“Hillary y el arte del primer nocaut”

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Ahora que algunas cadenas de televisión norteamericanas permitieron que el mundo entero gozase de ese colosal combate disfrazado de un debate, entre la abanderada del partido demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump la noche del lunes en la Universidad Hofstra, en Hempstead, Nueva York, más de uno vimos un espectáculo en el que durante el proceso hubo situaciones que ni siquiera el mediador Lester Holt pudo detener, sí, toda una sarta de escarnios que el nacido en Queens expusiera contra su adversaria política.

Lo más genial de todo es que mientras el fundador de los juegos de azar Trump Entertaiment Resort se lucía cual si fuera una regordeta cantante de ópera de cuya boca ya ni siquiera salían palabras elocuentes ni arias melodiosas, la dama de la fina elegancia sólo se mantenía ecuánime, serena y entera. De cuando en cuando sonreía cuando su contrincante caía en aseveraciones que rebasaban lo ridículo y tomaban tintes grotescos. La candidata por el partido demócrata al verlo ahí tan fantoche y con actitudes de adolescente caprichoso poco le faltó para echarle una bola de estambre para dedicarse a jugar con él como quien juega con su gato a un lado de la chimenea en una noche de invierno.

Lo tenso de la noche y que segundo a segundo repercutía en las bolsas de valores del mundo, fue que al activar sus muy característicos modos de payaso de circo y su ya muy distintiva altanería, algunos necios le brindaron sonoros aplausos causando en ello la elevación del mercurio en su termómetro de populismo. Tal situación a su favor aumentó tan notablemente, que provocó la espantosa e irremediable caída de un peso mexicano con una cotización del dólar de más de veinte pesos. Dicha crecida no sólo hizo tambalear la economía azteca, sino la de medio orbe. Sin embargo, la reconocida demócrata, siempre al asecho y cazando cada una de las expresiones de su antagonista sabía que tierra pisaba y lo que podría pasar si su entereza flaqueaba.

Luego de refrescarse la cara, tomar un poco de agua, recibir un auto masaje emocional defendiendo sus propias causas, salvaguardó a como pudo los derechos de la mujer ante las adjetivaciones ofensivas contra el género femenino del republicano; con la cara limpia lo enfrentó cuestionando su dudosa reputación al no exponer su rendición de cuentas al negarse a declarar su pagos de impuestos, entre otras cosas.

Lester Holt, tan preciso e imparcial, daba los tiempos para las respuestas de un modo tan justo que no se le juzgó por dar preferencias. Pese a lo cruento que resultó ser aquel encontronazo y lo oscuro del panorama para las divisas mundiales, se sabía que el resultado definitivo de todo aquello se podría saber al día siguiente y como ya lo esperaban muchos, apenas amaneció y el sol se nos echó encima, un ligero aumento de fuerza del peso contra la moneda verde echó al traste toda aquella actuación del millonario soberano de los negocios al poner como ganadora a la rubia esposa del ex presidente de los Estados Unidos William Clinton.

Con un brillante nocaut, muy al estilo de Mohammed Ali, la demócrata demostró una vez más que no está hecha ni de pino y mucho menos de tabla roca, sino de madera cara… y es justo aquí donde se devela lo que es un genuino político. Podemos decir entonces que no es aquel que se atavía con un costoso y legítimo traje a la Savile Row, Kiton o Zegna. Mucho menos el que se enfunda los pies con un buen par de zapatos italianos Scarpe di Bianco. Tampoco el que se rocía con estupendas lociones Poivre envasadas en cristal de Baccarat y hablar como experto merolico. Ser político va más allá de un intento por convencer a un público ávido por escuchar propuestas que los dejen en posibilidades de mejorar sus vidas como ciudadanos; va más allá de hablar porque se tiene boca y manotear por el hecho de tener manos; más allá que meterse al agua y al fango en tiempos de  desastre y campaña para impresionar al electorado y claro, y del mismo modo, de entregar despensas y acarrear gente a los multitudinarios mítines.

La política en sí es un arte, una doctrina que enteramente tiene qué ver con el manejo de los estados y de cada uno de los ciudadanos que la conforman. Su misión es provocar la felicidad de los gobernados al utilizar estrategias de gobierno que mantengan un nivel bien balanceado. Al utilizar la política como su concepto lo exige, es decir, la creación de una sociedad libre, compuesta por personas libres, esto indudablemente resuelve los problemas de su convivencia colectiva. Busca en sí ese bien común tan anhelado por los seres humanos.

Analizando cada una de las características que el magnate neoyorquino posee, queda lejos de quedarle bien el traje que Obama dejará en poco tiempo. La carencia de esos atributos que la política exige, fue lo que provocó que el rubio contendiente recibiera un nocaut tan certero del que ya no pudo levantarse y del que negándose a perder, sólo le restó declarar a la cadena noticiosa CNN  que a punto estuvo de expresar asuntos delicados de la familia Clinton, pero que se había abstenido porque no era correcto.

A ciencia cierta no se sabe lo que sucederá en los próximos debates y los temas a lidiar, pero una cosa sí es cierta, la catadura de Clinton va más allá de una mujer dedicada a la política por muchos años, es una dama entrenada para gobernar las masas con lo que se llama verdadera política de la gobernabilidad y no con voz de mando, cetro alto y todo un ejército controlando a una población en dado momento en disputa como sucede actualmente en México. Ser presidente de una nación va mucho más allá que sentarse en un trono como lo hicieran los reyes franceses, es buscar, como lo solicita la política, ese bien común que mucho anhela el mundo contemporáneo en el que caminamos día con día…adieu.

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