De acuerdo a la UNICEF el 60 por ciento de la población infantil en el mundo ha recibido por lo menos una vez en su vida un castigo físico, siendo las nalgadas la práctica más común. Actualmente esta forma de corrección sigue siendo aceptada por muchos padres que están convencidos de que es parte de la crianza para disciplinar a sus hijos.
La Universidad de Texas realizó un estudio que afirma que los niños que continuamente reciben esta clase de llamadas de atencións tienen efectos negativos en su conducta.
Los estudios también encontraron que cuando se les pega el comportamiento empeora con el tiempo y las reprimendas aumentan, y el círculo vicioso nace sin tener una utilidad formativa.
Por otra parte, varios investigadores contaron al Journal of Cognitive Neuroscience que entre más represalias corporales reciba un niño por su falta de autocontrol, menos aprenderá a comportarse.
Vidal Schmill, experto en Desarrollo Humano y Formación de Valores, dice: “Hay personas totalmente convencidas de que gracias a que de niños los corrigieron a golpes hoy son gente de provecho y no sufrieron ningún trauma; pero son buenas personas porque pudieron superar el maltrato, no debido a los golpes que sufrieron.”
Para erradicar esta práctica casi milenaria, Schmill aconseja corregir las pequeñas malas conductas poco a poco y evitar que se acumulen porque si las dejamos pasar se acumularán y nos harán perder el control y terminaremos maltratando a nuestros hijos.