que los jóvenes construyen su autoimagen y en cómo se relacionan con los alimentos y el cuerpo.
Si bien los trastornos alimentarios tienen causas variadas, el contexto digital actual — con contenidos idealizados, presión de validación y comparación constante — incrementa el riesgo de desarrollar una percepción corporal negativa y hábitos alimenticios perjudiciales.
Comprender los mecanismos subyacentes, identificar grupos vulnerables y adoptar estrategias preventivas es clave para promover una relación más sana con el cuerpo, la alimentación y las redes.
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