“Frida” la esperanza de México

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CIUDAD DE MÉXICO.- La gente está en todas direcciones. Cada uno tiene la misión de encontrar la herramienta necesaria para quebrantar los muros que separan la vida de la sombra y el piso firme de los cimientos rotos.

Este incesante movimiento. Itinerante camino de la perfección de ayudar al más necesitado. Se acompaña con gritos. Sea con micrófono, con alto parlante o solo con las manos en la boca esperando dar mayor proyección de voz. “¡Oxígeno, cadena, soldador, pinzas, martillo!” Y de pronto silencio.

Puño cerrado, apagan plantas de luz y silencio de asombro, de espera que cuando vuelvan a emitir un sonido sea para festejar lo que han intentado hacer todo el día. Tener niños sobrevivientes del terremoto del 19 de Septiembre del 2017.

La Marina, militares, policía, Protección Civil, bomberos, trabajan intensamente. Tanto localizando a los menores con la tecnología de scanners, como con cámaras con micrófonos. Como coordinando a las manos que siguen llegando esperando a recibir órdenes. Mover aquello, martillar tal o cargar eso o conseguir algo. Estar dentro del patio de la escuela derrumbada es intentar levantarla con más ganas que técnica.

El camillero lleva parado su herramienta de trabajo más de seis horas. Espera atento a su llamado. Escucha que ya pronto llegarán a los niños. Que ya se hizo contacto con ellos y parece que están bien pero la cifra de cuántos realmente son, varía. 5 o 4, él está listo. Empieza a acomodar a la gente para que esté libre el paso y poder llevar de sus manos y la ambulancia las veces necesarias.

La gente que está en el techo del edificio caído se ha llevado hoy varias sorpresas. Lluvia suave y luego fuerte. El movimiento de una réplica. Chispas de una soldadura. Puntos verdes en el scanner que daba como garantía que debajo de ellos había vida. Suficiente noticia para hacer que El Paso del tiempo comenzara a correr rápido. Decían que a las 12 del día podían salir. Que ya estaban cerca. Fueron poniendo las luces en su lugar para poder dar a conocer a los supervivientes.

La maestra ha bajado y ha gritado a Sofía, nombre que se ha manejado como una opción sobre La Niña que ha mantenido la esperanza de millones de mexicanos. Con altavoz le habló a la pared como si le hablara de frente. “¡Aguanta Sofi. Aguanta mija! Sabemos que están con otro niños”.

Mientras esto sucedía los cascos de colores no dejaban de revolucionar su paso. De un lado al otro. De uno con manos vacías y de otro con las manos llenas.

Conforme la gente toma más orden y movimiento. Más cascos hay en el techo del edificio intentando quebrarlo para poder sacar a los sobrevivientes. El ritmo de pronto se detiene. La estructura comienza a moverse. Una de las personas cercanas escuchó tronar algo.

Bajaron a todos y sacaron a la gente cercana a 10 metros de los escombros. Se suspende la búsqueda. La gente comienza a encontrar culpables. Que si porque tal, que si porque ellos, que si porque no se hizo con orden. El esfuerzo de decenas de horas se detuvo por un momento sin saber hacia dónde se inclinará la estructura.

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