La estación de transportes, que aún no está terminada, goza de un diseño muy distinto al de los rectos y cuadriculados rascacielos del distrito financiero en el sur de la isla de Manhattan.
El vestíbulo principal destaca por contar con un luminoso y amplio espacio donde se alza una gran cúpula hecha de blancas vigas de acero que se elevan hacia el cielo, diseño descrito por algunos medios como The New York Times como “una atracción para los selfies”.
Aun así, la apertura de la estación estuvo cargada de polémica por el elevadísimo coste de la estructura, que duplicó el presupuesto inicial, y el abstracto diseño del denominado Oculus, que algunos describen como “las alas de un fénix que vuelve a nacer” mientras que otros hablan de una “espina de pez”.
Toda la infraestructura que conecta la estación terminó con un gasto de 4.000 millones de dólares, origen de la polémica ya que supone el doble del presupuesto inicial, que era de 2.000 millones.