Más de uno se ha quedado impresionado ante la magnificencia de las diversas edificaciones arquitectónicas que a lo largo y ancho del planeta se han edificado en diversas ciudades del mundo. Bien podríamos hablar de Dubái, Nueva York, la Ciudad de México, Londres o España. Lo cierto es que para poder mantener en pie tales edificaciones se tuvo que invertir en arquitectos de amplio potencial para que su resistencia perdurara a lo largo de los siglos, tal y como ha sucedido con la magnífica muralla china, las diversas pirámides egipcias, mexicanas o peruanas.Hoy es el tiempo para que México invierta en buenos arquitectos para su magna edificación moderna, hablando claro está, política y culturalmente. Tales especialistas sin lugar a dudas son los jóvenes. Sólo una potente educación como algo preponderante, vital y de urgencia podrá hacer que esta agonizante nación pueda lograr despegar hacia nuevos horizontes. No hay peor ciego que el que no quiere ver, pero si nos detenemos un poco a ver la geografía “emocional” de nuestro México, sin lugar a dudas terminaríamos derramando lágrimas.
En su momento Aristóteles expuso que la adquisición de una buena gama de buenos hábitos en los jóvenes no era algo opcional ni de poca importancia en una nación que buscara el progreso, sino algo de categoría absoluta. Lo ciertoes que la degradación en la que ha ido cayendo la juventud mundial en estos tiempos ha causado una terrible corrupción humanitaria. Hoy los jóvenes viven una cruel tiranía contra los que son sus superiores. Para ellos no importa ni la edad ni la experiencia. Un gran porcentaje no respeta a sus padres, ni a los maestros. Han olvidado los modales más básicos y creen que por tener la tecnología de su parte pueden ser como esos súper héroes que Hollywood les ha metido en la cabeza, esto es, insuperables y hasta soportables.
Una de las cosas por las cuales la antigua cultura griega logró sobrevivir a la decadencia, fue justamente porque los niños eran enseñados desde muy chicos los principios básicos del respeto, el arte y la cultura. La política era básica en la enseñanza y los filósofos se encargaban de impartirla en campos abiertos.
Por su lado el gobierno espartano tenía por básico el que todo varón, apenas fuera destetado, fuera llevado a sitios en los que se entrenara en asuntos de guerra. La patria y los dioses eran primero y no había nada que podía interponerse en ambas obligaciones.
Si bien es cierto que la juventud debe ser educada con talante lo bastante férreo para poder soportar los embates de la realidad mundial, también es muy cierto que, como dijera Sócrates, lo que mejor le sienta es la modestia, el pudor, el amor a la templanza, y la justicia. En resumen, todas las anteriores son verdaderas virtudes que deben formar su carácter.
Hoy la llamada Cuarta Transformación se ha propuesto hacer un llamado cordial a la juventud, un llamado lo bastante preclaro y muy parecido al servicio nacional militar. En sus propias palabras, el actual presidente de los Estados unidos mexicanos ha dicho:
“Quiero invitar a los jóvenes a la Guardia Nacional que tendrán la misión de cuidar a todos los mexicanos. Formarse para garantizar la seguridad y respetar los derechos humanos, no actuar con prepotencia. Ser muy fraternos”
No hay nada más noble para un país que poseer una juventud que alce la mano cuando se le llama a proteger la soberanía nacional. El actual mandatario confía que no serán cien nidoscientos los que digan sí, sino muchos más jóvenes interesados en la defensa nacional.
De nadie es desconocido que la entrada del nuevo gobierno ha traído consigo un sinnúmero de detractores, pero eso es algo que siempre ha existido. De no haber opositores no existirían las elecciones, todos tendrían una misma opinión y la palabra democracia no tendría necesidad de existir. Hoy el país está cubierto de una gran diversidad de pensamientos y con todo que exista una gran variedad de ideas, no debemos olvidar que está en juego la nación y para ello es vital la erradicación de una mancha que por sexenios pareció contaminarlo todo.
Hoy ciertamente los jóvenes están desconfiados, nada más lógico cuando por años los adultos sólo les han mostrado una sucia senda de mentiras y corruptelas. La tarea de convencerlos de que todavía hay esperanza no es fácil, pero tampoco imposible.
Hoy México necesita de sus jóvenes, pero también de sus adultos, de sus niños, de sus ancianos, de todos los que hacemos de esta patria lo hermosa que es.
Es tiempo de creer, finalmente siempre lo hemos hecho. Cada sexenio empieza con una naciente fe en el cambio, hagámoslo hoy otra vez, solo la fe con obras puede dar el resultado esperado. El orgullo, la vanidad, el prejuicio y la ira sólo harán de nosotros seres humanos vistos desde afuera, como siempre hemos sido vistos, tercermundistas que ni siquiera merecemos vivir en un país del tercer mundo. Adieu.