En imágenes: una mirada a la nueva élite económica de Corea del Norte (Galería de fotos)

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Foto Christian Petersen-Clausen

COREA DEL NORTE.- Cuando Christian Petersen-Clausen visitó Corea del Norte el año pasado, se quedó sorprendido con la poca gente que tenía móvil. En un mundo en el que todo el mundo parece vivir conectado a la tecnología móvil, el Reino del Ermitaño parecía ser consecuente con su nombre. Sin embargo, cuando el fotógrafo que reside en China regresó a Pyongyang a principios de este año, descubrió asombrado que había móviles por todas partes.

Un hombre a la salida del metro consulta su celular Android. Christian Petersen-Clausen
Un hombre a la salida del metro consulta su celular Android. Foto Christian Petersen-Clausen
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Dos mujeres norcoreanas consultan el teléfono móvil en Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Una esposa y un novio norcoreanos posan junto a un dálmata en el zoo de Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen

“Todo el mundo, literalmente”, recordaba. “Incluso a menudo me encontré con personas con dos teléfonos”.

Se trata de una comunidad de individuos que se desplazan con frecuencia a “Pyonghattan”, el sobrenombre acuñado por los extranjeros para referirse a un próspero enclave de la capital, que debe su nombre a su abundancia de tiendas caras, restaurantes y cafeterías abiertas las 24 horas, una forma de pasar el rato que es común en muchos sitios, pero que en Corea del Norte es poco menos que una nueva tendencia.

Los nuevos ricos del país han crecido a la sombra de un decreto gubernamental promulgado en 2002, y que abría la puerta a los ciudadanos a negociar con bienes y a abrir negocios. Así lo cuenta Michael Madden, un académico visitante en el instituto Johns Hopkins de Estudios Avanzados Internacionales, una organización estadounidense y surcoreana. Madden afirma que los donju de hoy tienen una especie de relación simbiótica con el régimen de Kim Jong-un, que les permite existir a cambio de pequeños chantajes, lo que se conoce como el pago de “impuestos informales”.

Una mujer recibe una clase de equitación en el Club de Equitación Mirim, en Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
Una mujer recibe una clase de equitación en el Club de Equitación Mirim, en Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Una joven y estilizada pareja en Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Una mujer camina cerca del Taedongmun Park de Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen

“Son como oligarcas rusos”, asegura Madden. “Algunos de ellos se han hecho a sí mismos, aunque los donju son grandes participantes de la corrupción oficial en Corea del Norte. Se trata de corrupción desde nuestra perspectiva, pero es la manera en que se hacen negocios allí. No puedes meterte en ningún negocio sin antes sobornar a las autoridades, con especias o dinero, eso ya no importa.

Madden considera que tales emprendedores se han aprovechado de la decisión del gobierno de privatizar algunas empresas públicas, de manera que ahora tienen las manos metidas en todas partes, desde los transportes hasta la propiedad inmobiliaria, o la subcontratación de obra pública.

Y a pesar de la existencia de sanciones internacionales diseñados para prevenir a Corea del Norte de importar bienes de lujo, Petersen-Clausen asegura que no parece existir escasez alguna de artículos caros para deleite y expansión de los donju. De hecho, asegura haber visto montones de flamantes Audi A6 recién estrenados por las calles de la capital, además de una amplia gama de televisiones de pantalla plana y de bolsos de mano en los grandes almacenes de Pyongyang.

A pesar de que los ricos norcoreanos son cada vez más ricos, el fotógrafo asegura que no había que salir mucho más allá de Pyongyang para descubrir escenas de pobreza extrema. En particular se acuerda de una granja que vio en el camino de la capital hasta la ciudad de Wonsan.

“Era época de cosecha”, explica. “Yo recién me iba de China, donde todo el mundo trabaja con máquinas recolectoras como las de Iowa. En Corea del Norte, sin embargo, todavía ves hileras de 30 personas en línea, pasándose el trigo de uno a otro. Un trabajo matador.

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Una hombre que sostiene una bolsa de mano de cuero se apea de un taxi cerca del puente Okryu, en Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Dos estudiantes universitarios observan una imagen tomada con una cámara digital de última generación. Foto Christian Petersen-Clausen
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Dos estudiantes miran la pantalla de una computadora en el interior del Centro para la Ciencia y la Tecnología de Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Un hombre que lleva unos auriculares sin cables pedalea frente al Gran Teatro Oriental de Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Hasta hace poco era raro encontrarse con individuos bien alimentados, como este caballero, que intenta detener un taxi en las calles de Corea del Norte. Foto Christian Petersen-Clausen
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Una norcoreana es acompañada hasta su tren a China por otra mujer norcoreana en la estación de ferrocarril de Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Snacks a la venta en una de las plataformas de la estación de ferrocarriles de Pyongyang. Foto Christian Petersen-Clausen
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Un hombre con dos teléfonos móviles en la capital norcoreana. Foto Christian Petersen-Clausen

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