ALEPO, SIRIA.- El tejado de la catedral maronita de Alepo se derrumbó a causa de una lluvia de obuses. Bajo la nieve, Nehmé Badaui y su hermano Bashir rebuscan tablas de madera y chapa entre los escombros del edificio para construir un nacimiento.
“Utilizamos cualquier resto para simbolizar el triunfo de la vida sobre la muerte”, confía Nehmé, pintor de 53 años, mientras reúne ramas de árboles para decorar el nacimiento en la iglesia de San Elías de la Ciudad Vieja, en el corazón de Alepo.
Tras cuatro años de combates y destrucciones entre los rebeldes y las fuerzas leales al régimen de Damasco, la fuerza aérea siria anunció el jueves que había retomado el control total de la segunda ciudad del país. Y, por primera vez, la pequeña minoría católica se prepara para celebrar una misa de Navidad en su catedral, devastada por la violencia.
“El impacto moral es más grande y más profundo que las pérdidas materiales”, lamenta Bashir.
Todo a su alrededor es un espectáculo de desolación: bancos de iglesia volcados, tablas de madera de la estructura desprendidos, trozos de chapa y escombros por el suelo. Todo recubierto de un manto blanco, pues por el enorme techo la nieve se cuela sin cesar.
“Aquí, todos tenemos recuerdos, aquí hemos celebrado todas nuestras fiestas y nuestras alegrías. Queremos transformar todos los escombros en algo bello”, explica Nehmé.
Fuera, en la plaza rodeada de edificios destrozados y ennegrecidos, se pueden ver las marcas que dejaron los obuses en la elegante fachada de piedra de la catedral, flanqueada por dos campanarios rectangulares.
Durante cuatro años, el barrio de la Ciudad Vieja fue uno de los frentes más violentos de la batalla de Alepo, dividida desde julio de 2012 en los barrios del oeste, controlados por el régimen, y un sector este, en manos de los rebeldes.
Reencuentros en las ruinas
Los cristianos de Alepo representaban el 10 por ciento de la población de antes de la guerra -es decir, 250 mil personas-, la mitad de los cuales, armenios. Más de la mitad de ellos se fueron de la ciudad desde entonces. Ahora, sólo quedarían unos 100 mil, según Fabrice Balanche, geógrafo especializado en Siria.
La casi totalidad vivía en la parte progubernamental. En general, se mantuvieron al margen de la revuelta que se transformó en un conflicto armado que ha dejado más de 310 mil muertos desde 2011.
“Volvimos a la iglesia hace tres días, desde que supimos que las operaciones militares tocaban fin”, afirmó Bashir, precisando que la comunidad cristiana había decidido organizar allí una misa.
Con la ayuda de los “scouts”, el pintor instala los personajes del belén, cuyos vivos colores -rojo, verde y dorado- rompen con la tristeza del paisaje: la virgen María y José, una vaca y un cordero, un rey mago y un campesino.
Sobre el techo del portal, se ha enganchado un ángel con una cuerda.
“Tengo 24 años y he pasado 20 años de mi vida aquí, veníamos todos los días. Pero estos últimos cuatro años estuvimos privados de nuestra iglesia”, lamenta Tony Mardini, un “scout”, mientras sopla en sus manos para calentarse.
“Durante los años de guerra, desde el momento en el que oíamos el disparo de un obús o una explosión, veníamos a comprobar el estado de la iglesia y veíamos como se agravaban las destrucciones”, confía el joven. “Estábamos tristes, teníamos el corazón partido”.
Por medio de Facebook y de la aplicación de mensajería móvil Whatsapp, Bashir y Tony invitan a sus familiares y amigos a participar en la misa, que tendrá lugar el próximo domingo, día de Navidad, la primera desde que comenzaran los combates.
“Es en estas ruinas donde nos reencontraremos”.
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