Este jueves, Michel Temer, que fue elegido como el vicepresidente de Dilma Rousseff en 2011 y en 2015, podrá convertirse en el nuevo presidente de los brasileños si la mayoría de los 81 senadores vota para darle luz verde al juicio político que pende sobre ella, a propósito de una acusación sobre cuentas públicas fraguadas en el período 2014-2015.
Temer, señalado como un conspirador por la propia Rousseff, dijo este miércoles, en una jornada larga y tensa, que definiría a sus ministros (y por lo tanto, haría explícitas las alianzas con las que llega al poder) cuando Rousseff sea oficialmente apartada. Hombres cercanos a él aseguran que está trabajando para trazar un nuevo escenario en Brasil, incluso en las relaciones internacionales, y sostienen que su eventual gobierno no recortaría los programas sociales, como dice Rousseff.
Los senadores comenzaron este miércoles a las 9:00 horas, pero los discursos arrancaron a las 11:00 horas. Con turnos de 15 minutos (y largos recreos que llegaban a los 45), se expresaron hablando de “oportunidad histórica” y “limpieza moral” (quienes estaban a favor del impeachment) y de “golpe” (quienes se oponían). En Brasil todo se da minuto a minuto: a la vez que la cámara de Senadores ardía, la Corte Suprema negaba un recurso por nulidad interpuesto por la Abogacía General del Estado, que defiende a Rousseff, y avalaba el desarrollo del proceso. Se esperaba, que los discursos finalizaran a las 5:00 horas y que luego, o en la mañana del jueves, los senadores votaran.
Cuando los diputados votaron por el juicio político, el 17 de abril pasado, unas 80 mil personas se reunieron en las afueras del Congreso para hacer presión. Este miércoles, en cambio, había, a las 16:00 horas, 300 en contra del impeachment, 600 a favor, y mil 500 policías. Poco a poco, fueron llegando más. A las 19:00 horas, había 4 mil a favor y mil en contra. A las 20:00 horas, algunos manifestantes echaron piedras contra la policía. Hubo un detenido. A las 22:00 horas, la policía informó que tuvo que usar gas pimienta contra tres manifestantes.
“No hay ánimo para venir”, dijo Oton Pereira Neves, secretario general del sindicato de los empleados públicos federales en Brasilia (Sindsep-DF, según su sigla en portugués). “Brasil es un continente, las distancias son largas y los trabajadores no pueden volver a viajar. Hemos invertido mucho en el día 17, hubo mucha gente, y ahora no hay más recursos”. Pereira Neves, sólo acompañado por un puñado de sus compañeros, prefiere mirar al futuro: “La clase obrera fue bastante beneficiada por el gobierno del PT, así que ahora, en los próximos 180 días, espero que haya una reacción”.
Los manifestantes a favor del impeachment y los contrarios estaban separados por un muro de vallas de un kilómetro de extensión. Del lado de los antidilmistas se veían camisetas del seleccionado brasileño de futbol: verde y amarillo fue el color elegido por esa facción. Los dilmistas vestían de rojo, con el color del PT.