“Huelga del hambre”

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En el corazón de Coahuila se encuentra una región riquísima en carbón.Por sus extensos mantos del oro negro se le ha llamado La Región Carbonífera. Durante los años de 1920 tuvo un notable florecimiento. El descubrimiento de nuevos sitios con este mineral provocó la creación de nuevos pueblos. Nueva Rosita, Minas de Barroterán, Sabinas y Melchor Múzquiz, entre otros. El florecimiento de estos pueblos estuvo enlazado desde un principio con la explotación del mencionado mineral.

Uno de los factores que causaron el cierre de importantes puntos mineros sin lugar a duda fueron las explosiones causadas por el gas metano. Los muertos se contaban por cientos. Así muchos pasaron a convertirse en tristes pueblos fantasmas. Bien podríamos mencionar San Felipe, El Hondo, en el cual no está de más mencionar naciera el gran actor mexicano, Emilio Fernández, al que apodaban en el mundo del cine como “El Indio”.

Es triste recorrer esos sitios que huelen a un extinto florecimiento económico. El viento en el Hondo no se calla, los murmullos parecen acarrear en sí mismo las voces de cientos de orientales muertos y enterrados sin identificar. Las paredes de la vieja escuela, del hospital, de la iglesia y otros sitios parecen lamentar el notable olvido. La Escondida es otro de los poblados abandonados luego de que la explotación minera terminó. Y así, podríamos citar muchas villas arrasadas por el olvido. Hoy, poblaciones como Nueva Rosita, San Juan de Sabinas, Las Esperanzas, Palaú, La cuchilla y otros más sobreviven cargando en sí el recuerdo de un tiempo bueno. Un claro ejemplo es la ciudad de Nueva Rosita, una ciudad que día adía ve el ocaso de una tremenda gloria basada en el asentamiento de minera Asarco y Minera México. Los años veinte y treinta y todavía los cuarenta hablan de esa bonanza que colmaba todos los rincones del pueblo. Hoy, desde las alturas de la bien llamada Colonia Americana, se puede contemplar lo que ha quedado del pueblo.

En los años cincuenta se desató una ola de inconformidades de los trabajadores contra los empoderados dueños de las minas por la violación de muchos de sus derechos. Se hablaba hasta de esclavitud y malos tratos. Luego de no lograr convencer a los altos mandos de que cambiaran esa actitud despótica, casi el cien por ciento de los mineros se hicieron a la tarea de emprender una huelga, una marcha que tendría como inicio la Región Carbonífera. El recorrido de cientos de kilómetros pasando por Monclova, Saltillo, Monterrey y finalmente la Ciudad de México fue una muestra de solidaridad. Desafortunadamente dicha marcha sólo trajo muerte y desilusión. Ni en Saltillo y mucho menos en la capital del país fueron escuchados. El gobierno, regentado en ese entonces por Miguel Alemán, declaró que aquella huelga era ilegal y todos aquellos inconformes fueron regresados en tren a sus lugares de origen. Sus peticiones no fueron escuchadas y así, en medio de una terrible hambruna, cansancio y triste desolación el retorno fue de pesadilla. Lo peor vino cuando en una manera de venganza, la compañía Asarco devolvió el trabajo únicamente a 800 trabajadores de los casi 3000 que eran.

Hace unos días se repitió la historia. La región, abandonada a su suerte, sufrió un fuerte revés a causa de la casi nula compra del carbón. El comercio se vio drásticamente afectado y los empleos fueron escaseando. El pueblo recordaba una y otra vez las promesas de campaña de un López Obrador diciendo que CFE compraría hasta el último grano de carbón, cosa que no sucedió.

Hace unos días una mega marcha, denominada “La marcha de la solidaridad” reunió a transportistas, mineros, alcaldes y hasta al mismísimo gobernador de Coahuila. Apostados frente a CFE extendieron sus pliegos petitorios los cuales, aparentemente fueron aceptados. Todo había sido una tomada de pelo. Nuevamente el pueblo, acallado y triste volvióa tragarse el coraje de no ser escuchado.

Hoy, en medio de la zozobra se sigue buscando, en medio de una terrible huelga de hambre, una solución que logre estabilizarlo todo.

Ciertamente las historias se repiten aquí y allá. Son muchos los pueblos mineros en el país que por siglos han padecido del oprobio, de la rapiña extranjera y peor todavía, de la nacional. Los dueños se enriquecen y los pueblos se empobrecen. Las calles lucen sucias, sus casas cuarteadas por la abusiva explotación y así, los pueblos fenecen en una hambruna que todo el país ve, pero que al mismo tiempo calla. Adieu.

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