CDMX.- El nombre de la mujer que recibió la oreja cercenada de Vincent van Gogh ha sido revelado 130 años luego del inicio de una historia que poco a poco fue adquiriendo tintes de mito.
Se trata de una joven de 18 o 19 años llamada Gabrielle Berlatier, hija de un granjero, quien en 1888 trabajaba en el burdel parisino Rue du Bout d’Arlés, donde estaba registrada como empleada doméstica debido a su corta edad; sitio al cual Van Gogh acudió el 23 de diciembre del mismo año a entregar su apéndice mutilada.
El nombre de la implicada se reveló a “The Art Newspaper” por la investigadora Bernadette Murphy, autora del libro “La oreja de Van Gogh: La verdadera historia”, que se presentó en el marco de la exposición “Al borde de la locura”, que el Museo Van Gogh de Ámsterdam aloja desde el viernes.
Murphy detalla cómo es que dio con el nombre de la joven y cómo fue que ella llegó al burdel donde conoció al genio post-impresionista.
Durante su investigación en los registros médicos del Instituto Pasteur de París, la autora halló la historia de Gabrielle, quien vivió hasta los 18 años en la villa de Moulès, en la región de Provenza, donde el 8 de enero de 1888 fue mordida en el brazo izquierdo por un perro con rabia. La joven fue cauterizada con un hierro caliente que deformó la extremidad y tuvo que ser llevada a París a recibir una nueva vacuna.
En el libro se relata que el costoso tratamiento agudizó la economía familiar y Gabrielle se vio obligada a trabajar en el Rue du Bout d’Arlés. Sin embargo era demasiado joven para ser registrada como prostituta, por lo que fue registrada como parte del grupo de limpieza.
La evidencia sugiere que Gabrielle trabajó a la par como empleada de servicio en el Café de la Gare, propiedad de los amigos del pintor, Joseph and Marie Ginoux, y donde el artista se hospedó entre mayo y septiembre de 1888. Tres meses antes del incidente, Van Gogh plasmó el interior del café en el óleo Le café de nuit.
Sobre este café que solía abrir toda la noche, relata el libro, Vincent le dijo a un amigo que aunque no era un burdel, sí era “una casa de citas, y de vez en cuando se ve a una puta sentada a la mesa con su pareja”.
El hecho de que Berlatier conociera a los dueños del café plantea la intrigante posibilidad de que ella y Van Gogh se vieron con regularidad.
Gabrielle Berlatier se casó, vivió hasta una edad avanzada y mantuvo hasta su muerte el secreto del traumático encuentro con un delirante Van Gogh la noche del 23 de diciembre de 1888.
El apellido de la joven no se dio a conocer en el libro, sino hasta ahora, que la autora recibió el permiso de los descendientes de Gabrielle Berlatier.