“Lluvia de estrellas”
Como niños embobados viendo la fuga de una docena de globos de helio flotando y perdiéndose en el infinito, así mismo los mexicanos en los últimos días hemos observado cómo una enorme lluvia de estrellas políticas que en otro tiempo brillaron de manera esplendente, hoy van cayendo como una lluvia de estrellas.
Todavía recuerdo cuando correteaba a mis diez años allá por los ochenta. Los mítines eran la grandiosa inversión de los hechizadores para engatusar a un pueblo crédulo de promesas. Los mítines o fiestas de barrio en el que el político presentaba su acto, eran el pan sagrado de los pobres. En esos eventos había frijolitos charros, una buena cocacola y muchas maravillas vomitadas por la boca de un hombre que desde el podio hacía aplaudir a todos cuando prometía fin inmediato a la pobreza.
En los noventa seguimos viendo las calles atestadas de propaganda tricolor, todo como un juego de dominación en el que a sabiendas de que obtendrían el premio mayor en las elecciones, hacían cuanto podían por sacar de la vista del electorado cualquier otro partido político naciente. Así, durante el tiempo de Salinas de Gortari, el PRD comenzaba a despuntar un poco junto al PAN. Con todo y eso el pensar en que un día podrían obtener el triunfo era algo muy remoto.
Un día, el mexicano harto de atropellos y sinsabores, salieron a las urnas a elegir al que apuntaba con ser el gran estratega que podría sacar a la patria del atolladero. Soñadores, optimistas y con una sonrisa lo bastante pronunciada, los mexicanos optaron por un cambio que se cristalizó cuando el Señor de las botas, Vicente Fox Quezada llegó al triunfo poniendo por primera vez y luego de muchos sexenios, a la derecha cara al suelo. Tan dura fue la caída del imperio tricolor que elevarse les costó doce años de oprobio, doce años de ser la sirvienta de un partido blanquiazul que para desconsuelo del mexicano, y al no dar el resultado esperado, había terminado por quitarse la corona enteramente derrotado por una notable ineptitud, y devolvérsela a sus primeros padres.
Salinas, titiritero de la política mexicana, perdería el poco pelo que le quedaba, pero nunca un solo centavo. Ser el dueño de ambos partidos era más que evidente, de modo que perdiera o ganara uno u otro, para él era lo de menos. Corriendo el dinero a torrenciales por la calle de la corrupción, el ahora habitante suizo se convirtió en muy poco tiempo en un mexicano encumbrado en tierras europeas. Y mientras él se pavoneaba en finas tierras, el pueblo que lo había llevado al triunfo un día y al que él mismo había desnudado con sus fraudes, gemía en la pobreza.
Cedido el poder nuevamente al tricolor, el PAN vivió con la mancha encima de haber sido, en los últimos seis años, un promotor de la violencia a grandes escalas. Y es que había sido durante el régimen de Felipe Calderón Hinojosa cuando el índice de muertos a causa de la guerra contra el narco, se había elevado a una escala inaudita.
Entonces nació el famoso PRIAN, ese adefesio de circo con patas de gallina, cabeza de cerdo y cuerpo de saltamontes. En sí, era un partido que aunque separado, tenía un mismo corazón, una misma alma, un mismo propósito.
Con la llegada de la llamada Cuarta Transformación y la limpieza de la casa en ruinas que recibió por heredad, los oscurecidos cielos de la patria comenzaron a tornarse llamativos a los ciudadanos. Agobiados por el calor de la olla, por la búsqueda incesante de culpable de que el país estuviera como un “Elefante reumático” muchos políticos del pasado comenzaron a tronar ante el caliente vapor, como maíz palomero. Sabiéndose culpables de que el país estuviera tan hundido como nunca lo había estado, comenzaron a migrar a diferentes países en un intento por escapar de un castigo que inminentemente les llegaría. Con el paso del tiempo uno a uno fue siendo capturado en diversos países de Europa y Sudamérica. Poco a poco fueron repatriados y juzgados tan severamente que hoy por hoy, muchos de ellos, porque aún no todos, duermen en cautiverio.
Lo más triste del asunto, es que la gran mayoría de estos políticos corruptos que fueron cayendo como una lluvia de estrellas, tuvieron una educación ejemplar en universidades de alto prestigio en México y el mundo. Su capacidad para regir, gobernar, crear, fortalecer y brillar, estaba más que garantizada… pero la codicia, la vanidad, el deseo de quitarle hasta el mendrugo al pobre para tragárselo ellos mismos, fue lo que los llevó a todos estos al ocaso.
Lo invito a salir de casa cualquiera de estas noches, mire al cielo, advertirá cientos de estrellas de luz esplendorosa. Cuando menos lo espere mirará algún meteorito cayendo a gran velocidad en tierra… entonces pensará en lo que acabamos de hablar, en esos personajes que tuvieron sus momento de gloria, de disfrute a costillas del hambre del pueblo, pero que ahora, ahora no son más que frías rocas sin luz desplomándose en tierra.
No nos quede duda que dichas estrellas fugaces, porque eso fue, efímeras, pagarán la burla y la bofetada que el pueblo mexicano recibía día con día… Adieu.
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