ARGENTINA.- Primero Sofía dejó de salir a jugar con sus amiguitos por el barrio. Luego tuvo miedo de ir a comprar al almacén de la cuadra, y con el tiempo la idea de pisar el jardín de su propia casa le dio pánico. Sofía tiene 12 años y es de la provincia de Tucumán, en Argentina. En los últimos días, tuvo que vivir escondida porque su vecino, un hombre de 71 años condenado por violar a su propia hija, a quien dejó embarazada y obligó a parir, no paraba de acosarla verbalmente.
El drama empezó cuando en el mes de junio, Gregorio Evaristo Leiva fue beneficiado con la prisión domiciliaria. Debido a su edad, es considerado grupo de riesgo por el coronavirus, por lo que se le concedió la posibilidad de dejar la cárcel de Villa Urquiza, Tucumán, donde cumplía una pena de ocho años. La medida fue revocada el pasado fin de semana, debido a que la presencia de Leiva en el barrio de Alderetes se convirtió en una amenaza para la niña de la casa de al lado.
El pasado 25 de agosto, Sofía —nombre ficticio para proteger su identidad— se vio sobrepasada. Llamó llorando a su mamá, quien se encontraba trabajando, para decirle que el vecino no paraba de decirle cosas cada vez que la veía pasar. Tenía mucho miedo.
Sofía está escondida desde ayer en casa de unos familiares, porque el vecino se obsesionó con ella, con ella sola, con nadie más, y no puede salir al jardín, tender la ropa ni andar en rollers.
El vecino tiene 71 años y está condenado por abuso sexual agravado.
Sofía tiene 12. pic.twitter.com/kxDcKRdgHb— ๓คгเคภค г๏๓єг๏ (@MarianaR31) August 27, 2020
Es que cada vez que salía, Leiva, quien se juntaba a beber con amigos en la puerta de su domicilio a pesar de la cuarentena, le decía, a viva voz: ‘mi amor, te amo, vení’ y otras cosas “muy groseras” que son irreproducibles. Y le ofrecía frutas, según le cuenta a este medio su mamá, Eliana.
“No esperaba que lo suelten. Porque más allá de que me digan que estaba con prisión domiciliaria, para mí estaba en libertad. Tenía una pulsera electrónica y podía moverse en un radio de cien metros. Salía con su moto. Era dueño de agarrar a mi hija, llevarla a su casa, hacerle lo que quiera, matarla y dejarla en el descampado que está al lado de su casa”, relata la mujer a RT.
Por el miedo que le provocaba la situación a toda la familia, su mamá decidió enviarla al domicilio de un familiar, donde podría sentirse más segura. “Estaba muy obsesionado con ella, solo con la nena de 12”, cuenta su madre.
La hija de Leiva tenía 14, casi la misma edad de Sofía, cuando fue violada por él. Según Eliana, existen rumores de que ha abusado de otra de sus hijas, pero no se ha presentado la denuncia. Incluso desde que volvió a su casa ha estado en contacto con otros menores de su familia.
Burocracia y desprotección a las víctimas
Eliana estuvo cerca de un mes intentando que le tomaran la denuncia. Primero en la comisaría de Alderetes, la ciudad donde viven, ubicada en el Gran San Miguel de Tucumán, la capital provincial. Luego en otras dependencias a las que era derivada, hasta llegar a la misma sede policial donde intentó desde un principio, que finalmente aceptó registrarla el 10 de agosto.
La Fiscalía de Delitos contra la Integridad Sexual que corresponde a la zona estaba cerrada por la pandemia. Parecía que nadie quería escuchar el grito de alarma de la mujer y su hija, hasta que, luego de la difusión del caso en los medios locales, la contactaron para que pudiera ampliar su declaración.
El jueves 27, pusieron una custodia policial en la puerta del domicilio de Eliana. Ese mismo día madre e hija pudieron volver a abrazarse, cuando la niña, todavía con miedo, volvió a su casa.
Las pesadillas de Sofía
“Esa noche mi hija durmió por primera sin tener pesadillas. Está mucho más tranquila”, cuenta la mujer. Parecía una película de Freddy Krueger, pero era real: “A lo último la nena ya no dormía para no soñar”. Tampoco comía, no tenía apetito. Desde el viernes, empezó a tener asistencia psicológica.
“Fue muy emotivo poder volver a abrazarla, no solo a ella sino también a mi nene de 6, que tampoco lo tenía conmigo porque también le ha afectado todo esto. Llora de noche, tiene pesadillas y empezó a hacerse pis en la cama”, describe la mujer, quien tuvo que dejar de trabajar, resignando parte de su salario, para estar al cuidado de sus hijos.
Eliana no podía cargar a la mayor, de diecisiete, con la responsabilidad no solo del cuidado de sus hermanos y las cuestiones de la casa, sino también de estar pendiente de que no desapareciera Sofía.
Eduardo Ruffino es director del cuerpo de abogados para víctimas de violencia contra la mujer, que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia. Desde el departamento se pusieron en contacto con Eliana para asesorarla y pedir las medidas de revocamiento de la prisión domiciliaria de Leiva, que ya se hicieron efectivas.
“La situación era complicada porque la mujer recibía amenazas de la familia de este sujeto, ante la posibilidad de que volviera a la cárcel. Pero estamos trabajando para darle tranquilidad y que las cosas vuelvan a su lugar”, sostuvo Ruffino a este medio.
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