“Nallely”
Desde el suelo y ya en otra dimensión, Nallely vio volar la bola de su existencia en una jugada que tiñó el triangular en sangre. Había jugado béisbol tantas veces que sabía exactamente donde caería la pelota. Correr de primera a segunda, de segunda a tercera y llegar mucho antes de que la poncharan eran jugadas sabrosas y satisfactorias, pero una bola baja y tramposa nunca la esperaría a esas alturas de su vida.
Nalle era muy joven, dudo mucho que haya conocido al Freddy Kruguer que fue nuestra pesadilla de juventud, ese personaje que parecía escaparse de la pantalla grande del cine para aterrorizarnos en nuestros sueños. Corrían los finales de los ochenta y principios de los noventa. Ese personaje de rostro derretido tenía una misión, atormentarnos hasta la muerte… Nallely conoció a otro Freddy, uno que pareció prometerle seguridad, cariño y tal vez, si los astros se ponían de modo, de su lado, de su parte, una vida juntos. Pero cuando la cosa no funcionó, este Freddy moderno sacó sus dedos de lanza, acorraló a nuestra heroína negropetense hasta hacer de ella lo que al final terminó siendo algo que muchos han colocado como una chinche roja clavada en un panel, un número en una estadística, una más del montón… pero yo y muchos más nos aferramos a decir que ella no es una más, ella era esa jovencita de la secundaria de muchas amigas. Era de las que proponían pues tenía la sangre de líder.
Mientras la bestia cavaba el foso en ese terreno pedregoso del ejido las Tinajas, su mirada apagada parecía mirar los matorrales. No escucha, pero su espíritu está ahí, a un lado, aguardando dónde quedará ese cuerpo que habitara por poco más de dos décadas El Freddy sigue cavando, suda, está nervioso. Mira el hilo de sangre seca en el cabello del cráneo de su víctima. Alguien puede venir de un momento a otro, no sé, algún vaquero, ranchero, chivero, la policía. Estar a poco menos de veinte minutos de terracería del regimiento de la Fuerza Coahuila lo pone todavía más tenso. La desesperación lo insta a la locura y de pronto huele la piel quemada de la mujer. La desesperación lo ha llevado a prenderle fuego y eliminar así todo rastro, pero ella es resistente, fuerte. Tan fuerte como para tener el tiempo para pensar en sus hijos y su esposo al momento en que era violentada por la alimaña humana. Nallely, vas al bat, recuerda la voz de su entrenador en su primer encuentro deportivo. En la tribuna están sus padres, hermanos e hijos. También su esposo. La bola pega duro en la madera y ella corre, corre por su vida pero Freddy está ahí, atrapándola y arrebatándole la jugada con trampa.
No, Nallely no es una cifra que forme parte de una estadística declarando al mundo que México, en específico el estado de Coahuila, se enorgullece en ser número uno en feminicidios. No, ella no es eso, tampoco una palabra de siete letras que seguro estoy, ella aprendió a pulso y desde muy niña a escribir en su cuaderno en primer año de escuela. Caray, seguro su maestra alzaba la voz y decía “¿Quién pasa al pizarrón y escribe su nombre?” y ahí estaba Nalle, toda entusiasta levantando por accidente la butaca con sus piernas en su afán de alzarse y ser la primera en ser vista por la maestra. No, ella no es simplemente una nota en los ya pocos periódicos impresos que miras al salir de las tiendas de conveniencia. Beata no era, tampoco una pecadora condenada al último recoveco del infierno, ella era simplemente una mujer atiborrada de debilidades y fortalezas, un ser humano con sueños principescos cuando era niña, de encontrar el amor secreto en la secundaria y claro, lo más romántico estando en la prepa. Por eso Nallely es mucho más que morbo y de locas imaginaciones sobre lo que la llevaron a convertirse en una damita semienterrada… ¿qué luchó por su vida? Eso es seguro. Si se afanaba por llevarse el triunfo con su equipo en el béisbol, seguro intentó ponerse a salvo, escapar de la bestia, ver las maneras de liberarse de la muerte que de consumarse, la dejaría no solo la enviaría a la banca, en el peor de los casos fuera del juego de la vida, también de sus hijos, de esposo, padres, amigos, de seguir disfrutando de esa vida en la que tanto había amado.
Un golpe en la cabeza selló así nomás el último capítulo de una joven que ni siquiera había vivido lo necesario para llamar a ese tramo, experiencia.
No, Coahuila no llora la muerte de Nallely, su familia y allegados sí. El resto lo ha tomado como noticia cualquiera porque simplemente han normalizado el que cualquier idiota asesine a una jovencita.
Entre los matorrales y ya en otra dimensión, la chica vio volar la bola de su vida en una jugada que tiñó el triangular en sangre. Era experta jugado béisbol y sabía exactamente donde caería la pelota… nunca espero una bola baja y tramposa que le haría ahora sí, perder la gran jugada de su vida
AUTOR: JUAN DE DIOS JASSO AREVALO
EL VIAJERO VINTAGE
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