El estilo de vida actual de los perros se distancia notoriamente de las actividades que caracterizaban a su antepasado el logo gris -“Canis lupus”- que se dedicaba a la caza. Sin embargo, su fisionomía no ha cambiado demasiado. De acuerdo con la paleoantropóloga Pat Shipman, la evolución de material genético de los caninos se ha modificado sólo en un 0.2%, por lo que aseguró que la domesticación y migración ha sido la causa de la forma contemporánea en la que los concebimos, como compañeros de vida, leales, juguetones insaciables e imprescindibles en nuestra existencia.
En una publicación de “Nature”, la experta en evidencia genética canina revela que los perros fueron los primeros animales en ser domesticados. Sin embargo, la fecha y el lugar en el que ocurrió esta antropomorfización no está clara. A partir de ahí, Shipman se interesó en desentrañar el enigma. Para dichos efectos, la investigadora se remontó a la época en la que el Homo sapiens se encontró, por vez primera, con los neandertales que habitaban Europa, ambos grupos comenzaron a criarse juntos.
De acuerdo con la autora de “Nuestros compañeros más antiguos”, con probabilidad, la era glacial dio lugar a la domesticación temprana de la especie, aunque reconoció que los neandertales no fueron los responsables de este amaestramiento, pero hubo algo que compartían con los perros: sus víctimas, ya que ambos cazaban a los mismos tipos de animales, incluidos ciervos y herbívoros de tamaño mediando y grande. En cambio, los Homo sapiens empezaron a figurar como el grupo más fuerte, esta fortaleza no sólo posicionó a los neandertales en un estado de vulnerabilidad -causante de su extinción- sino que forjó una complicidad del humano moderno y el lobo gris.
La cooperación entre ambos se basó en la búsqueda de cazar presas más grande, según relata la paleoantropóloga: “(la) asociación fue a largo plazo y mutuamente beneficiosa con los cánidos”, aunque reconoció que parte de la comunidad científica se mantiene escéptica frente a esta hipótesis.
La relación tan estrecha que comenzó a unir a los primeros humanos y a los perros provocó que el Homo sapiens adoptará algunas de las habilidades de la especie animal, “como un agudo sentido del olfato, la resistencia para correr rápida y casi incansablemente tras posibles presas, y buena vista”, profundizó Shipman.
La colaboración ofrecía beneficios mutuos -destacó la investigadora- los perros podían encontrar, rodear y sujetar un mamut hasta que el Homo sapiens lo atravesaba; mientras que los humanos protegían a los perros de las manadas de lobos salvajes locales.
En este sentido, la experta en la historia de los “perros lobo” teoriza que, aproximadamente, hace 36 mil años, se convirtieron en nuestros compañeros. Sin embargo, estudios previos aseveran que no fue sino hace 16 mil años cuando ocurrió la domesticación de perros. Sin embargo, “no existe un rasgo anatómico único que pueda distinguir a un perro de un lobo con certeza”, advirtió Shipman.
Para justificar estos argumentos, los paleontólogos han recurrido al estudio de ADN mitocondrial de la especie. Uno de los indicadores más fuertes data de hace 14 mil años. A través de la observación de colmillo encontrado en una tumba canina, los expertos expresaron que los humanos habían cuidado a un cachorro enfermo semanas antes que éste muriera.
Los hallazgos de Shipman han abierto la interpretación y apreciación de la compañía de los caninos, ya que a diferencia de la forma en que hemos concebido su presencia, como una propiedad, se trata más de una asociación, un vínculo de pares, en el que los perros fungen el papel de guías y benefactores, ya que se ha demostrado que su acompañamiento reduce las discapacidades físicas y mentales de los humanos, además reduce la ansiedad asociada con el envejecimiento, la soledad, el autismo y otros trastornos presentes en nuestra especie.
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