WASHINGTON.-El embajador ruso, Sergei Kislyak, era todo sonrisas el martes en el Capitolio, charlando con otros diplomáticos extranjeros y legisladores estadunidenses que acudieron a escuchar el primer discurso ante el Congreso del presidente Donald Trump.
Dos días después Kislyak está en el corazón de una tormenta política, que amenaza al secretario de Justicia, Jeff Sessions, después de que ya obligara a renunciar al consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Michael Flynn.
Sessions, una de las figuras del círculo cercano a Trump, reconoció haberse reunido con Kislyak en dos ocasiones en 2016, en plena campaña electoral, contradiciendo lo que había afirmado bajo juramento ante una comisión del Senado.
Ayer, Sessions se recusó de todas las investigaciones sobre los supuestos contactos del comité de campaña de Trump con funcionarios rusos antes de las elecciones del año pasado.
Kislyak ya había tenido varios contactos el año pasado con Michael Flynn, en particular por teléfono el 29 de diciembre, cuando el entonces presidente Barack Obama expulsó a 35 diplomáticos y espías rusos en represalia por la interferencia de Moscú en las presidenciales.
Flynn finalmente renunció el 13 de febrero pasado.
Producto puro soviético
En la etapa final de su misión en Washington, donde representa a Moscú desde 2008, Kislyak es un diplomático experimentado y discreto, producto puro de los asuntos extranjeros soviéticos, adonde ingresó en la década de 1970 con un diploma de ingeniero en el bolsillo, en los tiempos de la URSS.
Grande, corpulento, de rostro redondo y sonriente, este diplomático de 66 años conoce a profundidad Estados Unidos, donde comenzó su carrera en la sede de la ONU en Nueva York y la continuó en la embajada de la Unión Soviética en Washington a lo largo de los años 80.
Con una voz baja y pausada, habla un inglés perfecto.
Como buen diplomático prefiere estar tras bastidores y es conocido por ser alérgico a la mundanidad y a los proyectores. Después de casi diez años al mando de la embajada, sólo se ha presentado ante la prensa en situaciones excepcionales.
La última vez fue el 8 de febrero de 2016, cuando convocó sorpresivamente al mediodía a periodistas estadunidenses y europeos en su residencia en el corazón de Washington para decir todo lo mal que pensaba Moscú sobre la prudencia del gobierno de Obama para intervenir en Siria.
Kislyak deploró que las relaciones entre las dos potencias mundiales estuvieran “en una situación, lamentablemente, difícil”.
En plena turbulencia entre el gobierno de Obama y el Kremlin hace justo un año, el embajador ruso aseguró, siempre con un tono de buen humor y ante una taza de café y pasteles, que una versión de la Guerra Fría no se iniciaría.
Reclutador de espías
Declaró, sin embargo, que Rusia y Estados Unidos fueron “capaces de terminar la Guerra Fría, pero probablemente no han sido capaces de construir una paz post Guerra Fría”.
Un acercamiento con el presidente ruso Vladimir Putin es justamente un objetivo para Trump, aunque estos últimos días haya guardado silencio sobre este asunto.
En este contexto sin precedentes entre las dos potencias, ¿qué rol habría jugado el embajador de Moscú en Washington?
El Kremlin afirmó que no estaba al tanto de las reuniones entre Sessions y Kislyak, subrayando que “el trabajo del embajador (era) tener la mayor cantidad de encuentros posibles”.
La cadena CNN fue más allá al acusar al embajador ruso de ser “el jefe reclutador de espías” en Washington para el servicio ruso de inteligencia en el exterior (SVR).
La portavoz de la diplomacia rusa, Maria Zakharova, desmintió vivamente las acusaciones. “Honestamente, tengo solo una pregunta: ¿Los medios occidentales pueden caer aún más bajo?”, afirmó.
“Les voy a confiar un secreto militar: los diplomáticos trabajan, ellos trabajan y su trabajo involucra hacer contactos en los países donde están”, añadió la portavoz con ironía.
El ex embajador de Estados Unidos en Moscú, Michael McFaul, lanzó una advertencia en Twitter: “Amigos, no seamos ingenuos. Obviamente Kislyak se estaba reuniendo con Sessions debido a su rol en el mundo de Trump. Ese es su trabajo”.
Otros diplomáticos extranjeros incluso murmuran que el embajador ruso se divierte en silencio con este escándalo político en Washington, debido a sus contactos con el círculo cercano a Trump.
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