LA FALLA
-¿En qué nos equivocamos, Mati?
-En nada, Ambrosio, en nada, cariño. No te me eches a llorar, no, no, las cosas
no son así, mi amor.
-¿Entonces cómo son las cosas, viejita? ¿Criamos hijos malos, Matilde?
-No, ¿Cómo te pones a pensar eso? Nuestros niños son hermosos, bendición
de Dios son los hijos, que no se te olvide.
-Me duermo pensando en ellos y al abrir los ojos siguen estando ahí.
-Vas pa los noventa, viejo. Yo pa los ochenta y ocho. Estamos vivos. Solos,
pero vivos.
-¿Crees que vengan, Mati? Casi cae la tarde.
-Mira, viejo, Diosito nos dio cinco varones y tres mujercitas. También nos dio
para darles comida en el piquito. Crecieron y volaron, como también nosotros
volamos un día.
-No te hagas la fuerte, Matilde. Tu la sufres más que yo.
-Hablemos de otra cosa, Ambrosio, ¿está bien? ¿Te preparo unas galletitas
remojadas en leche?
-Pos qué más. No hay otra cosa.
-No reniegue, hombre, no reniegue
-Esa Popa se llevó mi tarjeta pensión del gobierno y yo también de tonto que le
di mi clave. Canija chamaca, ni un jugo me trajo.
-Toma, la leche está especial. Ten cuidado no vayas a tirarla en la cama. Estás
galletas salieron buenas. Esta semana la despensa que nos trajo Trujillo venía
más surtida. Y con respecto a Propina, ni hagas brete, era tu consentida.
-Qué cosas, Mati. El gobierno dándonos despensa y esos que fueron nuestro
más grande querer ni asoman las narices.
-Ya, para, Ambrosio, no sea renegón.
-Me emocioné cuando vino Pilo, pero me desilusioné cuando lo vi por la
ventana echando en su camioneta la poca herramienta que me quedaba. No
fue ni para asomarse y preguntar cómo estábamos.
-Mira, Ambrosio, quién viene por allá, asómate, asómate…
-¡Mi bella Daniela! Casi tres meses sin mirarla… ¿Ando peinado, Mati?
-Te ves guapo, hombre.
-No traigo saliva seca?
-¡Que no, caramba!, Siéntate bien, déjame voy a abrirle la puerta.
-¡Hola, mami! ¿Cómo estás, hermosa?
-Anda, achaques propios de la edad, pero fuera de ahí, todo bien. Bienvenida…
pero mira lo sudorosa que vienes, caramba.
-Ay, mamá, si le platicara.
-Pues llegaste en buen momento, estaba por prepararme unos panqueques
para darle a tu papá más al rato.
-Me encantaría, mami, pero no tengo tiempo ni para sentarme a contar cosas.
-¡Oh, caramba, pensé venías de visita!
-¿Lo planeamos, sí?
-Si tú dices. Tenemos meses con ese plan.
-Má, tengo reunión urgente de amigas y me utensilios para el pastel.
-Tengo algunas cosas, lleva lo que te falte.
-Gracias, gracias, gracias, mamita. Oh, mira, este molde está perfecto. ¡Tienes
harina!, qué bien, me evitas la vuelta al súper. ¿Estos huevos están frescos?
-Sí, los acabo de levantar de los nidos. La harina te la debo, es para los
panqueques.
-Ay, mamita, mire, a papi le hace mal tanta harina. Menos hágale unos huevitos
y listo. Bueno, la harina me la llevo y ¿me presta la batidora?
-Se la llevó, tu hermana Roli hace un mes y no me la trajo. Ahora a bato a pura
mano.
-Ay, mami, ¿y ahora?
-Ahí sí te la debo mija.
-Ay, si, pero que no fueran Popina o Chío, porque hasta dinero les dan para
que salgan de sus apuros.
-No digas eso, Dany. Popa le pidió la tarjeta de pensión a tu papá y no se la ha
devuelto.
-¡Pero mamá, si está quincena salió el recargo prometido! Con razón se fue a
Piedras Negras de Paseo, y se llevó a sus niños con ella.
-¡Nela! ¡Ven acá, Mija¡ ¡Nela!
-Anda, hay te habla tu padre.
-Ay no, mami. Ta viendo como ando de carrereada… ¿entonces no me dará
cash para comprar una batidora?
-¡Daniela! ¿Te estás escuchando? Tu padre y yo no tenemos dinero. Todos
ustedes trabajan, son profesionales y…
-Ya va a empezar, mamá… bueno, me voy. Gracias por la harina, los huevos y
los moldes. Ah, y el mandil de Frida.
-No, ese mandil me lo dio tu hermano Joel. Llévate otro.
-Mañana se lo traigo, bueno, es un decir. Cuando vuelva se lo regreso.
Mis papás nunca se equivocaron y en ellos nunca hubo fallas. Las fallas
estuvieron en nosotros, esos que finalmente los vinimos encontrando
caminando por la carretera buscando a sus hijos, esos que por deshacerse de
sus viejos les dijeron que se irían al norte, pero sin especificar… y
desesperados caminaron rumbo al norte buscándolos porque para un padre o
una madre los hijos no se van nomás así porque sí. Y ahí estaban, asoleados
bajo un mezquite, al borde de la muerte y con unos hijos despreciados por una
sociedad que hasta la fecha nos recuerda el crimen cometido. No murieron,
porque hasta eso tuvimos el honor de ponerlos en un asilo. Ninguno aprendió
la lección porque al morir y ser notificados, todos estábamos ocupados, así que
enviamos lo correspondiente y nunca supimos donde fueron sepultados.
AUTOR:JUAN DE DIOS JASSO ARÉVALO
EL VIAJERO VINTAGE
@derechosreservadosindautor
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