“Evaluemos lo que pasó”
Y de pronto, ¡¡Puum!! Que se nos fue el año. Miramos a todos lados y vemos que muchas cosas han evolucionado y otras siguen exactamente como las dejamos al iniciar esta aventura de 365 días. Entonces empieza la frustración de creernos superables, siempre los mismos y sin progreso. Empieza a golpearnos la denominada cuesta de enero extendiéndose a febrero, marzo y abril. Llegamos a medio año y otra vez nos damos cuenta que todo nos pesa como una enorme roca… ¿qué hacer para no caer en el vicio de la apatía? Entre mas pasa el tiempo las personas ya no usan los llamados “Propósitos de año nuevo”, se escucha cada vez menos y es que eso, eso era muy dado en los ochentas y noventas. Hoy los jóvenes y las nuevas generaciones son más ligeros, no trabajan sobre metas y viven lo que la vida les ofrece en su día adía.
Los antiguos griegos tenían un dios al que llamaban Janos. Lo representaban como un ser de dos caras, una que miraba al norte y otra al sur, al pasado y al futuro. Con ello mostraban que en la vida del hombre existía un ayer y un mañana, que no se podía ir por la vida ignorando uno y tomándole más importancia al otro. Hoy en día carecemos de esa sabiduría. Existen filósofos que sostienen la teoría de que tomándole importancia al pasado, jamás podrás andar en la senda del futuro. Que ir atado a lo que fue de ti en un ayer, jamás te dejará arrancar hacia un futuro más promisorio; sin embargo, existen otros que exhiben la idea de que despegarse del pasado implica volver a cometer los mismos errores. Creo que es cuestión de enfoques, cada uno posee una luz personal, una develación espiritual, divina, un encuentro consigo mismo en el que tras un profundo análisis, puedes ver tu propia senda, así, agudizando la vista, el oído, aprendiendo de los errores del pasado e iluminar el futuro. Muchos consideran así mismo, que los denominados “errores” no lo son tal cual, que son experiencias formando el mapa de la vida, un mapa lo bastante extenso que al final de los días, o al llegar ala época de madurez, se convierte en sabiduría. No por nada los viejos son tan valorados por muchos.
Según los pronósticos de los grandes economistas, el inicio del año 2022 traerá un enfrentamiento económico jamás visto. Anuncian el aumento en los precios y en algunos servicios básicos. Desde diciembre y con esta noticia, muchas personas ya empiezan a mermarse emocionalmente, ya empiezan a ver que les será imposible vivir si las cosas suceden tal cual… ¿cómo derrumbarnos antes de que la dinamita sea accionada? Es verdad que se debe estar preparado, pero detonarnos mucho antes de tiempo es enfermizo.
Llevemos pues al iniciar el 2022 un Janos en nuestra vida. Iniciemos con temple, con valentía y desafiando todo aquello que pretenda hacer de nosotros guiñapos del sistema. Nos es posible crear nuestra propia expectativa del futuro basándonos en lo que nos ha dejado un pasado de experiencias. La realidad es que no necesitamos de etiquetas de una necia sociedad cuando nosotros mismos podemos etiquetarnos como triunfadores.
En los albores del año 2022 abramos las páginas de los 365 días que se nos han ido. Analicemos la ilusión del mes de enero y lo que pronosticábamos en el devenir de los doce meses que se avistaban. Estudiemos el mes de febrero y sus maravillosos días del amor. Visualicemos la ilusión que nos hacía recibir la primavera y así, de a poco, veamos y indaguemos lo que hicimos y lo que no antes de que termine el año. Tomemos como basamento los pasos previos y curémonos las heridas infringidas en nuestro andar. Y es que el sabor del dolor ya no será el mismo, ahora será un extraño dulzor con sabor a triunfo.
Y de pronto, ¡¡Puum!! Que se nos fue el año, se nos fue enterito y sin dejarnos nada a deber. El mundo estuvo lleno de catástrofes y enfermedades. Vimos a familiares morir a causa de la enfermedad del siglo. Tuvimos la desgracia de caer nosotros mismos igualmente en sus garras y gracias a dios, salir adelante. Unos amaron más a sus dioses y otros se divorciaron de ellos cuando estos no escucharon sus clamores.
Seamos prudentes en nuestros pasos. Acojámonos a las buenas amistades y a las malas pongámoslas en un cesto aparte. La vida y su brevedad requieren mucho de nuestra atención. Viremos el rostro, agudicemos la mirada y contemplemos a quienes están a nuestro alrededor. La sociedad más cercana a nosotros es nuestra familia, después los compañeros de trabajo y los amigos. Finalmente los recuerdos más preciados son los que se experimentan en el seno familiar.
Desde aquí, desde mi trinchera les deseo a todos mis lectores y a quienes llegue este texto, que podamos ser nosotros más humanos y receptores del mensaje que desea dejarnos nuestro prójimo. Feliz año 2022 a todos y ¡¡ En hora buena!!… adieu.
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