ITALIA.- “Qué Dios me ayude”. Así escribía en una desesperada carta a su novia antes de fugarse el último capo de la mafia siciliana, Matteo Messina Denaro.
Era el 5 de junio de 1993. Tres días antes, un juez del tribunal de Palermo había emitido un orden de detención contra él por cuatro asesinatos. Su suerte estaba echada, y Messina Denaro lo sabía: debía esconderse para siempre.
“No sé si entendiste que en la operación de ayer por parte de los carabineros hay una orden de captura contra mí”, escribía el jefe mafioso al anunciarle a su novia su huida. “Cualquier cosa que hayan puesto es una gran infamia, porque soy inocente. Comenzó mi sufrimiento y, a los 31 años, y con la conciencia tranquila, no es justo ni moralmente ni humanamente (…). Espero que Dios me ayude (…) No quiero ni siquiera pensar en salir de este laberinto desde el que no sé cómo voy a salir (…) Quiere decir que nuestro destino era éste. Espero mucho, de verdad, de corazón, que al menos tú en la vida puedas tener suerte (…) Ni siquiera pienses más en mí, no merece la pena, porque sé qué horrores voy a pasar cuando haya ingresado en esta espiral infernal. Te deseo un mundo de felicidad, y aun cuando desde el rincón más oscuro lo sepa, voy a estar feliz yo también. Con el corazón roto. Un abrazo, Matteo”.
La carta fue revelada durante el juicio contra Messina Denaro, que recién comenzó en la ciudad siciliana de Caltanissetta, y publicada por el periódico italiano Il Corriere della Sera. El jefe mafioso está siendo juzgado en ausencia por su participación en los violentos atentados con explosivo que mataron, en 1992, a los populares jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Pero en el momento en el que fue escrita la carta, Messina Denaro era todavía un mafioso de segunda línea, aunque ya ambicioso y en ascenso. El hombre se convertiría en el jefe indiscutido de la Cosa Nostra recién en 2006, después de la captura de Bernardo Provenzano, quien a su vez había sucedido a Totó Riina, el poderoso y sanguinario jefe detrás de la estrategia de las bombas contra los representantes del Estado italiano.
Messina Denaro fue una pieza clave de esa estrategia: de hecho, a pesar de declarar en la carta su inocencia, en los mismos días en los que escribía esas palabras estaba participando en la organización de los atentados del verano de 1993 en Florencia, Milán y Roma que dejaron 10 muertos y 106 heridos.
En 2006, las autoridades italianas desataron una intensa búsqueda, con un plan llamado de “tierra quemada”, que llevó a la detención de más de 100 personas de su círculo cercano, incluidos su hermano Salvatore, su hermana Patrizia, su cuñado, su nieto y su primo, entre otros.
Cayeron todos, menos Messina Denaro, el único de los grandes jefes mafiosos que nunca estuvo preso y de quien no existe ni siquiera una foto reciente.
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