NUEVO LAREDO.- “Hay que ser de sangre fría”, dijo Eduardo Martínez, quien es encargado del embalsamamiento a los cadáveres para dejarlos presentables en su velorio y que sus familiares puedan despedirse de ellos.
Desde hace años desempeña este oficio, que consiste en arreglar los cuerpos sin vida para que tengan buen aspecto en su última despedida. Dijo que convivir con personas dedicadas a los funerales, lo llevó a quedarse como embalsamador.
Explica que sus herramientas son una plancha (tipo mesa) donde colocan los cadáveres, pinzas, tijeras, mangueras y una bomba con que inyecta el líquido embalsamador al cuerpo, para que este haga su función y así el cuerpo de un muerto pueda perdurar al menos dos días para su funeral.
Comentó que muchas personas tienen la idea que los órganos son retirados del cuerpo, pero no es así, pues lo que hacen es drenar al menos un litro de sangre y remplazarlo por el líquido para embalsamar, que es una combinación de químicos utilizados para preservar, sanitizar y desinfectar un cuerpo humano antes de enterrarlo.
Estos químicos incluyen una mezcla de metanol, formaldehido y etanol así como otros solventes.
“Una persona delgada lleva un proceso de embalsamamiento que dura cerca de cuatro horas, entre lo que destaca es limpieza facial, algo de estética, ya al final el proceso de vestimenta y después depositarlo en el ataúd que familia haya elegido” dijo.
Agregó que existen especulaciones en que pudiera existir miedo al estar con un cadáver, pero esto, dijo, con el tiempo se va acostumbrando a su oficio.
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