“Amo ser Sugar daddy”
No hace mucho y mientras hacía fila en una famosilla pastelería en el centro histórico de Guadalajara, escuché sin querer, pues todo tengo menos ser chismoso, una amena conversación entre dos apuestos varones.
Me gusta visitar esta pastelería pues aunque sea de pastelitos finos y tenga que hacer fila, también venden, curiosamente, jericallas, un postrecito de más consumo en las clases media baja.
La plática era entre dos hombres comunes cuya edad oscilaba a ojo de buen cubero entre los sesenta y los setenta años. Ambos apuestos, fornidos, barba bien recordada y cabello pintado seguramente con Grecian 2000; a propósito, ¿esta marca ya habrá evolucionado a Grecian 2023? Digo porque quien ahora escribe ya mero entra en esa etapa en la que las canas empiezan a evidenciar su edad. Sus zapatos bien lustrados y las mancuernillas en sus camisas evidenciaban claramente un muy buen gusto en el vestir.
─Tengo doce años con ella, es muy linda y no sólo eso. Me hace sentir de veinte─ expuso el que traía bajo el brazo y muy enrollado, el periódico del día que un chamaco le había entregado hacía poco menos que cinco minutos. Luego de hojearlo muy brevemente lo había puesto bajo el brazo y se había acomodado en posición de sobarse la barbilla para poder seguir charlando con su interlocutor, un hombre aparentemente un poco más joven y que también deseaba presumir sus aventuras.
─Creo que esa es la idea ¿de qué serviría estar un con muchacha que sólo te busca por tu dinero? En mi caso puse las reglas muy claras, no te amo, te aprecio. Quiero sexo y tu dinero, si en el camino surge algo más, eso sería tu problema, soy mucho mayor que tú y en dado momento te resultaré un estorbo, así que seamos claros, tú me quieres por mi dinero y yo te quiero por linda y porque quiero sexo ¿queda claro? Y es así como establecimos reglas. Tengo algunos años con ella y le he pagado la universidad sin problemas, jamás hablamos de amor, bueno, solemos expresar frases de amor a la hora del encuentro, pero son expresiones fabricadas para que la intimidad sea más placentera y no ser simples amantes. Ya te digo, en lo personal no podría estar con otra, me he acostumbrado tanto a ella y ella conmigo. De hecho me ha contado que buscar un jovencito le sería tedioso.
─En ese punto la llevamos de ganar, mira─ le dijo abriendo el diario en la sección de avisos de ocasión─ ¿te das cuenta cuantas mujeres se ofrecen en esta parte? Y es sencillísimo, simplemente marcas y en menos de media hora estarás en cama con ellas.
─ Y en menos de 24 horas con herpes o VIH si Dios te ha abandonado.
─Exacto, ese es el punto al que quiero llegar, hay jovencitas hermosas que son inteligentes; suelen buscar tipos como tú y como yo para que sufraguen sus necesidades económicas y de paso tienen buen sexo con personas que, aunque somos medio viejos, tenemos una experiencia comprobada que ellas disfrutan. Es verdad que los jóvenes tienen energía, mucha vitalidad y entusiasmo, pero nosotros tenemos la serenidad para llevarlas al orgasmo, a una explosión segura. Al final de la contienda viene el reposo, la plática, una buena cena en algún lugar y después, dormir cansados como diría Emmanuel en su canción, ¿me explico? La experiencia suele ser más sabrosa que la locura y desesperación juvenil.
─¿Sabes que nos llaman Sugar daddy?
─Sí, frases baratas de la nueva juventud, ¡Ah, y ellas son Sugar Baby! ¿Lo sabías?
─Sí, pues mira, a mi chamaca le tengo departamento desde hace ya dos años. Le falta poco para terminar la universidad, pero yo le he dicho que si quiere seguir en la ciudad, pues es de Morelia, no hay problema, siempre y cuando se mantenga alejada de mi familia, como lo ha estado haciendo hasta hoy. Tengo más de cuarenta años de casado y jamás he tenido problemas con mi esposa, creo que he sido lo suficientemente cauto como para mantener todo esto en secreto. Y es que se requiere sagacidad e inteligencia. Imagínate, de ser descubierto y a esta edad, mi mujer me echaría de la casa y ¿y quién diantres me cambiaría los pañales?, aunque bueno, existen personas que se encargan pero no me gustaría morir alejado de mi familia.
─Pues mira, a mi edad, que es mucha, me encanta ser Sugar Daddy. Tengo a la chica más hermosa, me conserva pleno, tengo dinero suficiente para mantenerla a ella y a mi familia, así que ¿Cómo no amar serlo?
─Coincido contigo… ¿Cuántas jericallas llevarás?
─Qué va─ respondió carcajeándose, haciéndome sentir el más jodido del plantea─ vengo por los pastelitos, aquí los preparan muy bien, y a mi chica le gustan tanto como a mí.
─Un gusto saludarte, Mauro.
─El gusto fue mío, Gilberto. Te veo el domingo en el Cabrito Express. Habrá presentación de rondalla, sirve que recordamos viejos tiempos de la Narro.
─Dalo por hecho, te veo allá.
Y fin de esa conversación que me mantuvo tan atento y que mientras comía mi deliciosa jericalla, los vi irse al encuentro del placer comprado, del cambalache de intereses, a esas relaciones convenencieras que con todo y que los daños a terceros eran evidentes, ellos las manejaban romantizándolas a tal grado de que de tener dinero, yo mismo me convertiría en un Sugar daddy, pero bueno, mi realidad es que no seré Sugar daddy, pero sí azucariento por la diabetes que tengo por comer tanta jericalla. Adieu.
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