CDMX.- Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la Facultad de Medicina de la UNAM continúan el análisis de distintos componentes de un fardo mortuorio hallado el 10 de julio de 2014 en un abrigo rocoso en la zona de Zimapán, Hidalgo.
Los resultados de los exámenes hechos a los residuos de sangre encontrados en la osamenta, los tejidos blandos preservados, los textiles que forman la mortaja y el petate, determinaron que es muy probable que el individuo de aproximadamente 20 años de edad, perteneciente a la época prehispánica, muriera a causa de una hemorragia, señaló el organismo en un boletín de prensa.
El bulto funerario es estudiado por un grupo interdisciplinario con la finalidad de conservar, restaurar e investigar su antigüedad y filiación étnica, estos dos últimos aspectos a partir de estudios de ADN. Hasta ahora, uno de los logros obtenidos es poder observar cientos de células sanguíneas que se preservaron intactas.
Las restauradoras Luisa Mainou y Judith Gómez, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, precisaron que las células encontradas en todos los estratos del bulto mortuorio (osamenta, tejidos blandos, textiles y petate) se encuentran libres de fibrina (proteína que interviene en los mecanismos de coagulación), “parecería que estuviéramos observando a los glóbulos rojos y blancos viajar por el torrente sanguíneo”, informa la institución a cargo.
Los restos de sangre se observaron a simple vista en todas las capas: en los huesos se encontraron manchas rojizas y depósitos de polvillo café rojizo, lo mismo en los tejidos blandos. En los textiles fue diferente, había costras de color café rojizo muy oscuro microfracturadas que se mezclaban entre las tramas y las urdimbres de cada textil, mientras que en el petate se encontraron huellas semejantes a las observadas en los huesos, pero de mayor extensión, sobre todo las manchas de tonos café rojizo y café chocolate, detalló el comunicado.
Luisa Mainou, responsable de la investigación, en la que también colabora Jorge Gómez-Valdés, del Laboratorio de Antropología Física del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM, detalló que se obtuvieron muestras de todos los componentes del fardo y se analizaron con un microscopio electrónico de barrido.
“En todas ellas se halló una cantidad importante de eritrocitos y glóbulos blancos en estado libre, que si se multiplica por las dimensiones de cada una de las capas del fardo, no hay duda que esta persona murió desangrada”. Con el estudio del esqueleto, se descartó la posibilidad de una muerte causada por sacrificio humano, alguna batalla o lucha personal, porque no presenta huellas de corte o fractura en ninguno de los huesos, puntualizó.
La restauradora del INAH dijo que más adelante se podrá precisar si la hemorragia del individuo encontrado dentro del fardo mortuodio se debió a una causa intrínseca (genética) o extrínseca (alguna enfermedad). Por ahora, se continúa con la conservación y restauración del fardo y con estudios paralelos acerca del deterioro de las distintas fibras textiles provocado por la sangre.
Las características del lugar donde fue encontrado permitieron su preservación al tratarse de un ecosistema semidesértico en la parte oriental de la Sierra Gorda cuyas condiciones de clima seco, sumado a las propiedades del suelo, contribuyeron a la conservación de los restos óseos, así como de las fibras vegetales con que fue envuelto, concluyó el informe.