FILIPINAS.- En ocasiones las personas que más necesitamos a nuestro lado son las primeras que nos abandonan.
La graduación de la universidad se ha convertido para muchas personas en un verdadero objetivo de vida. En el mundo son realmente pocos los que culminan sus estudios superiores. Se trata entonces de un día muy emotivo en el que más de uno derrama lágrimas, por desgracia para este chico, esas lágrimas fueron de tristeza y no de felicidad.
Jerec Rivas es un joven Filipino que describió el día de su graduación como el más triste de su vida. Si bien estaba feliz de haber terminado sus estudios, lo inunda la tristeza de no tener junto a él a su familia apoyándolo.
Jeric se graduó de la Universidad La Concepción, en San José del Monte, el pasado mes de abril.
Así lo explicó él mismo en sus redes sociales:
“Sentí mucha tristeza el día de mi graduación. Triste porque recuerdo una vez más lo que sucedió cuando estaba en la escuela primaria y en la escuela secundaria”
Jeric explicó que en una ocasión, cuando estudiaba la primaria, ganó un premio escolar. Se suponía que sería un miembro de su familia quien le entregaría la medalla, pero nadie lo acompañó ese día. La tristeza y vergüenza le impidieron subir al escenario a aceptar su reconocimiento.
Algunos años después la historia se repitió. Sin embargo aquella vez pidió a los padres de uno de sus amigos que actuaran en representación de los suyos. Fue terriblemente desgarrador para él, pero esta vez Jeric no se permitiría renunciar a ser reconocido por su excelente trabajo, lo merecía.
La vida continuó, Jeric centró sus esfuerzos en estudiar y logró entrar a la Universidad, aún sin el apoyo de su propia familia. Para lograrlo, tuvo que mudarse de su hogar y trabajar ocasionalmente en busca de un sustento para costearse la vida. Al final, su sacrificio y esfuerzos valieron la pena.
Jeric obtuvo un título en criminología en la Universidad de La Concepción, con todos los honores.
Entonces llegó el esperado día de la graduación. Pensando que la vida por fin le sonreía y todo saldría bien, lo increíble pasó: una vez más, su familia no apareció, nadie lo acompañó.
Jeric lo explicó: “Sentí que mis lágrimas goteaban, simplemente me senté a un lado. Me da vergüenza decirlo”
El ver a sus compañeros subir al escenario a recibir sus diplomas hacía que se preocupara de estar solo otra vez. Sin embargo, cuando fue su turno, uno de sus profesores acudió al rescate y lo acompañó.
Los dos hombres intercambiaron un sincero abrazo y Jeric recibió su diploma acompañado por alguien que sí estuvo junto a él durante todo este tiempo. Dijo unas emotivas palabras e inclusive llegó a agradecer a su familia por el apoyo recibido.
No cabe duda de que los abandonos y traiciones de quienes más queremos son los que más nos duelen, es triste aceptar que muchas veces se trata de nuestra propia familia.
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