Un vendedor sale a mi encuentro en la calle Roosevelt. Estamos frente a una panadería mexicana llamada Tequisquiapan. Lleva el pelo corto, una chamarra abultada, la mirada desconfiada. Empieza a hablar: “¿Estás buscando?”, es el lenguaje universal que se utiliza en Queens, Nueva York. Asiento. Aquí nadie quiere interactuar abiertamente con nadie.
De pronto cambia el tono, dice que se llama Juan, que nació en Puebla, que llegó a Estados Unidos hace dos décadas. Juan trabaja 12 horas parado en una esquina a los pies del tren elevado. Siempre tiene frío, se cruza de brazos y espera pacientemente.
A su alrededor la gente va y viene, se cruzan y se confunden. Y luego: hay un edificio viejo, un cuarto oscuro, una foto tomada con un celular. Hay que ir a imprimir la credencial a dos cuadras, en un local de recuerdos de quinceañera. Juan pide amablemente que ingrese a la panadería, localizada a un costado del Metro Jackson Heights. No puedes salir siempre, porque es posible que alguien los delate.
Frente al local hay un restaurante de comida china y desde ahí te miran. Me regalan un champurrado y una conchita. En la acera de enfrente me siguen observando. Una hora y media de espera y listo: tengo mi green card falsa y mi número de seguridad social para trabajar legalmente.
Esperé poco y no gasté mucho. El vendedor de documentos apócrifos asegura que antes de que Trump manifestara sus aspiraciones presidenciales, emitía cinco documentos al día; ahora son 15. El Departamento de Seguridad Social reportó que en el último año detectaron 8 millones de números de seguridad social falsos y que 90% corresponden a inmigrantes que compraron fraudulentamente estos registros.
Una investigación de EL UNIVERSAL a través de documentos de las fiscalías federales, investigaciones del FBI y de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) reveló que desde que Donald Trump se postuló como precandidato por el Partido Republicano, la adquisición de green cards y números de seguridad social falsos han incrementado.
Documentos a los cuales este diario tuvo acceso indican que son los cárteles mexicanos, en complicidad con inmigrantes, quienes operan un negocio millonario en ciudades de Estados Unidos. Es en la costa este donde se han intensificado las detenciones de traficantes de identidades falsas, por ejemplo, en Nueva York y en Virginia.
La meca
Queens es una ciudad partida en dos por 40 metros de pilares oxidados, que sostienen las vías de un tren elevado que rechina cada 15 minutos; el sonido anuncia que viene y va tan rápido como si flameara.
El lugar es desigual: hay edificios que parecen castillos verticales y comparten acera con restaurantes modestos que huelen a manteca. Miles de personas apuradas suben y bajan. Caminan rápido, impactan violentamente sus hombros y, sin embargo, nunca se ven a los ojos.
Los hombres y las mujeres llevan uniformes de trabajo: la camisa amarilla de McDonald’s, los overoles caqui que los protegen del polvo, la filipina color blanca para lavar trastos en una cocina industrial y la red para sostener el cabello cuando cocinan.
En Queens —un condado localizado al este de Manhattan— los que nunca se miran comparten algo en común: probablemente ninguno nació en Estados Unidos.
El Instituto de Política de Migración reveló a mediados del año pasado que en Queens vivían 1.1 millones de migrantes indocumentados. Es el barrio étnicamente más diverso del mundo.
El epicentro comercial de este barrio es una máquina perfecta. Trabajan muchas horas al día: venden y cocinan lo que nunca podrán comprar. Trabajan catatónicamente para enviar dinero.
En el suburbio industrial ondea una bandera estadounidense, justo a un costado del local de Jorge. Es un puertorriqueño con pelo encerado y acento marcado, dueño de una agencia colocadora de empleos para inmigrantes recién llegados.
—Si quieres trabajar, hoy mismo te coloco, pero hay que conseguir una green card falsa y listo. ¿Te gustaría ser mesera en Manhattan?
—¿Y si me descubren comprándola?
—Mami, ¿te has preguntado por qué Estados Unidos es el país más rico del mundo?, aquí no pasa nada —ríe y señala desde el segundo piso por la ventana una esquina, la misma donde compré mi identificación apócrifa que me acredita como residente legal de Estados Unidos.
El documento es una tarjeta de residencia que los inmigrantes indocumentados necesitan, puesto que los empleadores por ley únicamente podrían contratar a quienes se encuentran residiendo legalmente en Estados Unidos.
Según el Centro de Estudios de Inmigración, 75% de los extranjeros ilegales en edad de trabajar usan green cards falsas para obtener empleos en la nación.
De acuerdo con el organismo, 98% de los números de seguridad social que compran los inmigrantes en las calles son robados por los vendedores a residentes legales.
Los estados donde más se venden documentos falsos para trabajar son Arizona, California, Florida, Texas, Nevada, Nueva York, Georgia y Colorado.
Con base en estas estimaciones del Centro de Estudios de Inmigración, en 2014 y antes de la campaña presidencial, se habrían vendido 8 millones 170 documentos falsos.
Para 2016, cuando el candidato Donald Trump reveló su plan en materia de inmigración que incluía deportar a millones de personas, se adquirieron 8 millones 475 documentos falsos en las calles.
Los extranjeros empleados ilegalmente envían miles de millones de dólares cada año a sus países de origen: green cards y números de seguridad social falsos permitieron que los inmigrantes que trabajan en EU enviaran 26 mil 970 millones de dólares a México durante 2016, según datos del Banco de México, la cifra más alta desde 2007.
Mafia mexicana
El Departamento de Justicia de Estados Unidos mantiene en secreto el nombre de la organización exacta que ha operado la expedición y el tráfico de tarjetas de identidad; sin embargo, recientemente desclasificó un caso sin precedentes: 22 mexicanos conformaron una red altamente sofisticada y violenta de tráfico de documentos falsos que operaba desde 2010.
La fiscalía del este de Virginia aseguró que todo el dinero de la venta de identificaciones era enviada a una organización delictiva en México. Se realizaron pagos millonarios a través de Western Union.
En una audiencia, el 22 de noviembre de 2011, el juez federal Henry E. Hudson confirmó que una de las ciudades donde se detectó la presencia de la organización fue en Nuevo Laredo, México.
Integrantes de la célula delictiva que vendía identificaciones falsas pertenecían a una pandilla carcelaria llamada Los Norteños, un grupo que tiene presencia en varios estados de Estados Unidos y cuenta con nexos criminales con el Cártel de Sinaloa y el del Golfo.
Operaban en 19 estados en su mayoría en la costa este de Estados Unidos: vendían tarjetas de residencia permanente y seguros sociales falsos a precios entre 150 y 200 dólares; enviaron millones de dólares a México.
El Departamento de Justicia lo considera un hecho sin precedentes. Los vendedores de identificaciones falsas asesinaron a otro competidor que ofrecía los documentos a precios más accesibles. Edy Oliverez Jiménez, un mexicano de 25 años, asesinó a golpes a otro sujeto.
“Nunca hemos visto un caso de fraude documental como este en cualquier parte de la nación, un grupo tan organizado y tan decidido a aprovechar las falsas identificaciones que no se detuvieron ante nada para sacar a sus rivales”, declaró el fiscal federal del Distrito Este de Virginia, Neil H. MacBride.
Pero desde el triunfo de Donald Trump, en estados como Nueva York y California las autoridades han detenido a un gran número de vendedores de identificaciones falsas, que han declarado que este año las tarjetas son indispensables, porque los inmigrantes tienen que protegerse de las acciones del nuevo mandatario de Estados Unidos.
En noviembre de 2015, en Brooklyn dos mexicanos fueron detenidos porque vendieron tarjetas falsas a una mujer indocumentada por
6 mil dólares.
En julio de 2016, de acuerdo con las investigaciones del Departamento de Seguridad Nacional (HSI), seis mexicanos vendieron en California paquetes de tarjetas de seguro social y green cards a precios que oscilaban entre 80 a 150 dólares.
El caso más reciente fue en enero de 2017. Una maestra de inglés en Manhattan, Jenetta Ferguson, de 59 años, originaria de Queens, robó más de 40 mil dólares a estudiantes a los que les prometió una green card falsa.
Estas estafas, detenciones y promesas en la era de Donald Trump, presidente y ex estrella de reality show, van en aumento en Estados Unidos.
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