CUBA.- El presidente de Cuba Raúl Castro ha dicho varias veces que dejará el poder el 24 de febrero de 2018. Es decir que en menos de un año la generación histórica —como se denomina a los que combatieron en la Sierra Maestra y gobernaron el país desde 1959— terminará su extenso mandato. “Su anunciada salida del poder es tomada con suspicacia por algunos y vista como un hecho ineludible por otros”, analizó 14yMedio.
“Sin embargo”, agregó el sitio de Yoani Sánchez, “Castro puede mantener el mando del Partido Comunista hasta 2021, un cargo con poderes por encima del Ejecutivo y consagrados en la Constitución de la República”.
Luego del descongelamiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos que se inició el 17 de diciembre de 2014 durante la presidencia de Barack Obama, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca podría cambiar esa perspectiva: el nuevo mandatario dijo que se van a evaluar todos los acuerdos y se manifestó descontento con La Habana. Se espera, en consecuencia, que en los meses que le quedan en el poder Castro impulse varias medidas. “Entre ellas está la Ley Electoral, que anunció hace dos años y que determinará el panorama político que deje tras su retiro”.
También la economía es una cuestión capital para esa transición, o sucesión de un nuevo grupo generacional. El presidente de 85 años enfrenta una situación interna que no ha mejorado sustancialmente: “Los bajos salarios, la dualidad monetaria [Cuba tiene en circulación el peso cubano para los ciudadanos y una divisa que vale 25 veces más], el déficit habitacional y el desabastecimiento de productos son algunos de los problemas más acuciantes para los que la población espera soluciones”, según 14yMedio.
Cuando se retire, Castró habrá cumplido 10 años en la presidencia —más dos desde que en 2006 sustituyó a su hermano Fidel, muerto en 2016—, el tiempo máximo que él mismo impuso como duración de los cargos políticos. Tomó esa decisión en 2013, cuando fue confirmado para un segundo mandato, y explicó que lo hacía para abrir el espacio político a los cubanos más jóvenes. “Uno de esos rostros —ilustró la web cubana independiente— ha sido Miguel Díaz-Canel, un político de 56 años que escaló a través de la estructura partidista y que ahora ocupa la vicepresidencia.”
Con Díaz-Canel como vicepresidente y José Ramón Machado Ventura como segundo en el Partido Comunista Cubano (PCC), algunos imaginan un escenario de división del poder: Díaz-Canel en la presidencia (del Consejo de Estado y de Ministros, como se llama formalmente el cargo en la isla), y Machado Ventura como secretario general del PCC. “Sería una situación inédita para millones de cubanos que solo conocen la concentración de la autoridad en un solo hombre”, según 14yMedio.
Otros especulan con la continuidad del apellido Castro por otros medios: uno de los hijos de Raúl Castro, Alejandro Castro Espín, actualmente asesor de seguridad nacional, es un economista que podría asumir el mando en lugar de Díaz-Canel. La web de Sánchez expresó una perspectiva intermedia: “Muchos sospechan que tras los rostros que ocupen los cargos públicos, el clan familiar seguirá moviendo los hilos” con Castro Espín, aunque todavía “no es miembro del Comité Central” del PCC.
El presidente “que pudo y no se atrevió”
Entre los conocedores de la política cubana a los que consultó 14yMedio se notó un consenso: Raúl Castro pudo haber hecho más —o al menos, lo prometió— de lo que finalmente realizó, y eso es algo que difícilmente cambie con las medidas que tome en su último año.
Dagoberto Valdés, director del Centro de Estudios Convivencia, dijo que dada la abundancia de pausas y la escasez de prisa, no se pudo realizar verdaderas reformas para pasar “de lo superficial a la profundidad del modelo: única manera de actualizar la economía, la política y la sociedad cubana”. Valdés valoró que antes de dejar el poder Castro debería “por lo menos impulsar hasta que sea aprobada una Ley Electoral” que permita “la participación plural de los ciudadanos”, y otorgar “personalidad jurídica a las empresas privadas” y “a otras organizaciones de la sociedad civil”.
Regina Coyula, ex empleada de la Dirección de Contrainteligencia del Ministerio del Interior y autora del blog La Mala Letra, arriesgó que Castro será recordado como un presidente “que pudo y no se atrevió”. Si bien lo consideró “un hombre más sensato que el hermano y mucho más pragmático”, no hizo “lo que tenía que hacer”. Quizá, analizó, cuando Castro reemplazó al líder histórico de la revolución llegó con ciertas ideas, pero la realidad que encontró fue muy distinta. “Se dio cuenta de que introducir determinados cambios inevitablemente iba a traer una transformación del sistema político del país”, dijo Coyula. “No quiere ser él quien pase a la historia con esa nota en su biografía”.
Entre los opositores consultados, Manuel Cuesta Morúa estimó también que Raúl Castro “no será visto como el hombre que supo, en medio de las turbulencias, reconducir la nación”. Para este miembro de la Mesa Redonda de Unidad para la Acción Democrática (MUAD) y la plataforma ciudadana #Otro18, no hubo una reforma política que permitiera el desarrollo económico: “Ni se abre ni se cierra al capital y es incapaz de articular otra respuesta a la autonomía de la sociedad que no sea la huida o la represión”.
Mientras que Iliana Hernández —directora del programa independiente Lente Cubano— reconoció que Castro devolvió “algunos derechos” a los cubanos, como “la compra y venta de casas, de autos, el incremento de los negocios privados y el derecho a viajar”, Martha Beatriz Roque Cabello —condenada durante la Primavera Negra de 2003— se manifestó solamente crítica: “Este es tan dictador como su hermano”, dijo. “Para tratar de salvar lo mal hecho, en primer lugar debería poner en libertad a todos aquellos que están presos sencillamente por pensar diferente”. También sugirió que el mandatario debería dialogar con la oposición sobre “cómo conducir la economía del país, que está desvirtuada”.
Además de las especulaciones sobre Alejandro Castro Espín han resonado otras sobre el ex yerno de Raúl Castro, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Pero su solidez es discutible porque, como expresó a 14yMedio la periodista Miriam Celaya, el sistema cubano es “muy críptico y todo llega en un lenguaje de señas”. En general, observó, lo peor del panorama futuro es la incertidumbre: “No hay un rumbo, no hay un horizonte, no hay nada”. El presidente en cuenta regresiva, dijo, será recordado como “el hombre que perdió la oportunidad de enmendar el rumbo de la Revolución”.
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