La pluma del viajero

0
2

EL TINACO

¿Sigues ahí mamá?… ¿Mamá?, no te hagas la chistosa… oh, ya, ya te oí, ya te oí, canija, sigues ahí, vivita y coleando.
Mamá es una anciana que así nomás porque sí se está dejando morir. Fue atleta toda su vida. A sus ochenta sus piernas son columnas de roca difíciles de vencer. Por eso me asombra que siendo tan invencible se aguangue toda ahí en el tinaco donde la puse hace una semana. Como que medio flota en esa agua de lluvia, larvas de dengue y hojas secas de nogal. Por eso digo que se está dejando morir porque tiene posibilidad de resistir. Ya lo digo, si fue atleta y hasta hace un mes todavía se aventaba sus caminatas en el campito El Ranchero, aquí en Sabinas, no sé por qué ahora me mira así, dándome puras lástimas. Ella sabe que para mí primero es Jesús, después Jesús y más allá Jesús. Imposible anteponerla al Altísimo si ella por años fue la reina de las libertinas. El día que me rebatió sobre que Jesús había perdonado a la mujer adúltera, quiso pasarse de lista.
-No, mamita, no se confunda. En ninguna parte dice “Anda, ve y no peques más, te perdono”, obvio no, mi Jesús no apoyaría jamás la prostitución. Él nunca dijo un “Te perdono” . La invitó a ir y no volver a sus errores, pero usted, mamá, ya viejona y todavía quería rehacer su vida con ese tal Tulio. Ya vieja es para sentarse, estarse quieta y olvidarse de sus viajes a la huasteca a beberse el peyote.

-Sácame de aquí, Clara Luz. Sácame por favor. Ese pastor te está induciendo cosas indebidas, hija ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre? Yo puedo ayudarte, Mija.

Mala mamá no es, pero sí muy liberal. A sus ochenta sigue escuchando a Rolling Stone, Beatles y Elvis Presley. En pocas palabras crecí con una mujer que me obligaba a ir a conciertos extraños, verla vestirse hippie y exigirme estudiar si quería ser algo importante en la vida… ¿Qué era ser importante si ella nomás no era más que una vagabunda que me había traído por todo México en una combi pintada a colores? No era mas que un trapo viejo cuyo único talento había sido parirme y dejarme vivir. Digo que dejarme vivir porque un día me había confesado que su novio neoyorquino, ese que aparecía en varias fotos con rastas y apariencia de no bañarse nunca, le había dicho que me abortara, pero ella había optado por tenerme a seguir con él.

Mamá es buena, pero tuvo una vida de pecado del que no ha querido arrepentirse. Ayudarla es mi misión aquí en la tierra y siendo que sólo somos ella y yo, es mi deber enviarla al cielo limpia y sin mácula.
Ayer le leí casi todo Deuteronomio de pie y afuera del tinaco. Debe saber que así como las leyes de Jehová a su pueblo eran estrictas para su purificación, así también las de Jesús. De repente sus ojitos tristones como que me doblan, pero no debo rendirme. Si Sadrac, Mesac y Abednego la libraron del fuego y Daniel de los leones, ¿Por qué no mamá en este simple tinaco? Además, en este caso no soy ningún Nabucodonosor intentando aniquilarla, sino su hija y es por su bien.
El día que se nos vino la tormenta con granizo, el espíritu de Dios me llegó al alma. Había dormido preocupada por el mal vocabulario de mamá cuando agresiva, me había dicho hasta de lo que me iba a morir si seguía empecinada en ser una cristiana “extremista”. Y sí, sí lo era, pero por su bien. El susurro del espíritu me llevó a la tienda como el mismo espíritu a Jesús a la montaña para ser tentado por Satanás. Siete horquillas, siete pecados capitales.

-Saca la lengua, mamá, por favor.
-Déjame en paz, Clara, esto no tiene nada de cristiano.
-Saca la lengua, mamá, no haga las cosas más difíciles.

Y así como Jesús azotó a los vendedores en el templo, así mismo abofeteé a mamá, bueno, no a ella, a ese espíritu que la poseía y no la dejaba ser ella. Me miró asustada, pero entendió que al mal se le ataca y no se le consciente. Una a una le fui colocando las horquillas en la lengua, claro, haciéndole mención del significado moral de cada una.

-Que la soberbia que te dio creerte libre y mundana te abandone; la avaricia por restringirme todo; esta por la lujuria de prostituirte con el gringo; la ira contra mí por intentar salvarte; gula de querer tragarte el mundo; envidia de saber que soy más salva que tú, y al final la pereza de negarte a revivir, sobrevivir ante esta prueba… Y se equivoca, mamá, claro que la honro, por eso hago lo que hago, para purificarla y que el día de mañana, cuando entre a las huestes celestiales, sea de las que van tras de Jesús tocando la trompeta para la llegada de los justos que seremos muy pocos.

El día que la metí al tinaco, ah como me la hizo de complicada. Borrar su pasado es difícil, pero no imposible. Eliminar sus tatuajes no sería sencillo, pero no hay nada que el ácido y el alcohol juntos no puedan lograr. Claro, en cantidades pequeñas para que no pase de comezones.

-¡Sácame de aquí, Clarita, tenme piedad! ¡Me estás cociendo! ¡Arde, me arde!
-Má, ¿usted cree que Jesús no sufrió en el Getsemaní? Piénselo y no se queje tanto. Van tres veces que me interrumpe la lectura de Levítico, si sigue así tendré que sacarla y continuar quitándole esos horribles tatuajes con el pela papas, y no queremos eso ¿verdad?

El tatuaje del Ojo de Dios que se hizo en la espalda y en Real de Catorce, fue el más complicado, pero gracias a qué perdió el sentido se lo pude quitar sin escucharla gritar. El más vergonzoso era el camaleón que traía entre pecho y pecho, pero ese se lo quité a base de ácido, cloro y detergente.
Batallosa y desvanecida la volví a meter al tinaco. No le puse tanta agua, pero si la suficiente para que la cubriera hasta el cuello. Los tatuajes de las piernas y los chamorros se los quité también con el pela papas porque el ácido que le puse al agua no fue suficiente.
Cuando ganó la democracia y Salinas de Gortari llegó al gobierno, su programa de solidaridad lo llenaba todo y yo llené así mismo ese tinaco que me habían regalado. Ya tenía dos, pero ese tercero me sirvió para bautizar, renovar, darle un nuevo capitulo a la vida de mamá. Y bueno, aunque se me murió en el intento, se que recibiré mi galardón porque luché hasta el final para volverla al camino.
Enterré el tinaco, puse a mamá hasta el fondo, lo rellené de tierra para plantas y le canté “Jesús mío, dulce solaz” a ritmo de pandero.

-Ande, mamá, vaya y no peque más.

No hubo cruz, pues es deshonroso recordar a Jesús en la cruz en lugar de memorarlo vivo, activo y siempre buscando el modo de estar frente a sus hijos.

Anhelo el día en que vuelva a encontrarme con mamá, ahora pura y sin tatuajes, con sus dedos completos y no con los tres en cada mano como la enterré. Espero verla con su lengua restituida pues sabe Dios y sus ángeles que una lengua extirpada vale más que una blasfema. Entonces la veré venir, restaurada y angelical. Me sentiré entonces como Jesús, una salvadora de una mujer a la que mucho amé y por quién luché hasta el final.

AUTOR:
JUAN DE DIOS JASSO ARÉVALO
EL VIAJERO VINTAGE
@derechosreservadosindautor

Mantente informado las 24 horas, los 7 días de la semana. Da click en el enlace y descarga nuestra App!