“¿Por qué será que los intelectuales critican tanto su programa de El Chavo?”.
Roberto Gómez Bolaños estaba en la oficina de una editorial en la que se preparaba para la presentación de su libro “El diario del Chavo del Ocho” y escuchó la pregunta sin mayor sorpresa. El cómico y escritor estaba acostumbrado a que, efectivamente, escritores y cineastas hicieran lo mismo que ahora acaba de hacer el standupero Carlos Ballarta: señalar que su humor era poco profundo.
Gómez Bolaños nunca quiso ponerse a la estatura de un intelectual. “Me aburre James Joyce”, solía decir. Pero tampoco era un iletrado: devoraba y adoraba la obra de Shakespeare y no hay que pasar por alto que “Chespirito” nació de un jugueteo en diminutivo de Shakespeare.
Realizó, por ejemplo, episodios en tono de parodia de algunas tragedias shakesperianas, quizá la más lograda sea la que tituló “La romántica historia de Juleo y Rumieta”.
Pero nada parecía suficiente en aquellos años 70 y 80 para que los intelectuales de izquierda (esos a los que el standupero Ballarta alude en su alegato contra Chespirito) le concedieron algo de talento.
Enrique Krauze, el discípulo más avanzado de Octavio Paz, decía: “Hago esfuerzos desesperados para levantar a mi hijo de la lona mental donde Chespirito lo tiene de lunes a lunes”.
Y en la revista “Proceso”, Carlos Monsiváis escribió: “La serie se sostendrá finalmente sobre un solo gag: el adulto que viste y habla como niño. El público acepta la serie por la sagacidad (voluntaria e involuntaria) de la industria de la conciencia que demanda el encumbramiento de la banalidad y, para ello, convierte en humorístico lo que parece redituable. O te ríes de lo que te propongo como graciosísimo o no te ríes de nada”.
Garigoleado como era Monsiváis, la frase es simplemente igual a otra de las críticas que Ballarta señaló en su declaración de guerra contra Chespirito: “sus guiones son repetitivos”.
Carlos Ballarta no es pues el primero que salta a la arena para crucificar el humor de Roberto Gómez Bolaños, aunque, claro, ahora hay una diferencia fundamental: Chespirito murió hace siete años.
Por eso resulta pertinente recordar aquello que Gómez Bolaños respondió a EL UNIVERSAL cuando se le preguntó si sabía por qué los intelectuales lo aborrecían… igual que el standupero Carlos Ballarta.
En aquella ocasión, el cómico y escritor Gómez Bolaños hizo una mueca y luego respondió: “Eso era antes, muy al principio de el Chavo y el Chapulín, pero ahora ya no, con el tiempo han dejado de criticar porque yo siempre fui muy cuidadoso en el uso del lenguaje, de mi adorado español. Reto a cualquiera, a encontrar un error en los diálogos de mis personajes, un mal uso del español”.
Lo del pastelazo tampoco es nuevo. Era un señalamiento recurrente en contra de Gómez Bolaños, quien también tuvo una respuesta en aquella entrevista: “Había quien criticaba a Viruta y Capulina porque decían que hay pastelazos, como si eso fuera algo malo. En primer lugar hay pastelazos en todos lados; en lo que han llamado alta comedia las agresiones verbales son pastelazos, nada más que no físicos”.
Por supuesto, también defendió el humor de sus personajes. “No entiendo cuando dicen que El Chavo es humor blanco, ¿a qué se refieren?, que es decente, que no es picante. Yo nunca dejé de ser picante con El Chapulín Colorado, a él le gustaban las viejas… pero que no fueran muy viejas”.
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