La pluma profana

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“Mascarada política”

No hace mucho fui a un misterioso evento al que se darían cita personajes de la región y cuya mecánica era portar un disfraz o algo característico de un personaje nacional. De momento me imaginé una reunión tan barroca e italianizante que entré en un conflicto de pensar qué diablos ponerme para no ser reconocido. La verdad una tertulia tal me caería de perlas, tenía semanas y semanas metido en una contienda electoral en la que mi candidato para la alcaldía de mi ciudad, me traía al puro pedo exigiéndome que su campaña fuera al cien. Sacrificaba mi familia para irme a la casa de campaña a planear para lograr que mi gallo lograra coronarse. Años en la política no me había dado ni un puesto, siempre fui mandadero con dinero en los bolsillos. En pocas palabras, me daban efectivo en abundancia con tal de que tuviera todo listo para el triunfo. Soy chapulín, he llevado al triunfo a varios, aunque este tiene probabilidades, su opositor tiene muy malas mañas.

Siendo un hombre tan ocupado olvidé la cita. De no ser por el whatsap que me enviara mi amiga Lumba dos horas antes del evento no sé qué hubiera hecho; sin embargo, daba lo mismo, absorto en tantas ocupaciones recordé que no tenía a la mano ningún disfraz,  ni siquiera uno de esos antifaces de cartón que me ponían en las meriendas a las que me llevaba mamá allá por los ochenta en las fiestas. Para no fallar y por las prisas del momento me metí a un Exprés 57 sólo para comprarme una calurosa mascara de Máynez. Al verme al espejo del muestrario me sentí todo un asaltante amagando a una veintena de clientes en un banco de la ciudad.

Llegando al glamoroso Rosa de Oro en Nueva Rosita me encontré con que los organizadores habían hecho tan buen trabajo que les había alcanzado hasta para poner un par de guardias en la entrada bajo pedimento de que no dejaran entrar a nadie que no fuera disfrazado. Mi primer conflicto fue no ubicar a mis conocidos, pero cuando di con mi amiga Lumba Perrero, a la que los vecinos llamaban la roba votos a raíz de una contienda electorera hace tiempo, me fui sobre ella y le murmure al oído mi nombre. Se emocionó pues al igual que yo, estaba más que confundida. Su disfraz de ejecutiva y con esa mascara de Xóchitl Gálvez daba el gatazo. Ambos deambulamos por la fiesta dedicándonos a reconocer a los personajes reales tras la mascarada que llenaba el lugar. A decir verdad, era la oportunidad más cercana para cualquier morboso, para realizar las fantasías más nejas que habitaran en su cabeza.

─Estoy harto de la jornada, Lumba. Años y años en esto y no me acostumbro a verle la cara de pendeja a la gente. Se venden por cualquier cosa y no sólo eso, pierden amistades por defender a un candidato que al final del camino, si gana, se olvida de ellos, y si pierde, los culpa por no haber peleado lo suficiente, pero bueno, este es mi trabajo y por esto me pagan.

─Seamos realistas, Mauro, Morena es un partido popular y por eso ha logrado llegar al corazón de la gente; la coalición no es otra cosa que la desvergüenza a la vista de todos y lo peor del caso es que la gente lo está viendo y con todo y eso, les da el voto, ¿la gentes es tarada o qué?

─Lumba, sea del partido que fuere, todos son ambiciosos, todos. Mira, tengo años en esto y he visto gente ilusionada porque gane su candidato y cuando este obtiene el triunfo, dicha persona que caminó bajo el sol, en el frio, se peleó con los contras, etc, sigue en la misma jodidencia. Lo he visto. Sigue en su cuchitril y su alcalde, por quien luchó, jamás movió un dedo por ella.

Mientras platicábamos tras nuestros antifaces y alzándolos un poco para beber nuestros wiskis, sin problemas pudimos reconocer a un sacerdote Nueva Rosita tomando del talle a la esposa de uno de los notarios más empoderados de Sabinas. Después desaparecieron. Ni batallamos para descubrir a Rolando Elguezabal, de la cremería más popular de la región fumándose un pitillo de marihuana y a Cayetano Regules, el mueblero, dándole de nalgadas a la exdiputada del PAN. En pocas palabras la mascarada de esa noche fue la oportunidad que muchos buscaban para escapar de la rutina y embeberse en lo prohibido. No me haré el mojigato, mi amiga Lumba y yo terminamos hasta arriba de Buchanan y dándonos de topes en la pared del hotel el Águila.

Después de la jornada electoral que gracias a Dios terminó hace unos días, sigo reafirmando mi idea de que la política es una mascarada a la que el electorado no está invitado. En ella cohabita la religión, el comercio y los de alta cuna en una mezcolanza tan puerca y sucia disfrazada de bondad y anhelo  por el bienestar de los necesitados. López Obrador terminó sus seis años de aparente humildad y su índice de aceptación bajó sólo un poquito. Se va y la gente seguro lo extrañará. Sonaré irreverente tal vez, pero fue el papa Juan Pablo II que muchos quisieron, aunque secretamente encubriera pederastas, hiciera pactos con dictaduras asesinas y se opusiera al uso del condón cuando en ese tiempo en VIH estaba en su apogeo. Obrador igualmente tuvo sus desvíos, como Juanpa II, pero será recordado como el presidente más apegado al pueblo que ningún otro.

Lumba, la roba votos me estaba diciendo ayer que Xóchitl era su favorita, pero que le molestaba sus maneras tan estúpidas de ser. Sabía de política, pero su intentona por ser pueblo y vestirse de poblana solo la hicieron ver como una aprovechada de las indumentarias nacionales. Lumba es bien canija, me dice que sólo faltó vestirse como chamula o tarahumara para lograr convencer al electorado. Pero como yo le digo, los votantes ya dejaron de ser gueyes hace mucho.

No es por nada pero dejé a mi amiga la roba votos exhausta luego de las contiendas del amor que tuvimos en ese hotelito barato que está camino a la presa Don Martín. Muertos de cansancio y apenas amaneció nos tomamos un chocolala bien helado que traíamos en una hielera, porque hasta eso somos de gustos raros. Sabía que le calaba hasta la vagina que hablara pestes contra Xóchitl, pero igual ella sabía que me machacaba los tanates hablara mal de mí Claudia. Ambos sabíamos que mientras ellas estaban muy arriba en el poder con todo y que perdieran, nosotros no dejaríamos de ser levanta colas de la novia de quienes se alzaran aquí como candidatos.

─Mira, Mauro, la política es una vergonzosa mascarada a la que, como bien dices, la chusma, la raza, el pueblo, el electorado, no está invitada más que para organizarla y preparar las bebidas, después de eso, fuchi, fuchi, fuchi, pa juera que la los verdaderos invitados están por llegar. Ya ves, a tu Chano le robaron la alcaldía de Sabinas y a mi queridísima Betty ni Tláloc la apoyó en su cierre de campaña.

Cuando salimos del Águila, dejamos en el sillón del kamasutra las máscaras de Máynez y Xóchitl para que los siguientes amantes hicieran uso de ellas y ya de perdida en la cama triunfaran en algo.

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